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Castilla-La Mancha quiere desligarse de su imagen de región de vinos de granel

Vino embotellado

Pilar Virtudes

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La estrategia para el sector del vino en Castilla-La Mancha aborda una nueva etapa que conlleva una mayor planificación del sector, dejando poco margen al azar; abandonar la vinculación de la región con las grandes cantidades y los graneles; y construir una nueva imagen de los vinos regionales muchos más ligados a atributos positivos, como “natural”, “sostenible” y sobre todo “vino ambientalmente responsable”.

Estas son algunas de las conclusiones que se pueden extraer de un análisis pormenorizado del Plan Estratégico del Vino. El documento que presentó hace algunas semanas el Gobierno regional y en el que se ha trabajado con los distintos sectores para impulsar el sector vitivinícola castellano-manchego, señala textualmente como “ligar la imagen del vino a producto responsable medioambientalmente puede ser una gran oportunidad para el vino de Castilla-La Mancha”.

Pago por calidad

El documento señala como, hasta ahora, una parte importante de la comercialización de los vinos se ha ligado a ser la región más productora, con menores márgenes brutos de explotación (13%), mayor especialización en vino a granel y precios finales más ajustados. Esto ha permitido que años anteriores se haya ganado en dinamismo exportador y en aumentar considerablemente nuestro volumen de exportaciones.

Sin embargo, la ventas basadas en productos con bajo valor añadido tienen como consecuencia que el viticultor, eslabón más débil de la cadena, se encuentra con campañas en las difícilmente puede cubrir los costes de producción. La estructura comercial actual está basada en una dinámica de precios bajos que arrastra al viticultor a aumentar la producción en cantidad, frente a calidad, todavía no suficientemente remunerada.

Por ello, el documento proponer cambiar esta estructura ligándose a pago por calidad, al embotellado, a producciones diferenciadas y a productos que tengan también un trasfondo medioambiental, sostenible y cultural.

Para ello, es necesario limitar los rendimientos máximos en viñedo, y que el sector se comprometa en un contexto global con la calidad y estimular una viticultura más profesionalizada que abandone objetivos exclusivamente productivistas.

A juicio del documento, la obtención de rendimientos elevados conlleva consideraciones cruzadas con los conceptos de calidad de la producción y de la imagen global que, desde puntos de vista comerciales, reflejan producciones excesivas. Actualmente, y según señala el documento, la Consejería de Agricultura, Medio ambiente y Desarrollo Rural establece limitaciones administrativas en las declaraciones de cosecha y propone el desarrollo de un proceso de incorporación progresivo de medidas tendentes a la limitación de los rendimientos por hectárea, en beneficio de una mejora notable de la calidad real de la producción y de la imagen cualitativa del sector.

Para abordar la batalla en la calidad, son fundamentales las dinámicas de pagos diferenciados por calidad para la materia prima (uva), que se traslade al valor final de la producción que se comercializa. Para ello, los distintos eslabones de la cadena deben configurarse específicamente para trabajar en la calidad y preservar y potencia los aspectos diferenciales del viñedo regional que más valora actualmente el consumidor, hacérselos llegar a través de estrategias de comercialización para conseguir una predisposición a asumir el pago de un valor añadido por parte de este consumidor de vino.

El consumidor manda

Así, el diseño del sector debe asumir la puesta en marcha de iniciativas y orientaciones de la producción de uva que persigan objetivos específicos y diferenciados de carácter ambiental o social, como puedan ser las producciones de uvas de cepas viejas, la elaboración artesanal y la producción ecológica.

Todo ello, sin lugar a dudas, teniendo en cuenta las sendas que marcan el mercado y sobre todo, el consumidor. Así el Plan considera que “para que el viñedo exprese su potencial productivo hay que reconducirlo a la calidad y definir la orientación productiva del viñedo en función del producto final que se quiera obtener en función de la demanda del consumidor”.

De hecho, en los últimos años la mayor parte de este esfuerzo inversor ha resultado en muchos casos una notable mejora cualitativa en las bodegas pero resulta imprescindible focalizar aún más en mejorar la comercialización y la calidad. En general en las bodegas se han hechos grandes inversiones en transformación y pocas en comercialización y lo que se aborda ahora precisamente es realizar una mejora en comercialización que pasa también por construir una nueva imagen.

En este sentido, las figuras de calidad tienen un papel importante. Por ello, el plan señala que “las denominaciones de origen vínicas deben aumentar su nivel de autoexigencia, sobre todo las grandes, donde es necesario encontrar fórmulas que las acerquen aún más a los consumidores. Por un lado es importante aumentar la calidad media y por otro es necesario diferenciar productos de calidad elevada que actúen como motor” del sector.

Referencias medioambientales y culturales

Por ello, el plan señala como objetivo prioritario “articular una imagen compacta y consistente que integre la referencia al territorio y cultura manchegos, con el acercamiento a las generaciones más jóvenes (incluyendo la ‘nómada’ que pueden ser modestos pero interesantes)... También enfocar a atributos positivos, como ‘natural’, sostenible’ y sobre todo ‘vino ambientalmente responsable’”.

