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Por qué cantas en los conciertos, y cómo te puede ayudar

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Darío Pescador

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Freddie Mercury, el cantante de Queen, tenía una voz prodigiosa capaz de llenar un estadio. Pero en este concierto en Sao Paulo en 1981 se le pudo ver cediendo el protagonismo al público:

Según Brian May, guitarrista del grupo, algo especial ocurría en el estadio con esta canción. “No sólo la conocían sino que la cantaban. Y no sólo la cantaban sino que la cantaban con una pasión que nos hacía llorar”.

Se podría decir que cantar en grupo nos hace humanos. Desde cantar cumpleaños feliz (una canción en la que la norma es desafinar) hasta corear nuestras canciones favoritas en un concierto o el himno de nuestro equipo, cantar con otras personas nos hace sentir bien. ¿Por qué?

Debemos buscar los orígenes de la música. El primer instrumento musical que se conoce es una flauta tallada del fémur de un oso, encontrada en Eslovenia, que se estima que tiene 40.000 años. Pero los científicos creen que el canto empezó mucho antes como una forma de comunicación.

El lenguaje del canto

Cantar activa las mismas zonas del cerebro que el lenguaje, y en efecto, una teoría sobre el origen de la música es que el canto surge como una evolución del lenguaje maternal, la comunicación por medio de una combinación de canturreo, gestos, ritmos y movimiento, entre las madres y los bebés. 

Pero hay mucho más que lenguaje. El compositor Maurice Ravel tenía afectado el hemisferio izquierdo de su cerebro, donde reside mayoritariamente el lenguaje, y no podía hablar, leer ni escribir, pero sí componer música. Sin palabras sabemos si una canción es triste o alegre.

Escuchar música implica a los centros de memoria del cerebro, como el hipocampo y la partes inferior del lóbulo frontal, y en contra de lo que antes se pensaba, se ha visto que implica a los dos hemisferios. Si seguimos el ritmo con nuestro cuerpo o incluso dando golpecitos en la mesa, se involucra el cerebelo, la parte responsable del movimiento. Cuando tocamos un instrumento o cantamos entra en acción el lóbulo frontal que nos permite planificar (y saber qué nota o qué palabra sigue). 

Cantar tiene efectos muy positivos sobre la salud y el cerebro. Hace que disminuya el cortisol y los niveles de estrés (a no ser que haya que cantar frente a una audiencia exigente). También mejora la memoria y los síntomas del Alzheimer. Ayuda con el habla a personas que sufren de autismo, afasia o tartamudez.

Sin embargo, los efectos se amplifican cuando cantamos en compañía de otras personas.

Cantar en compañía

Se ha comprobado que cantar en un coro ayuda con los síntomas de depresión después de la pérdida de un ser querido. Un estudio de 2012 descubrió que cantar, tocar el tambor y bailar en grupo desencadena la liberación de hormonas que aumentan la tolerancia al dolor de un modo que no lo hace el simple hecho de escuchar música. 

En un estudio con miles de escolares, los investigadores descubrieron que los niños que participaban en un programa de canto y participación musical desarrollaban un fuerte sentido de comunidad e inclusión social. Por otro lado, en un estudio de 2016 con 375 adultos, se observó que las personas que cantaban en grupo tenían una mayor sensación de bienestar y conexión que las que cantaban solas.

¿Por qué cantar es tan mágico? Hay un efecto fisiológico que resulta del control de la respiración. Para cantar tenemos que hacer inspiraciones cortas y espiraciones largas, que es exactamente el ritmo de respiración que induce un estado de relajación. 

Pero además la vibración de las cuerdas vocales activa el nervio vago, el responsable del estado de calma. Simplemente con tararear aumentan los niveles de NO (oxido nítrico) en sangre, que hace disminuir la inflamación, y la variabilidad cardíaca o HRV, que es una medida de la capacidad para controlar el estrés.

Cantar en compañía de forma espontánea además libera endorfinas (los opiáceos internos del cerebro) y la hormona oxitocina, que se liberan cuando las personas se sienten unidas. La famosa hormona de los abrazos o del amor. 

Cantar en grupo nos sincroniza con otras personas, nos lleva a crear un coro de voces en el que todo el mundo participa y se siente arropado. No es de extrañar que a los artistas de Queen se les saltaran las lágrimas. 

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

Foto: Marco Verch

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