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El escenario político: un espectáculo fantasmagórico

Rajoy valora ante Mas el papel de España como "un gran equipo, plural"

Jordi Borja

PP y PSOE, residuos del pasado

PP y PSOE, residuos del pasadoLos telediarios son inquietantes. Uno debe pellizcarse para asegurarse de que está vivo y no entre muertos o, siendo optimista, asistiendo a una obra teatral de terror. Con la que cae sobre el país y sus gentes, tanto los personajes del PP como los del PSOE aparecen como muertos vivientes. Los unos no se enteran, no quieren enterarse, de lo que pasa fuera de su cáscara. Los otros no se han enterado de que cada vez son menos los que les escuchan. Todos me parecen fantasmas de un mundo que ya fue, son residuos del pasado. En política siempre es posible resucitar pero nunca será como antes. El tipo de bipartidismo que ha bloqueado el funcionamiento de las instituciones, que ha ocupado -y se ha aprovechado- el conjunto de los aparatos del Estado (Berlinguer en “La cuestión moral” fustigaba este afán monopolista de los partidos) y que ha demostrado su incapacidad para responder a los retos actuales y a las demandas sociales, se ha terminado. O por lo menos, por el bien de todos, esperemos que así sea.

Rajoy es el fantasma más fantasmal, el mudo. El teórico jefe de gobierno, por ahora, consigue mentir a pesar de que no habla, lo cual tiene su mérito, pero merece poco interés. Su guardia pretoriana no se cansa de decir que no hace falta que hable pues es bien sabido que es un buen chico que nunca rompió un plato. Como para sospechar: dime de lo que presumes y te diré de qué careces. Con lo cual nos encontramos con un “líder máximo” convertido en un fantasma minimalista, rodeado de nulos y acompañado de un silencio que resulta tan ruidoso como sospechoso. La gestión (pésima por cierto) de la crisis está en manos de la troika que ahora nos vigila y de los banqueros alemanes. Actúan por medio de los zascandiles del gobierno. Pero éstos ahora no ofrecen credibilidad, ni estabilidad, ni capacidad de gobernar. El clamor social generado por la crisis y agudizado en Catalunya por el sentimiento independentista ha provocado un rechazo mayoritario tanto al PP como al PSOE. Solo faltaba el caso Bárcenas, que ha publicitado la escandalosa corrupción de los gobernantes. La desconfianza exterior y el rechazo popular puede ser el fin del actual régimen político. Lo que no es evidente es que sea para mejorar, pues hay fuerzas muy poco o nada democráticas que también conspiran contra Rajoy y su grupo, especialmente por medio de Pedro Jota y El Mundo.

El caso Bárcenas no es si solamente éste paga el pato o si Rajoy debe acompañarle ante los tribunales. Dudo que el líder del PP pueda ser imputado, por haber prescrito el posible delito o por falta de pruebas suficientes. La cuestión no es jurídica, es moral y política. El juicio de Bárcenas nos recordará probablemente al de Al Capone, que fue condenado por delito fiscal y los políticos, jueces y policías que habían participado de las fechorías, pues lo protegían y participaban en los beneficios, quedaron al margen. Pero ni Rajoy, ni el PP, saldrán indemnes de este caso, no son hoy gobernantes dignos de confianza. Diga lo que diga la Judicatura. Las mentiras, el uso y abuso particular de los dineros públicos, la connivencia con los poderes económicos y la evidencia de la corrupción estructural del partido difícilmente les será perdonado. Por bastante menos Felipe González y el PSOE fueron desplazados del gobierno y la “vieja guardia” fue substituida por jóvenes con más ambición que ideas.

