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Después de las ITV: la fortuna oculta en Andorra mantiene a los Pujol Ferrusola bajo sospecha

Los Pujol tildaron de "fotocomposición" la nota de Ferrusola sobre misales

Oriol Solé Altimira

Dos confesiones con cuatro años de diferencia. Si el 25 de julio de 2014 era el expresident Jordi Pujol quien dinamitaba su legado político con la carta por la que admitía haber tenido dinero oculto en el extranjero durante décadas, este martes ha sido el único de sus siete hijos que se dedicó a la política, Oriol Pujol Ferrusola, quien tras un pacto con la Fiscalía Anticorrupción ha reconocido ante la jueza que cobró comisiones a cambio de facilitar a empresarios amigos contactos políticos para quedarse con los concursos de las ITV.

Dos confesiones con dos fines muy distintos: el padre, según expuso en su misiva, quería pedir “perdón” a “la gente de buena voluntad que pueda sentirse defraudada en su confianza”. Un perdón político del pueblo que gobernó durante 23 años. Los objetivos del hijo con las ITV son más prosaicos. En primer lugar, evitar ser juzgado por un jurado popular a priori dispuesto a enviarle a prisión ante el desplome de popularidad de la familia. Y ademas, salvar a su mujer de la cárcel. Él lo intentará después del verano, cuando se dirimirá si tiene que cumplir los dos años y medio de cárcel que ha aceptado como condena.

En la carta, Jordi Pujol admitía que su mujer y sus siete hijos tuvieron ocultos durante décadas “unos dineros ubicados en el extranjero”, sin precisar la cantidad de lo que aseguró que era una 'deixa' [palabra catalana equivalente a herencia] de su padre Florenci, célebre banquero vinculado al contrabando de divisas internacionales durante el franquismo. Según Pujol, la 'deixa' oculta ascendía a 140 millones de pesetas (un millón de euros), y la posterior gestión del dinero había generado 4 millones.

Sin embargo, ni para la Fiscalía Anticorrupción ni para el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata la fortuna radica en una herencia. Para ellos el origen del dinero es delictivo y vinculado a la actividad política de la familia, en especial de los negocios que Jordi Pujol Ferrusola (supuesto gestor de los fondos desde 1990 y otro de los focos de la investigación) realizó por todo el mundo y con la Generalitat. El primogénito pasó ocho meses en prisión preventiva el año pasado por evadir hasta 30 millones de euros desde 2012, con la investigación ya iniciada.

Ante el juez De la Mata han desfilado como imputados el propio expresident, su esposa, Marta Ferrusola, y sus siete hijos. Las declaraciones judiciales entre febrero de 2016 y marzo de 2017 de todo un expresident de la Generalitat y su familia no aportaron gran cosa. Los que declararon se mantuvieron firmes en la versión de la 'deixa'. Oriol Pujol llegó a decir que se había desprendido del dinero porque “le incomodaba”.

Los investigadores han tocado varias teclas –Jordi padre, Jordi júnior, Oriol o la propia Ferrusola– como gestores del patrimonio oculto depositados en la banca andorrana, primero en Andbank y después en la intervenida Banca Privada de Andorra (BPA). Las cuentas sobre la multiplicación de la fortuna de los Pujol siguen sin salir mientras se sigue buscando la prueba de cargo definitiva para solidificar penalmente un vox populi de la política catalana durante el pujolismo, esto es, la corrupción familiar ligada a la actividad política del líder nacionalista en la Generalitat.

Las quejas por la falta de colaboración de la familia han sido una constante desde el inicio de la investigación. El caso Pujol tampoco ha sido ajeno a la 'policía política' que anidó en el Ministerio del Interior durante la etapa de Jorge Fernández Díaz. Su exjefe Eugenio Pino responsabilizó del pendrive sospechoso sobre los Pujol a su rival, el comisario Marcelino Martín Blas, del que dijo que lo había obtenido de la agencia de detectives de Método 3 –la misma que grabó a Alicia Sánchez Camacho y Victoria Pujol Ferrusola, la novia de Jordi Pujol Ferrusola, en la Camarga.

El juez De la Mata tuvo que abrir una pieza separada para blindar la investigación a los Pujol de pruebas obtenidas irregularmente que pudieran dar pie al abogado de la familia, Cristóbal Martell, a pedir la nulidad del caso. La causa judicial permanece abierta desde hace cuatro años, primero en un juzgado de Barcelona y después en la Audiencia Nacional.

Los detalles han minado más si cabe la credibilidad de la familia. Tampoco ayudó su actuación en la comisión de investigación del Parlament –“si se sierra la rama de un árbol, caerán todos los nidos”, advirtió Jordi Pujol padre; “no voy por Barcelona con un Ferrari”, dijo, desafiante, el primogénito. Después se sabría que Marta Ferrusola se presentaba como la “madre superiora” de un convento financiero familiar en el que se traspasaban millones como misales con bula de la banca andorrana.

Las transferencias eran coetáneas a la época en que Ferrusola presentaba ante la sociedad catalana como madre ejemplar y edificaba junto a su marido el mito político del pujolismo, un intento de faro moral de Catalunya que funcionó de forma arrolladora en las urnas durante décadas. Hoy es un erial del que muchos han huido. Pero no todos. El pasado mes de mayo, amigos y fieles, como el exalcalde de Barcelona Xavier Trias o el portavoz del partido en el Congreso, Carles Campuzano reivindicaron en un acto en el CIC la figura política y la obra de gobierno del expresident.

Pujol, que pasa las mañanas en un estudio del Eixample de Barcelona en el que escribe, lee y recibe visitas privadas, tomó la palabra al final del acto y defendió que en los 23 años que estuvo al frente de la Generalitat se dejaron “huellas sólidas” que marcaban el camino a seguir para conseguir una Catalunya mejor, como la asunción de competencias en materia de prisiones, policía y sanidad. Fue el primer acto público de apoyo después de que la bomba que soltó un 25 de julio de hace cuatro años le hiciera recluirse y verse despojado de sus honores como expresident y exlíder de Convergència.

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