Hace unas semanas, a los que advertían que no era serio pretender que la Unión Europea encajaría con entusiasmo la separación de Cataluña de España se les acusaba de promover “la estrategia del miedo” o de poner “palos en las ruedas”.
Cuando el propio líder del proceso independentista, Artur Mas, acabó reconociendo que Cataluña tendría que salir de la Unión Europea si se independizaba de España, nadie desde el bando secesionista, se tomó la molestia de reconocer la razón de quienes lo habían advertido. Hay más contradicciones y riesgos en el “proceso soberanista”. ¿Denunciarlos vuelve a ser “poner palos en las ruedas” o fomentar “la estrategia del miedo”? “Si no estás por la independencia, por lo menos no pongas palos en las ruedas”, me decía un interlocutor en uno de los habituales debates sobre esta cuestión.
¿Qué debo hacer, pues? Callar ante comportamientos y decisiones que me parecen desacertados? ¿Dar por bueno que todo lo que hacen o dicen Mas, Junqueras, Forcadell y compañía hay que suscribirlo a pies juntillas? Es frecuente la alusión a que, en el camino hacia la independencia, hay que renunciar a todo lo que enfrenta a los partidos y grupos políticos que lo transitan.
Quien más claro y contundente se ha manifestado en este sentido es Oriol Junqueras, que no se ha privado de afirmar que si hay que elegir entre Cataluña y la izquierda él se queda con Cataluña. Cuando hizo esta afirmación, me quedó rondando por la cabeza una pregunta añadida: “Entre Cataluña y democracia, ¿qué?”. Estoy seguro que Junqueras contestaría, sin dudarlo, que “democracia”. No tengo tan claro cómo responderían algunos (¿muchos?) de los que me piden que si he de “poner palos en las ruedas” en el “proceso soberanista”, mejor que me calle.
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