La farsa ha llegado demasiado lejos. Rajoy, con sus omisiones y sus mentiras, resulta ya insoportable. Su tiempo de líder está contado. Además está rodeado de sus ministros y dirigentes de Partido que añaden regularmente gotas provocadoras que hace que se derrame el vaso. ¿Cómo puede un país soportar que en el marasmo económico en que vivimos quien nos haga dictámenes y proclame decisiones sea un “montoro”, un monigote cuya única habilidad es ser más caricaturesco que su caricatura? ¿Cómo soportar las declaraciones chulescas de un “floriano” que incluso cuando dice algo cierto o banal parece que nos engaña? Mientras tanto, la vicepresidenta organiza la protección de su jefe, gestiona administrativamente la cocina gubernamental y prepara algunas víctimas propiciatorias que acompañen a Bárcenas en su caída. La señora de Cospedal es precisamente la única dirigente que parecía que no fuera cómplice del gran tesorero, pero tanto si ha recibido o no sobresueldos y a pesar de la poca credibilidad que merece Bárcenas, el hecho de que éste la acuse con más detalles que pruebas será aceptado por la opinión pública. Es muy posible que sea la tonta del bote que pague finalmente la factura partidaria. Su escasa habilidad cuando abre la boca y su predisposición a ser más papista que el papa -dicho de otra forma, su poca gracia y su virulencia mal argumentada- resulta insoportable a todos menos a sus fans. Lo cual facilitará la tarea a algunas amigas poderosas que desean su caída, la vicepresidenta del gobierno y la ex presidenta de la comunidad de Madrid. También asistiremos a la enésima batalla entre “garllardones y aguirres”, a la amenaza de retorno del fantasma de Aznar. Y muchas otras puñaladas hasta que acaben como el Consejo Nacional del Movimiento haciéndose el harakiri para volver al escenario con otras caras.

En resumen, Rajoy aburre e indigna, él y su gobierno están amortizados. El jefe del gobierno durará en el cargo lo que tarde el PP en ponerse de acuerdo sobre un candidato o una fórmula para designarlo. Por ahora nos ofrecerán el espectáculo de cuchillos largos y afilados

Rubalcaba no es la alternativa. Rubalcaba irrita. Fue un buen actor que ahora, ya caducado, grita para convencer, se desgañita, pero nadie se lo cree y sus esfuerzos resultan patéticos. Es un personaje que clama en el desierto. Antes, cuando reinaba el socialismo, sus líderes vivían en un territorio feliz y confiado en el que se había substituido la Internacional por el principio “enriqueceos, enriqueceos” que hace un siglo y medio proclamó el conservador Guizot. Hoy exige la dimisión irrevocable de Rajoy, promete que él y su partido pueden afrontar la crisis con decisión, con ideas y con coraje, y da por supuesto que la corrupción es cosa de los otros, como si lo suyo fueran pequeñeces y no tuvieran amistades peligrosas. Es posible que en el PSOE la corrupción sea menos estructural que en el caso del PP pero hay demasiados casos como para reducirlo a actuaciones personales. Quizá más importante: no cuestiona el régimen político español. Un régimen que se desmorona, con una Constitución deformada y devaluada, una Monarquía desprestigiada, una Judicatura en cuyas cúpulas deciden los neofranquistas, una colusión entre los gobiernos, sea cual sea el color, con las elites financieras y empresariales, etc. Y no es necesario extenderse en la gestión de la crisis económica. Solamente un fantasma político puede haber olvidado que su partido y él mismo son corresponsables de unas políticas neoliberales al servicio del capitalismo especulativo. Y los dirigentes del PSOE actual eran los gobernantes que demostraron hace muy pocos años su total impotencia para hacer algo más que no fuera obedecer ciegamente a la señora Merkel.

Ha sido el PSOE, temeroso desde el inicio de su larga trayectoria gubernamental, el que ha contribuido decisivamente a mantener un régimen político incapaz de desarrollar la democracia, inmovilizado por un bipartidismo que imposibilita la innovación, que favorece la corrupción y que acoge y protege al neofranquismo encubierto en los aparatos del Estado, las cúpulas económicas y la Iglesia. Y también es el PSOE corresponsable de haber generado un enorme malestar en Catalunya que en pocos años ha conducido a que el independentismo se haya multiplicado por dos y tiende a ser mayoritario.

Rubalcaba no está solo y no es el peor. Le rodean barones mitad sicarios mitad aprendices de brujo que si no fueran cadáveres políticos habrían ya liquidado a su jefe. Estos jefes de banda salen de su triste oscuridad movidos y unidos solamente por el odio a sus supuestos compañeros catalanes. Con estos amigos los responsables del PSC no necesitan enemigos. Se reunieron hace una semana en cónclave para dejar claro que Catalunya no es una nación y España no es ni será un Estado plurinacional, que la consulta que promueven el 90 % de los parlamentarios y desean la inmensa mayoría de los catalanes no merece ni tan solo discutirse y que en un futuro incierto les dejarán estar de oyentes en unas estructuras institucionales similares a las actuales pero llamadas “federales” que siempre estarán controladas por los partidos estatalistas.

