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Ismael Sáez, secretario general de UGT-PV: “Los valencianos nos hemos creído una autonomía rica cuando no lo somos y llevamos treinta años empobreciéndonos”

El secretario general de UGT-PV, Ismael Sáez.

Miguel Giménez

València —

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UGT-PV celebraba esta semana en València su IX Congreso bajo el lema 'Junts i Juntes avancem!', una cita en la que Ismael Sáez (València, 1962) veía cómo sus compañeros renovaban la confianza en él para seguir al frente del sindicato cuatro años más -será su segundo mandato, después de que en mayo de 2016 fuera elegido para relevar a Gonzalo Pino-.

¿Está usted satisfecho del amplio respaldo recibido por parte de sus compañeros?

Agradecemos esa confianza. Cuando fui elegido hace cinco años dije que para mí era un honor pero no podía sentirme orgulloso porque no había hecho absolutamente nada que mereciera calificarme así. Una vez los compañeros han reeditado su confianza en esta dirección y avalan nuestra gestión, ahora sí que hay motivos para sentirnos modestamente orgullosos.

¿Qué balance hace de su mandato al frente de UGT-PV?

Considero que la gestión de estos cinco años ha sido positiva, y así lo han valorado los delegados y las delegadas. Ha consistido, básicamente, en adecuar la estructura interna, tal y como nos comprometimos, que supuso una simplificación de las estructuras territoriales para hacerlas más flexibles y con capacidad de amoldarse a las circunstancias que se pudieran producir; y en resolver nuestra situación financiera, que venía lastrada por la crisis anterior y que hoy nos sitúa en un sindicato saneado sin deudas absolutamente con nadie.

¿Se ha conseguido reflotar (económicamente) el sindicato y recuperar la confianza de los trabajadores?

La confianza se supone que se materializa en la afiliación y la afiliación está íntimamente ligada al nivel del empleo. Si lo medimos con la mejora de la afiliación, confianza tenemos porque las cifras han mejorado, y si se hace teniendo en cuenta los resultados de las elecciones sindicales, seguimos siendo una fuerza mayoritaria. No creo que tengamos un problema de confianza.

¿Qué objetivos se marcan de cara a este próximo mandato?

Tenemos que afrontar el próximo mandato consolidando una posición de libertad, que actualmente es absoluta, que a los que puedan venir dentro de cuatro años no les suponga ningún lastre que pueda dificultar su tarea sindical y de defensa de los trabajadores y trabajadoras y de posición en la sociedad valenciana. Es evidente también que nos espera un periodo complejo, puesto que no se ha superado la pandemia, no sabemos los efectos que tendrá sobre la economía de manera estructural una vez se levanten las ayudas a los ERTE y veamos si el panorama es más o menos desolador. Habrá que atender a esa realidad, igual que hemos atendido la realidad durante la pandemia. Además, seguimos defendiendo, como venimos haciendo desde nuestra constitución hace 130 años, un determinado modelo de sociedad que le da gran importancia a lo público; tenemos pendiente elevar el salario mínimo interprofesional al 60% del salario medio; tenemos que corregir los aspectos más lesivos de la reforma laboral que en su día impuso el Partido Popular contra el diálogo social; llegar a un acuerdo en materia de pensiones garantizando el poder adquisitivo de los pensionistas...

¿Qué nos ha dejado la pandemia?

La COVID-19 nos ha enseñado de manera clara que el tamaño del Estado es determinante en la solidaridad de un país, no solo para servicios fundamentales, como la sanidad en este caso, sino para rescatar a trabajadores y trabajadoras, sostener sus rentas, ayudas a los autónomos, a las empresas... Todo el mundo le pide al Estado y el Estado necesita tener recursos para atender esas necesidades. ¿Si las propuestas de algunos partidos son que hemos de bajar impuestos, qué narices hemos aprendido de esta puñetera crisis?