Es interesante la idea de cimentar un lema como que el vino manchego, el mayor productor mundial, es ambientalmente responsable y está a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático lo que puede llevar al sector a ganar márgenes de credibilidad y posicionarse diferencialmente en los escaparates internacionales del vino.

De hecho, el Plan Estratégico apunta la puesta en marcha de una serie de acciones ligadas al cambio climático: “Establecer un innovador escenario de cálculo de huellas, diseño de programaciones de mitigación/compensación de las mismas, su transformación en créditos ambientales”, entre otras.

Esto permite también “ vincular a la imagen y al marketing, el hecho de que toda una región se compromete con un lema como que el vino manchego, el mayor productor mundial, es social y ambientalmente responsable y se posiciona a la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, y además de abrir una vía de anticiparse al futuro, ganar márgenes de credibilidad y posicionarse diferencialmente en los escaparates internacionales e internos, para la sociedad en general, para los distribuidores y consumidores finales del vino, así como atraer de forma más ilusionante a la generación de millennials, o a las mujeres, que son colectivos muy concienciados en el plano ambiental”.

Potenciar el viñedo ecológico y las viñas viejas

También, potenciar el viñedo ecológico es un nuevo mercado y una fuerza comercializadora para la región. Así el plan propone “profundizar en el desarrollo de una viticultura ecológica potenciando su función como sello de calidad agroalimentaria y proyectarse en una alternativa a la viticultura convencional que se practica en la Unión Europea”. Según el documento, hay que destacar el importante papel que tiene la viticultura ecológica, con sus 50.000 hectáreas en el territorio de Castilla-La Mancha, que la hacen la primera superficie vitícola ecológica del mundo, y que por ello debe ser especialmente apoyada en el ámbito del Plan de Desarrollo Rural y de la futura Reforma de la PAC post-2020.

Abundando en la calidad, el plan señala la importancia de aprovechar el potencial de las “viñas viejas” existentes en Castilla-La Mancha. En este sentido, el documento señala, por ejemplo, que para la variedad Airén en Castilla-La Mancha, la medida de edad es de 37,9 años, ya que un 63% de la superficie de esta variedad tiene más de 30 años. De igual modo, Bobal y Chardonnay presentan los valores más elevados de edad, mientras que Macabeo (8,7 años), Garnacha Tintorera (11,8 años) y Syrah (12,7 años) presentan los menores.

Este es un potencial que se puede aprovechar, ya que el mercado liga la consideración de viñas viejas a caldos de alta calidad. Estas viñas se asocian a un limitado desarrollo aéreo, escaso vigor y, principalmente, baja producción y el producto de las mismas alcana la consideración de vinos de alta gama debido a su mayor carga fenólica, intensidad colorante y carácter mineral. Indudablemente que este plus de calidad, está ligado a diferentes factores agronómicos y medioambientales que configuran su valor excepcional, pero es un potencial que para el documento debe pasar por un acondicionamiento y preparación de las mismas desde su plantación y también del manejo adecuado hacia objetivos finalistas a medio-largo plazo.

Investigación

En plan incide en otras muchas estrategias y recomendaciones que poner en marcha en aras de lograr la calidad y la imagen responsable de los vinos de la región. Entre ellas, la apuesta decidida por la trazabilidad o la elaboración de una nueva Ley de la Viña y el Vino pero también “la necesidad de una apuesta importante por el apoyo a la investigación y experimentación en materia vitivinícola, capaz de generar un impulso y refuerzo de su potencial innovador regional”.

Para ello, establece potenciar espacios para la integración global de la investigación vitivinícola regional, con funciones consultivas y de asesoramiento, y vinculados a la Consejería de Agricultura Medio Ambiente y Desarrollo Rural a través del IRIAF, y que podrían estar formados por especialistas de reconocido prestigio y representantes de instituciones y organismos de investigación así como de las organizaciones regionales que asocian a los profesionales agrarios, a las empresas del sector y a los enólogos, para ser lugar de encuentro entre empresas, organismos de investigación, instituciones y la administración regional, que puedan colaborar en la definición de las políticas y estrategias de investigación vitivinícola.

Según el plan, que hace un estudio pormenorizado del viñedo regional, los datos del registro vitícola de 2017, señalan que en Castilla-La Mancha existe un total de 451.160 ha, ubicadas en 617 términos municipales y distribuidas en 393.690 parcelas, que utilizan un total de 50 variedades autorizadas si bien, el conjunto de las diez variedades más implantadas, reúnen el 92,13% de la superficie ocupada. Airén, Tempranillo y Bobal alcanzan, conjuntamente, el 80% de la superficie total, mientras que Garnacha Tintorera y Macabeo ocupan el 10%.

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