Estos días, los bancos y las empresas presentan sus balances del 2013 y dan a conocer el dinero que han ingresado sus ejecutivos y dirigentes. Las cifras desfilan delante de los ciudadanos sin comentarios por parte de los periodistas que nos las cuentan. Los comentarios de quienes descubren el alcance esas remuneraciones os los podeis imaginar.
De entre las cifras que hemos conocido estos días hay una que he tenido que reconfirmar por diversas vías porque más bien parecía un error del periodista que un dato real. Se trata del dinero que se ha llevado el consejero delegado del Banco de Santander al dejar el cargo: 88 millones de euros. Me cuesta de entender que una persona con un mínimo de dignidad acepte que una retribución así es aceptable. Alfredo Sáenz, a sus 72 años, sabe que hay muchísimos jubilados de su edad que reciben prestaciones mínimas. ¿Qué debe pensar si se pasea por las calles y plazas de este país?¿O cuando mira los informativos en televisión?
No es solo él, claro. Las bofetadas son reiteradas. El presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, se embolsó 7.4 millones de euros el año pasado. Emilio Botín, el presidente del Santander, recibió 3 millones el 2013 solo en sueldo. Y su hija, Ana Patricia, 4,84 millones en sueldo y 1,44 millones en pensiones. Total, 6,2 millones de euros.
Cada noticia, un insulto, una bofetada.
Millones de personas sobreviven en España con poco más de 400 euros. Javier Marín, el sustituto de Sáenz como consejero delegado del Banco de Santander, recibía 350.000 cada mes del 2013.
No es sólo un problema nuestro. Lloyd Blankfein, el máximo responsable de Goldman Sachs, ingresa dos millones de dólares anuales, a los que hay que añadir más de 20 en primas.
Comparados con estos sueldos, casi que parecen aceptables los que cobran la presidenta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Janet Yellen (147.070 euros al año) o el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi (378.040 euros).
Un sistema que funciona con estos desequilibrios está condenado al fracaso, al colapso. I, triste es decirlo, pero si no se corrige esta deriva, la violencia acabará llegando. Tarde o temprano.