¿La pandemia ha ahondado en la precariedad laboral?

La crisis de 2008 sí que se utilizó como excusa para recortar derechos laborales, pero la situación actual es totalmente distinta. Si hay problemas de precariedad, a mi juicio no obedecen a la pandemia. Produce un efecto evidente en una parte de la economía y genera paro, que ha sido hibernado, suspendido, sostenido, con los ERTE, que determinan un esfuerzo de recursos públicos muy importante. Y eso ha salvado y va a salvar una parte importante del empleo, porque cuando la pandemia se supere, gracias a la vacuna fundamentalmente, esa parte de la actividad económica relacionada con los servicios, la hostelería, el comercio en menor medida... se recuperará con vigor, porque aquí no se ha roto absolutamente nada.

La precariedad obedece a un sistema económico que ha venido trasladando que lo que había que hacer era desregular la economía y, por lo tanto, facilitar la inversión sin mayores trabas. Y esas desregulaciones laborales han jugado un papel más pernicioso, devaluando salarios.

¿Y qué lecciones debemos aprender?

La pandemia puede suponer una pausa en la recuperación de la crisis de 2008 pero también se puede ver como una oportunidad, ya que debe representar un salto en esa Unión Europea imprescindible. Tenemos una desventaja competitiva con Estados Unidos, mientras Europa ha puesto en marcha fondos por valor de 750.000 millones de euros, Estados Unidos ha movilizado 4 billones. La pandemia ha puesto en evidencia que es necesario poner en marcha instrumentos en Europa para actuar en defensa de nuestra economía, de nuestro modo de vida y de nuestros valores, que están en tela de juicio si no tenemos éxito en lo económico.

A mí me encanta escuchar al Fondo Monetario Internacional diciendo que hay que gastar y que no hay que preocuparse por la deuda, y me encanta escuchar a las autoridades monetarias de Estados Unidos decir que hace falta una armonización fiscal en el impuesto de sociedades en el conjunto del planeta. Esto, sin pandemia, no se hubiera escuchado.

¿En un plano más local, cómo ve la gestión del Consell en materia económica para paliar los efectos del coronavirus en la Comunitat Valenciana?

Creo que somos una de las comunidades autónomas que más recursos ha puesto. Se han acordado ayudas para los trabajadores afectados por ERTE, en dos ocasiones; se han establecido ayudas para los trabajadores y trabajadoras que tuvieran que cuidar a sus familiares a causa de la COVID-19; se han planteado ayudas para los autónomos; para las empresas; el Instituto Valenciano de Finanzas ha puesto en marcha un importante número de recursos para facilitar crédito... y todo eso se hace con el tamaño que puedes tener. Estamos acumulando deuda pero no es una deuda que nos deba preocupar, porque si no salvamos la actividad económica entonces sí que tendremos un problema estructural. Y aquí se ha hecho razonablemente y de manera compartida. Se nos ha dado información, se nos ha pedido opinión y se nos ha hecho caso en más de una ocasión. Siempre se puede pedir más, ¿pero de dónde se sacan los recursos?

Y respecto a la gestión sanitaria...

Se ha demostrado durante este largo año que ni se puede cantar victoria ni es fácil vaticinar cómo va a evolucionar la enfermedad. Tuvimos una primera ola bastante reducida en comparación con otras partes del país y sin embargo tuvimos una tercera ola brutal, a pesar de que se habían impuesto restricciones antes que en ningún otro territorio. Es evidente que las cifras actuales demuestran que el difícil equilibrio salud-actividad económica puede dar frutos, aunque quienes se ven más afectados no lo vean así. Yo creo que desde el punto de vista sanitario a lo largo de toda la pandemia se ha hecho bien, y las cifras de mortalidad y contagios están ahí. Una reflexión evidente, si el conjunto de la sociedad le impone a una parte (a los hosteleros, restauradores, comerciantes...) la necesidad de paralizar su actividad económica en beneficio de todos, parece que lo evidente es que aquellos que no se ven sometidos a las restricciones hagan el esfuerzo de sostener las rentas y la actividad económica de quienes se ven obligados por imperativo de los demás a parar. Es lo que hay que hacer. ¿Se ha hecho de manera suficiente? Probablemente no.