Para que quede clara la sumisión incondicional y humillante del PSC, unos días después vuelven a reunirse para recordarles a los diputados catalanes que no tienen derecho a votar libremente aunque se trate de los intereses de Catalunya. Sólo deben limitarse a asentir lo que hayan decidido los fantasmas de la calle Ferraz de Madrid. Uno se pregunta qué demonios hacían los representantes del PSC en Granada y luego en el Comité Federal si sabían que estaban destinados a convertirse en fantasmas comedores de sapos. ¿Sería mucho pedir que tuvieran por lo menos dignidad en tanto que representantes electos por los ciudadanos de Catalunya y no ir a esta cueva siniestra o salir dando un portazo cuando escuchan estas lindezas?

Catalunya, oasis de unanimidad

Catalunya, oasis de unanimidad Catalunya, como es sabido, es un oasis donde se cultiva la unanimidad. Es más apariencia que realidad, pero en política la apariencia es una parte muy importante de la realidad. Hoy el independentismo, más o menos intenso, emocional o racional, es hegemónico. El derecho a decidir tiende a confundirse con la independencia. No es lo mismo ni mucho menos, pero la cerril posición de los gobernantes y líderes del PP -y del PSOE- convierte a los no independentistas en independentistas, y -atención- más racionales que emocionales. Es la gente a la que le parece lógico y democrático consultar a los ciudadanos, pero el gobierno español parece empeñado en empujarles hacia el apoyo o la aceptación de la independencia, aunque sólo sea para forzar un diálogo y una solución pactada. ¿Sin declaración de independencia acaso los gobernantes del Estado escucharán a los catalanes? Pero sin un discurso que integre los objetivos sociales el souflé independentista puede rebajarse bastante. Aunque mientras gobierne el PP el independentismo mantendrá o aumentará su fuerza.

En vez de abrir vías de diálogo, el gobierno del PP manda invectivas amenazadoras con el estilo chulesco y despreciativo que le caracteriza y promueve iniciativas legislativas y administrativas recentralizadoras. Y para poner más pólvora en el ambiente aparece Wert para reactivar el fuego, no sea que bajara la tensión. Obviamente, o bien son irresponsables cegados por la ignorancia y la prepotencia o bien han optado por forzar un choque de trenes y celebrar a su manera el tricenentario de la ocupación de Catalunya. Me temo que hay de las dos cosas.

Por su parte, los múltiples portavoces del mensaje libertador ofrecen un fruto que parece estar al alcance de la mano., mientras en realidad en las cúpulas institucionales no pasa nada. Todo el mundo se mueve pero ningún proceso, por muy anunciado que esté, avanza, excepto la vitalidad que emerge en la base de la sociedad. El tándem CiU y ERC, dicho con todos los respetos, me parece que por ahora ladra pero no muerde. Los sectores críticos del catalanismo y de las izquierdas les reprochan no tener una estrategia, unos objetivos claros y una escalada visible. Creo que sí tienen una estrategia: mantener la tensión pero sin ir más allá, ganar tiempo no se sabe muy bien para qué, apoyar o promover algunos momentos fuertes (once de septiembre, festival en el campo del Barça, etc) para que el personal viva “momentos históricos” de emoción colectiva. Se trata de que el tren se mueva pero sin avanzar.

El PSC, por su parte, fue a Granada. Como aconsejaban a García Lorca algunos amigos, mejor no hubiera viajado a Granada. Nos hubiera gustado escuchar a un ‘aparatchik’ del PSOE decir que al PSC “no está ni se le espera”. Asistir a un contubernio destinado a proclamar un federalismo fraudulento era una trampa destinada exclusivamente al PSC. El documento no tiene ni vigencia actual ni propuesta de futuro, pues a casi nadie interesa. Pero sirve para dejar al PSC fuera de juego en Catalunya. Era difícil oponerse a pesar de sus flagrantes omisiones y limitaciones, pero como la retórica inoperante utiliza términos propios del federalismo imagino que podía parecer incongruente no aceptar lo que parecía un pequeño progreso terminológico. Pero en Granada el socialismo catalán, o por lo menos su actual dirección, allí dejó su alma. Algo así como si Lenin se hubiera quedado en Finlandia. Asumir el proyecto del PSOE es como retirarse de la Catalunya actual. Intuyo que el PSC ha decidido que en esta era histórica no tiene papel en la obra e intenta mantenerse congelado algunos o bastantes años.

