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Jordi Martí y Ada Colau, o cuando es todo muy extraño

Jordi Martí durante las primarias del PSC / ENRIC CATALÀ

J. J. Caballero

Jordi Martí fue en la pasada legislatura presidente del grupo socialista en el Ayuntamiento de Barcelona. Como jefe de la oposición municipal se planteaba plantar batalla a Trias en las municipales que se acaban de celebrar. Pero perdió en las primarias ante Jaume Collboni. E incluso quedó por detrás de Carmen Andrés. Junto a otros representantes de la corriente nacionalista, también decepcionados por la falta de rumbo del PSC, se integró en MES (Moviment d’Esquerres), liderado por Ernest Maragall.

En los movimientos previos a la composición de las listas electorales a Martí le ofrecieron figurar, en representación de MES, en el número dos de la candidatura de ERC. Pero Martí declinó la oferta, aunque inmediatamente después defendió que MES debía integrarse en esa candidatura. Y así fue, bajo una premisa: no debía ser él el representante, porque se supone que debía esperar a retos mayores (¿las autonómicas?). El resultado fue que, en efecto, MES tuvo sus candidatos en la lista de Esquerra pero en una posición que todo el mundo daba por descontado que no obtendrían escaño. Es decir, renunció a un puesto en el que hubiera resultado elegido y defendió que MES siguiera de la mano de ERC pero en un lugar en el que las posibilidades de salir elegidos eran muy remotas. Y así fue, porque Esquerra obtuvo cinco concejales y justo la sexta candidata era la representante de MES, Gemma Sendra.

El enfado de Ernest Maragall

En resumen, que MES consiguió ganar votos para ERC pero sin sacar ningún rédito electoral propio. ¿Cómo se explica entonces que haya batallado para competir con Ada Colau y a las primeras de cambio haya aceptado el cargo de designación directa de mayor rango en el Ayuntamiento de Barcelona? Habrá que ver también cómo explica Ada Colau el fichaje de un genuino representante de esa vieja política que ella quería desterrar.

Admitamos que resulta extraño, aunque bien pudiera ser que Colau, inquieta ante la falta de gente con experiencia en su candidatura, quisiera contactar con alguna persona que conociera los mecanismos de la maquinaria municipal. Alguien le sugirió el nombre de Martí y de su primer encuentro el ex concejal socialista salió prácticamente con el cargo en el bolsillo. Eso ocurrió en el mismo momento en que sus compañeros de MES apostaban y negociaban con Barcelona en Comú y los socialistas un pacto de izquierdas, una nueva versión de tripartito.

La fuga de Martí no parece haberle hecho mucha gracia a Ernest Maragall, a tenor de su comentario en twitter: “Las soluciones profesionales/personales son incompatibles con el proyecto colectivo. Adiós Jordi. MES mira lejos, al acuerdo de izquierdas por BCN”. De hecho, por lo que se deduce del tono empleado, lo podía haber resumido en mucho menos de 140 caracteres.

Ernest Maragall fija en esas pocas palabras su empeño en construir una alternativa de izquierdas en clave soberanista, una opción que ha perseguido desde que decidió abandonar el PSC. Maragall siempre ha sostenido que no se puede dejar en manos de CiU el patrimonio del discurso soberanista, de ahí que su formación intente ahora esa opción en el Ayuntamiento.

ERC, a la espera del 27 S

MES es la formación que mejor representa el legado de Pasqual Maragall, un legado, que, por cierto, nadie parecía querer asumir en la campaña electoral. Sólo al final Ada Colau reivindicó la gestión de Maragall al frente del Ayuntamiento, considerada la mejor del último siglo. Sus herederos naturales de MES trataron de hacer llegar el mensaje al elevtorado, pero su voz quedaba oculta por la potencia de las siglas de ERC y su discurso casi monotemático centrado en la independencia. De hecho, hasta el lema de su campaña, Si, estaba formulado en esa línea.

Ahora Maragall y Martí están en bandos opuestos. Aunque sólo en teoría, porque parece claro que Esquerra pretende llegar al 27 S sin quedar contaminada por Ada Colau. De ahí que suene a órdago la propuesta de los republicanos de que Colau abrazara la hoja de ruta independentista pactada con Artur Mas. Alguna experiencia tiene ERC en poner en aprietos a sus compañeros de viaje. O si no, que se lo pregunten a Pasqual Maragall, que al final tuvo que expulsarlos del Govern. O a los socialistas del PSC, que aún están en plena travesía del desierto por el desgaste sufrido en los gobiernos tripartitos de la Generalitat.

Por eso parecía extraño que Ernest Maragall se lanzara a los brazos de ERC y que acompañara a su hermano Pasqual a algún mítin de los republicanos, sabedor de lo que significaba esa presencia. Resultó extraño sobre todo para quienes recuerdan su época de conseller d’Ensenyament con el tripartito y sus diatribas (off the record, eso sí) contra Esquerra Republicana. Altos cargos socialistas de la Generalitat de aquella época también podrían explicar cómo tuvieron que lidiar con algunos cuadros de poder republicanos.

El precedente de Mascarell

No es la primera vez, ni será la última, en que algunos buscan su lugar bajo el sol con movimientos que pueden resultar extraños. Un buen amigo de Jordi Martí, compañero de partido y compañero de consistorio, Ferran Mascarell, ya dio la sorpresa cuando fue seducido por Artur Mas y se incorporó al Govern de la Generalitat. Mascarell consiguió así un currículum sorprendente: concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona con el PSC, conseller de Cultura de la Generalitat con el PSC y de nuevo conseller de Cultura, pero ahora con CiU.

Tras el desconcierto inicial por el movimiento de Jordi Martí, a Ada Colau se le presenta un horizonte en dos fases: una primera de transición y negociaciones para hacer posible la gobernanza y una segunda, a partir del 27 S, en que confía que los resultados de las autonómicas no trastoquen sus planes de conseguir amplios apoyos o incluso la incorporación al gobierno municipal de ERC y PSC. Porque con 11 concejales poco podrá hacer si no logra complicidades.

Con permiso, naturalmente, del factor humano. En política, más allá de las ideologías, hay cosas que resultan muy extrañas.

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