Cambiando de tercio, sigue pendiente la reestructuración del tejido productivo valenciano...

Absolutamente. El tejido productivo valenciano se caracteriza, salvo las grandes empresas, que las hay y de primer nivel, por estar compuesto de microempresas, con poco valor añadido, escasa capacidad de inversión, un sector muy diversificado desde el punto de vista industrial, que tiene capacidad de exportar pero que tiene un problema de innovación y de escasa digitalización. Ese diagnóstico está claro. Ese es uno de los elementos que la Agencia Valenciana de la Innovación pretende solucionar intentando identificar dónde podemos introducir toda esa innovación y valor añadido, vinculado sobre todo a sectores de la ciencia valenciana que son más potentes o más desarrollados, con un alto nivel científico pero que estaban alejados de la realidad de nuestras empresas. La compra pública innovadora también tiene un valor trascendental, porque básicamente lo que pretende es que la Administración valenciana, y más concretamente la sanidad, que tiene un presupuesto muy elevado, sea motor de crecimiento de las empresas valencianas y de mejora de la innovación a través de esa compra pública innovadora, como pueden hacer Mercadona, Ford o Stadler respecto de sus proveedores, porque garantizan carga de trabajo y pedidos. Pero todo eso requiere recursos públicos y el presupuesto de la Agencia Valenciana de la Innovación ha venido creciendo pero todavía de manera insuficiente.

Y no hay recursos porque seguimos estando infrafinanciados...

Somos una comunidad autónoma con una financiación por debajo de la media y en términos relativos somos pobres, aunque sea la cuarta en producto interior bruto, y la mayor parte de nuestros recursos están destinados a los elementos fundamentales de atención a los ciudadanos (sanidad, educación, dependencia...). La parte de que dispones para intervenir en la economía, fomentándola y dirigiéndola hacia donde crees que debe ir, es muy pequeña. Si nosotros tuviéramos los recursos de los que dispone el País Vasco, por ejemplo, nuestra capacidad de intervención en la economía, en la mejora de productividad y valor añadido sería mucho mayor. Básicamente ese es el problema, que tenemos productos que compiten en mercados de bajo valor añadido.

Hablando de financiación autonómica, cuando usted accedió a la secretaría general en mayo de 2016 dijo: "O la sociedad valenciana reacciona o estamos perdidos". ¿Ha reaccionado la sociedad valenciana?

Insuficientemente. Es verdad que han pasado muchas cosas, entre ellas la pandemia. Han pasado varios gobiernos por Moncloa, incluida una moción de censura, y con una inestabilidad política así es difícil alcanzar un acuerdo que renueve un sistema de financiación autonómica caducado desde hace siete años y que resuelva los problemas que tenemos, porque esto tiene que ser resultado del consenso. Desde la Comunitat Valenciana se ha defendido que la solución no pasa por quitarle a nadie parte de lo que a día de hoy disfruta, porque si no el acuerdo sería imposible, sino que lo que habría que hacer es un reparto desigual entre las obligaciones de cada Administración y los recursos de los que dispone. Habría que hacer una reasignación de recursos que supondrían 16.000 millones de euros más para el sistema y para el reparto. Pero el contexto político es tan complejo e inestable que el acuerdo es imposible.

¿Y por qué cree usted que la sociedad valenciana no reacciona?