Iniciativa-EUiA está rotunda y sinceramente a favor del derecho a decidir, pero parece que aún no ha decidido (o no lo ha hecho público, lo cual en política vale muy poco) qué decisión tomará cuando llegue el momento de decidir. Por lo menos hacen un esfuerzo meritorio para articularse con los movimientos y organizaciones sociales que plantean políticas alternativas pero por ahora se trata más de comportamientos expresivos que transformadores. En todo caso es el partido que sitúa en primer plano el cambio de modelo económico y el rol de los sectores populares movilizados.

Las CUP son los personajes simpáticos que presumen de “amateurs”, lo cual confirman las otras fuerzas políticas. Podrían ser estimulantes por su presencia en los ámbitos locales y en los colectivos dinámicos, pero tienen algo de “soñadores de tortillas” como indica su vocación libertadora de los “Països Catalans”, aunque me temo que no han ido a Valencia o a Mallorca a contar cuántos comparten tan histórico y poético objetivo. Hay que reconocer también que su práctica y su discurso aparece cada vez más “alternativo” en lo económico-social. En este sentido es bastante similar a ICV-EUiA, lo que puede llevar a un acercamiento o a una competencia.

Los movimientos sociales se han convertido en “la gran esperanza”, en “el séptimo de caballería”, un mesías redentor confuso y heterogéneo en sus contenidos, difuso y fragmentado en el territorio, con objetivos muy diversos y que obviamente no han podido hacer aún un proceso agregador que permita fijar un programa político básico y compartido. Para simplificar, hay tres tipos de movimientos. Primero, las “ organizaciones sociales” consolidadas y estructuradas que en momentos como el actual pueden tener o recuperar una dimensión de movimiento social con objetivos que vayan más allá de sus metas y prácticas: las centrales sindicales, las organizaciones de la enseñanza y de la sanidad, etc. CCOO, por ejemplo, se ha definido en muchas ocasiones como movimiento sociopolítico. Son movimientos fuertes por su estructura, pero ésta precisamente no tiene una predisposición a correr riesgos y a promover innovaciones. Que es lo que más se necesita.

En segundo lugar hay los movimientos nacionalistas o independentistas que han generado o están vinculados a una estructura preexistente. Los casos más visibles son la Assemblea Nacional Catalana y Òmniun Cultural, pero existe una miríada de asambleas o foros locales más o menos próximos a los ejemplos citados. Pueden estar más o menos relacionados con algunos partidos políticos, pero poseen una dinámica propia. Tienen capacidad de movilización y proponen un objetivo muy claro, la independencia, pero no aparece una estrategia, unos objetivos intermedios, una política de alianzas. Adolecen en muchos casos de un sesgo ideológico que se impone a un proyecto político más integrador y de una cierta dificultad en generar estructuras representativas y articuladoras que garanticen la realización de proyectos a medio y largo plazo.

Finalmente se han generado o desarrollado movimientos sociales estimulados en unos casos por la crisis económica, o por la regresión democrática y el deterioro de las instituciones o por la emergencia independentista y el derecho a decidir. O por todo a la vez. Colectivos sindicales y de desocupados al margen de las centrales mayoritarias, plataformas de desahuciados, promotores de la desobediencia civil y de las acciones contra el actual sistema bancario, etc. Estos movimientos generan entornos que alumbran dos tipos de estructuras. Unas de carácter estrictamente político que pretenden sustituir a los partidos o más modestamente suplir sus actuales deficiencias, su devaluación social y su falta de arraigo: asambleas, plataformas, frentes, foros, etc. Otras estructuras se presentan como referencias y experiencias alternativas, pretenden demostrar que “otro mundo es posible”: desarrollo del movimiento cooperativo en todas sus facetas, colectivos solidarios, moneda alternativa, minibancos éticos, intercambios de bienes y servicios, etc. Hay todo un mundo de pequeñas minorías que sumadas no son una mayoría pero sí que cambian el paisaje y que probablemente pueden modificar los comportamientos sociales y políticos de una parte de la ciudadanía.

