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La comunidad islámica catalana, ante la irrupción de Vox: “Su llegada supone la normalización de la xenofobia”

Musulmanes rezando en una mezquita de Salt (Girona).

Pol Pareja

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Faltan apenas 72 horas para que Vox irrumpa en el Parlament con 11 diputados, pero los musulmanes que están en la asociación islámica Ciutat Meridiana viven ajenos a lo que sucederá en las elecciones catalanas. Casi ninguno de ellos irá a votar el domingo de los comicios. “Por aquí se habla poco de Vox”, señala Abdelhai Akay, secretario de esta mezquita, mientras enseña las instalaciones. “Yo tampoco votaré, llevo aquí 23 años y todavía no tengo la nacionalidad”. En esa sección censal la ultraderecha arrasará al cabo de pocos días: será la segunda fuerza con el 23% de los sufragios. 

Situada en una empinada cuesta del desmejorado barrio de Torre Baró, uno de los más pobres de la ciudad, en esta gran mezquita de tres pisos los musulmanes de la zona viven en una realidad paralela, ajenos a los conflictos de la política parlamentaria. Los fieles y sus hijos aprenden árabe y leen el Corán en unas aulas de la planta superior. En la planta del medio, una puerta entreabierta permite ver a decenas de menores haciendo artes marciales. En la planta baja, el gran espacio de rezo está en obras, ampliándose, y por esto Akay pide que no se tomen fotografías. 

“Todo lo que ves nos lo hemos pagado nosotros, con aportaciones de gente que tiene salarios de poco más de 1.000 euros”, explica Akay. “No tenemos voz en ningún lado y si queremos que nuestros hijos estudien nuestro idioma y nuestra religión, nos tenemos que buscar la vida”.

Catalunya es la comunidad con más musulmanes de toda España. Según el Estudio Demográfico de la Población Musulmana, elaborado por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), hay 564.000 musulmanes de un total de 2,1 millones repartidos por el país. Según datos de la Generalitat, actualmente hay 283 mezquitas en Catalunya, el doble que hace 15 años. 

Durante toda la campaña, el colectivo se ha visto en el punto de mira de la ultraderecha, que les vinculó con el terrorismo e hizo constantes llamamientos a frenar la “islamización de Catalunya”. Los representantes de Vox llegaron a ir a Ripoll (Girona) para proclamar que era la “cuna del yihadismo”. Tras las elecciones, la comunidad musulmana vive con cierto escepticismo la llegada de una fuerza como Vox a las instituciones. Más allá de una condena unánime de sus mensajes islamófobos, hay todo tipo de perfiles: asustados, despreocupados y también indignados por el silencio del resto de partidos ante lo que consideran mensajes inaceptables. 

Otros, como el secretario de la mezquita de Torre Baró, directamente consideran la política parlamentaria como algo que no va con ellos. Sin apenas contacto con otras personas de fuera de la comunidad, sin capacidad de votar y sin ningún partido que les acabe de representar, el debate público se escucha muy lejos desde este barrio situado en las afueras de la ciudad.

“La llegada de Vox supone la normalización de este discurso xenófobo e islamófobo”, opina Muhammad Ghaidoni, presidente de la Unió de Comunitats Islàmiques de Catalunya (UCIDCAT), que agrupa a 185 de las 283 mezquitas mencionadas. “Pero aún nos preocupa más el silencio de otros partidos ante este tipo de mensajes”.

La comunidad islámica ha tenido un inusual papel durante la última campaña catalana. En apenas una semana las tres federaciones islámicas que agrupan el 90% de las mezquitas y la entidad Musulmanes contra la Islamofobia emitieron dos comunicados conjuntos. En el primero anunciaron que presentaban una denuncia a Vox por el vídeo de campaña en el que se mezclaban noticias de la comunidad musulmana con imágenes de los atentados de Barcelona, que ya está siendo investigado por la Fiscalía. El 12 de febrero volvieron a trasladar su descontento por el “silencio atronador” del resto de partidos ante los ataques a los musulmanes durante los debates televisados.

No es tanto lo que vaya a poder hacer Vox -no tienen ningún tipo de mayoría- sino el eco de sus mensajes lo que preocupa. “Si la ciudadanía ve que se pueden decir este tipo de barbaridades sin consecuencias, nos da miedo que algunos se sientan legitimados para ir más allá”, opina Muhammad Kambou, un joven de 24 años que forma parte de la organización Musulmanes contra la Islamofobia.

“No debería estar permitido que un partido ataque a una religión de esta manera tan bestia”, señala Alí Yassine, presidente de la comunidad islámica de Ripoll. A diferencia de otros entrevistados, Yassine cree que los musulmanes de su pueblo sí que están implicados en política. “Somos catalanes, tenemos nuestros hijos aquí y pagamos nuestros impuestos”, apunta. “Los que pueden votar están a las 9 de la mañana en el colegio, créeme”. 

Una comunidad “entre dos espadas”

Del medio millón de musulmanes que hay en Catalunya, 200.000 tienen la nacionalidad española. Esto supone una atractiva bolsa de votos que algunos partidos intentan atraer. Varias formaciones han intentado acudir a las mezquitas para presentar sus programas durante la campaña, pero en buena parte de la comunidad cunde la sensación de que solo les quieren por sus votos y no hay una sola fuerza que represente sus intereses.

“Llevo aquí 23 años y siempre me he sentido aislado”, apunta Akay, el secretario de la mezquita de Torre Baró, que trabaja conduciendo un vehículo para la empresa Cabify. “Tengo la sensación de que la única manera que tienes de integrarte en Catalunya es saliendo del islam”.

Cuando se trata de inclinarse por un partido, la posición de muchos musulmanes no está exenta de contradicciones. Los partidos de derecha y ultraderecha son los que más los atacan, pero en cambio defienden posturas con las que comulga la comunidad islámica, como son la lucha contra la eutanasia, la defensa de la familia o el aborto. Cuando miran a la izquierda les ocurre una situación similar: socialmente estos partidos defienden una mayor integración del colectivo y más ayudas sociales para una comunidad con altos índices de pobreza, pero a la vez están en contra de cualquier manifestación religiosa.

“La derecha nos ataca físicamente, pero la izquierda lo hace espiritualmente”, señala el joven Kambou. “Quien más ha ofendido a los derechos culturales de los musulmanes hasta la fecha han sido los partidos de izquierda”. Ibrahim Miguel Ángel Pérez, presidente de la entidad Musulmanes contra la Islamofobia, pone este ejemplo: “Tanto la CUP como Vox están en contra de que haya clases de religión islámica en el colegio”, señala. “No quiere decir que en la CUP sean islamófobos, pero si son religiofóbicos”.

Ghaidoni, de la Unión de Entidades Islámicas, reconoce que en este aspecto la comunidad siempre se ha movido “entre dos espadas”, pero cree que no están igual de afiladas. “Entre una derecha que no te quiere ver y una izquierda que sí pero con la condición de que lo hagas todo en casa, por lo menos la izquierda te da el derecho a existir”, señala en conversación telefónica.

Más allá del crisol de opiniones, todos coinciden en condenar sin ambages los ataques sufridos por los candidatos de Vox en distintas ciudades catalanas durante la campaña. Explican que, aunque no les guste, la formación de ultraderecha forma parte del sistema y tiene que poder ejercer su libertad política. “Es muy peligroso que se instale este marco mental de que hay legitimidad para agredir a un colectivo determinado”, opina el presidente de Musulmanes contra la Islamofobia. “Nosotros ya lo hemos sufrido y es muy desagradable”.

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