Los valencianos, y quienes no son valencianos, han tenido siempre la sensación de que esta es una comunidad rica. Es verdad que esta es una comunidad que tiene un montón de oportunidades y que es capaz de atraer población de otras comunidades más pobres o con menos oportunidades. Y esta no es una imagen reciente. Pero la Comunitat Valenciana ha sido empobrecida, ha ido perdiendo renta per cápita y por tanto se ha ido empobreciendo de manera relativa en los últimos treinta años de una manera muy clara. Hemos tenido un déficit de infraestructuras y de recursos que venía de atrás y que no se ha corregido y se ha venido arrastrando, sin que los responsables públicos intervinieran en la dirección correcta. Además, disfrutamos de catorce años de crecimiento económico ininterrumpido asociado a un 'boom' inmobiliario y financiero, y eso trasladó la sensación de riqueza patrimonial, de bienestar y de sociedad boyante que permitió ocultar los problemas de déficit que tenía la sociedad valenciana desde el punto de vista de sus cuentas públicas. Y cuando llegó la crisis se puso en evidencia que teníamos un problema muy grave y que había enmascarado esa situación. Lo importante es que los ciudadanos valencianos sean conscientes de que están maltratados desde el punto de vista de la financiación, que no somos una comunidad rica, que somos una comunidad empobrecida y tenemos que reaccionar. Lo primero que tenemos que hacer es ser conscientes de que estamos enfermos, que tenemos un problema de paro y de precariedad superior a la media.

Un ejemplo. El libro 'Los cuentos y las cuentas de la independencia', escrito por Josep Borrell y Joan Llorach, analiza entre otras cuestiones la financiación de las comunidades autónomas y evidencia que la valenciana es una de las autonomías peor financiadas de España. En una entrevista, Josep Borrell, que había escrito el libro, pone a la Comunitat Valenciana como una de las comunidades ricas a pesar de lo que refleja la obra. Eso te da una idea de hasta qué punto está instalada en el imaginario colectivo la idea del 'Levante feliz' y de cómo está interiorizada la falsa imagen de que somos una comunidad rica, cuando los datos dicen lo contrario. Con ese imaginario es difícil movilizar a la gente, aunque en su momento promovimos una gran movilización.

¿Y desde aquel 2017, ha perdido fuerza el discurso reivindicativo del Gobierno valenciano?

Sería un tanto ingenuo no reconocer que, si quien gobierna en España no es de tu signo político le pones más énfasis a tu reivindicación porque te puede dar más rédito político. Y eso lo entiende cualquiera y yo no diré que el presidente Ximo Puig pueda estar ajeno a esa tentación. Tampoco diré lo contrario. Pero es fácil entender que si hubiera un Gobierno de signo contrario, probablemente haríamos más ruido. Pero si las circunstancias fuesen las mismas que son hoy, es decir, de enorme dificultad de gobernabilidad con una serie de apoyos que lo pueden ser para una cosa pero no para otra, pues habría que reconocer que es difícil construir eso. Si además te viene la pandemia como te ha llegado, está claro que es una prioridad para nosotros pero no para el conjunto del Estado. Lo que se está diciendo desde el Consell es que se está recibiendo esa financiación por otro lado, aunque es cierto que acumulamos deuda.

La pasada semana hubo un acuerdo en el Congreso sobre la reforma del sistema de financiación, un acuerdo impulsado por Compromís que incluye a los dos partidos que forman el Gobierno de España, PSOE y Unidas Podemos. ¿Es suficiente ese compromiso?

Todo lo que no sea una solución definitiva al problema, es insuficiente. Tienen que ponerse de acuerdo, porque esas tres formaciones están gobernando aquí. Lo que es cierto es que supone un avance y cohesiona el Botànic.

Para finalizar, en unas semanas se celebra en València el Congreso Confederal de UGT...

Solo se había hecho uno fuera de Madrid, en 1978 en Barcelona, donde se constituyó el sindicato. Desde entonces por primera vez se saca de Madrid para darle más relevancia y porque la Comunitat Valenciana también representa un oasis institucional en un marasmo de confrontación y crispación que yo creo que aquí, afortunadamente, no se da.

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