El fin del régimen político es una cuestión actual

El fin del régimen político es una cuestión actualLa crisis de régimen político es una evidencia, como hemos argumentado sucintamente, pues es suficiente leer los titulares de los medios, a pesar del conservadurismo de la mayoría de ellos. Sin embargo, acabar con este régimen requiere alternativas políticas, fuerzas colectivas y líderes creíbles. No parece que los haya o por lo menos no está muy claro que sean fuertes ni estén decididos para promover una alternativa real. Aunque también es cierto que en procesos de cambio acelerado los actores políticos crecen al ritmo de los cambios. Vamos a referirnos principalmente a Catalunya y su relación con el Estado español.

La cuestión es construir liderazgos y representación política de todo lo que bulle en la sociedad catalana… y española. En Catalunya, la izquierda perdió hace tiempo el liderazgo hegemónico que tuvo en los últimos años del franquismo y en la transición. El PSC ha envejecido prematuramente y cada día que pasa aparece resignado a la marginalidad. Y, por último, ICV-EUiA, a pesar de su proceso de maduración, aún no han construido una imagen o un perfil de posible referente hegemónico ni un suficiente arraigo en el territorio. El centro-derecha de CiU y el centro-izquierda independentista de ERC tienen un liderazgo limitado que no incluye una gran parte de los sectores populares y están lastrados por el conservadurismo de sus bases electorales y las presiones de los grupos económicos más potentes. Y a todos les pasa que no tienen aliados o fuerzas políticas en el resto del Estado que compartan algunos objetivos básicos o que cada uno acepte los de los otros. Lo cual nos parece indispensable para que se genere un proceso hacia la independencia o un nuevo encaje o relación, específico y pactado entre iguales, de Catalunya con España.

La representación política es indispensable para que impulsen y se realicen los objetivos de cambio, tanto en la dimensión “nacional” como “social”. A pesar de que la sociedad está movilizada y la mayoría de partidos acogen o comparten gran parte de sus demandas, no existe ni una representación política hegemónica ni un proyecto estratégico claro. Además, existe por ahora mucha distancia y escasa confianza entre los partidos, indispensables como agregadores y legitimados por el sufragio universal y los movimientos sociales lastrados por su especificidad, su débil estructura orgánica y su dificultad para entrar en escenarios de negociación. Es probable que si se multiplican las movilizaciones en la sociedad y se van unificando los objetivos la distancia con los partidos institucionales -no todos, obviamente- se acorten o se creen nuevas estructuras de representación política.

La cuestión de la relación con España, la sociedad civil y las fuerzas políticas, no debiera ser tan imposible como se tiende a pensar hoy en Catalunya y en el resto del Estado. El régimen político español hace aguas, todas sus instituciones están en crisis o muy cuestionadas: los dos partidos dominantes, la Monarquía, la Constitución, la Judicatura, el matrimonio impío entre la élite política y la económica, el Gobierno y su provocadora incompetencia y su insensibilidad de las instituciones ante la crisis social... El conjunto del sistema político está hoy muy devaluado y provoca altos grados de indignación. Pero atención: los líderes políticos estatales practican cada vez más unas campañas propias del populismo más grosero y reaccionario mediante discursos contra Catalunya, enfrentan los supuestos “territorios ricos contra los pobres” como proclamaba recientemente la señora de Cospedal, de lengua larga e inteligencia corta pero peligrosa. La crisis del régimen político intentarán desviarla por medio de una virulenta campaña contra Catalunya. El catalanismo necesita ser entendido en España.

El objetivo político democrático hoy es cambiar el régimen político de España. Es indispensable para Catalunya, pues el régimen actual no ofrece ninguna posibilidad de replantear un encaje viable para todos. Pero también es indispensable para las mayorías sociales democráticas españolas, no solo interesadas en mantener Catalunya en España, también para acabar un régimen político que nos ha conducido hasta la crisis integral actual. Y, aunque cueste un poco de entender, el independentismo actual de Catalunya es muy útil para acabar con el régimen político PP-PSOE. Quizás no es posible un matrimonio de amor por ahora España-Catalunya, pero sí de interés. Los matrimonios de interés son los más sólidos y en bastantes casos el mutuo interés conduce al amor.

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