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'Encerradas': el discurso de privación de libertad de las mujeres a través de conventos, psiquiátricos y prisiones

Vista del patio del manicomio de Jesús en Valencia.

Laura Martínez

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La poeta italiana Alda Merini cuenta en su autobiografía La loca de la puerta de al lado como su estancia en el manicomio de Vergani le afectó hasta las entrañas. “Esa mujercilla huesuda (...) acaba de darte un electrochoque para demostrar que, al fin y al cabo, te ha salvado la vida. Pero en el fondo es para volver a poner todo en su sitio, cada válvula en su sitio. Como si no fuera una mujer, sino un mísero vestigio de guerra”, escribe sobre su estancia, a la que le dedicó varios poemas. Como “le quitaron hasta los zapatos”, su desconfianza hacia el resto del mundo, hacia sí misma, se desbordó: “Cuando alguien me ofrece su amor, pienso que me está engañando, cuando un médico quiere curarme, pienso que no volveré más a su consulta, así es como me escondo del amor. Me aferro a mi manicomio como a la propia vida”.

La autobiografía de la poeta, vagamente conocida en España y rescatada por la editorial independiente Tránsito, es una de las tantas escritorias que han pasado por un encierro. Kate Millet habla de lo propio en Viaje al manicomio; Sylvia Plath deja ver esa prisión mental en parte de su poesía, como Virginia Woolf en sus diarios y su narrativa. Nawal El Saadawi, fallecida en 2021, narra los horrores que sufrió en prisión en Memorias de la cárcel de mujeres, mientras Monika Zgustová relata los testimonios de nueve supervivientes en un Gulag en Vestidas para un baile en la nieve (Galaxia Gutenberg). Cientos de autoras han narrado experiencias de cauterio en múltiples formas: el convento, el psiquiátrico, la prisión o, la más socialmente aceptada: el matrimonio.

La figura del encierro o cautiverio es una de las formas más evidentes por los que se ejerce el poder en las sociedades y , como el resto de elementos disciplinarios, no solo ejerce influencia sobre la penada: envía un mensaje coercitivo a todo el colectivo. En Encerradas: mujer, escritura y reclusión (Tirant Editorial, 2022) las profesoras Purificació Mascarell y Verónica Zaragoza analizan con una veintena de autoras los discursos del cautiverio femenino y su influencia en la literatura.

A través de textos autobiográficos y su plasmación en la ficción, el volumen aborda la experiencia femenina de la privación de libertad. Se analizan cartas, diarios, autobiografías y obras narrativas, en un rescate y estudio de textos escritos por mujeres para su reivindicacion, desde las ideas de Juana Inés de la Cruz hasta obras contemporáneas, pasando por el análisis de la literatura española de la posguerra o la narrativa sobre la pena de muerte de Marina Perezagua (Seis formas de morir en Texas, editado por Anagrama).

El libro, centrado en los confinamientos forzosos, dedica un espacio de análisis para la figura de los conventos como espacio para la liberación intelectual; contrapone la celda conventual como castigo a la celda como espacio de pensamiento, intimidad o inspiración. El convento, afirma el prólogo, en base al estudio de Juana Inés de la Cruz y su defensa del derecho a la sabiduría femenina, ha sido un impulso para la creación literaria y el desarrollo intelectual de las mujeres, proporcionándoles un espacio en el que dar rienda suelta a su creación frente a la muerte de la vida interior que representaba el matrimonio convencional. En el campo de las instituciones psiquiátricas, ramificaciones de las manifestaciones de poder, las autoras enfatizan en que “la relación entre mujer y locura ha sido explotada de un modo salvaje por el patriarcado para conseguir el control sobre figuras femeninas alternativas, rebeldes o histéricas”. Así, a través de los testimonios que han sido ignorados, el volumen pretende recuperar voces apartadas a los márgenes y situarlas en el centro del discurso para ser conscientes de su impacto.

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