Muchos de los que leéis este artículo habréis pasado algún rato en los servicios de Urgencias de alguno de nuestros hospitales. Yo lo he hecho en diversas ocasiones, acompañando a mi madre, mi padre o algún conocido. Conozco los servicios de Urgencias del Hospital del Mar y de San Pablo. Es una experiencia que deja huella.
Mi última visita a las urgencias hospitalarias la hice el sábado pasado. Una amiga tuvo una taquicardia y la trataron en el Hospital del Mar.
Había mucha gente, en camillas distribuidas por habitaciones (“boxes”, le llaman) y pasillos, con enfermeras y médicos yendo arriba y abajo, en una actividad incesante, que parecía no provocarles un estrés especial, supongo que habituados por la experiencia y una cierta resignación. No conocía a nadie. Eran gente normal, sencilla. Hombres y mujeres entubados, enganchados a sondas diversos, amodorrados... Un hombre daba voces.
Intenté imaginarme a Artur Mas, Oriol Junqueras o Pere Navarro en alguna de aquellas camillas. ¿Han ido alguna vez a Urgencias ellos? ¿Qué deben haber pensado si alguna vez han dedicado unas horas a acompañar a alguien atendido en esas circunstancias?.
Algo falla. No puede ser que la atención sanitaria se dé en estas condiciones. Esa es una de las carencias y defectos de nuestra sociedad. Nada nuevo, lo sé. No pasa ahora porque estemos en tiempos de crisis y recortes. Antes de que mandasen Artur Mas y Boi Ruiz ya se producían esos colapsos. Los podemos acusar, si acaso, de no haberlos resuelto o de haberlos empeorado.
Quizás un buen modo de forzarlos a dotar a los servicios de atención urgente de los hospitales de unos medios adecuados a la dignidad de las personas que los utilizan sería que se comprometiesen a ser tratados allí en caso de necesitar ayuda médica de emergencia. Que no vayan a plantas especialmente previstas para ellos o a habitaciones confortables de hospitales privados.
A veces oímos decir que nos gustaría ver a algún gobernante en el metro. A mí me gustaría más verlos estirados en una camilla en el servicio de Urgencias del Valle Hebrón o Bellvitge.
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