Timidez excesiva: ocho consejos para superarla

Timidez

Cristian Vázquez

0

La timidez no siempre es mala. Es un rasgo de la personalidad que, en mayor o menor medida, puede aparecer en diversas situaciones e influir sobre el comportamiento, pero sin generar mayores inconvenientes.

Sin embargo, cuando la timidez es excesiva, sí se convierte en un problema. Las personas que la experimentan “tienen un comportamiento que limita su desarrollo social en la vida cotidiana”, en palabras del psicólogo Manuel Escudero. En concreto, una persona demasiado tímida se torna muy retraída cuando se encuentra con otra gente.

Tiene hacia sí misma una actitud de vigilancia permanente que la lleva a concentrarse solo en la imagen negativa que tiene de sí misma y en los errores que puede cometer, por lo cual su preocupación acerca de su propia conducta es constante.

Todo esto condiciona su forma de estar con los demás. La persona se siente incómoda e inhibida y experimenta ansiedad anticipatoria, es decir, una especie de miedo o angustia por algo que no ha ocurrido pero que teme que en algún momento suceda.

Las consecuencias de este malestar suelen hacerse evidentes en el cuerpo: la timidez excesiva a menudo provoca sudoración profusa, rubor, palpitaciones, sequedad en la boca y temblor en las manos o en la voz.

Y no solo eso, sino que también resulta afectada el área cognitiva. Cuando la timidez arrecia, es normal que cueste mantener la concentración, que el pensamiento se desorganice y que se produzan olvidos o “lagunas” mentales. El nerviosismo pasa a ser el estado dominante.

El resultado es que “sus peores pesadillas se cumplen y ratifican la idea de que no tiene habilidades sociales”, explica un documento publicado por el gabinete El Prado Psicólogos, con sede en Madrid. En consecuencia, se produce un círculo vicioso del cual parece cada vez más difícil escapar.

¿Cuáles son las causa de la timidez?

No obstante, hay que tener en cuenta que no es lo mismo la timidez que la introversión. Esta última es una característica de las personas que disfrutan de estar solas y con frecuencia prefieren las actividades solitarias o con pocas personas en lugar de las que implican las relaciones con mucha gente. Pero no temen los encuentros sociales.

Los tímidos, en cambio, sí desean mayor contacto con los demás. Pero los efectos ya señalados -el retraimiento, el temor a ser señalados o juzgados, la ansiedad- perjudican su modo de relacionarse con las otras personas, lo que los lleva a sentirse frustrados y deteriora su vida social y de pareja.

¿Cuáles son las causas de esta característica?

Muchas y de diversa índole. Existen estudios que demuestran que, en parte, la timidez está determinada por la herencia genética e incluso por elementos tan curiosos como el momento del año en que la persona haya sido gestada y haya nacido.

La exposición materna “a poca luz diurna durante el embarazo, especialmente en el punto medio de la gestación, predice un mayor riesgo de comportamiento tímido en los niños”. Así lo afirma un trabajo de científicos de Estados Unidos, que apunta que la clave estaría en la variación de los niveles de melatonina de la madre.

No obstante, según los expertos, tales elementos genéticos tendrían un 30% de la “culpa” de la timidez. El otro 70% se relaciona con factores del entorno, como haber sido criado con un apego inseguro (es decir, sin lazos afectivos adecuados con sus padres), o con una autoestima débil, que genere inseguridad y falta de confianza.

Además, la timidez -añaden los expertos- podría ser causada o exacerbada por experiencias traumáticas, como haber sido objeto de burlas o humillaciones o haber sufrido ambientes familiares, escolares o laborales demasiado hostiles y estresantes. 

Consejos para vencer la timidez

Para contrarrestar los problemas originados por una timidez demasiado pronunciada, se pueden tomar algunas medidas como las que se enumeran a continuación.

1. Reconocer la timidez. Un estudio de la Universidad de California en Los Angeles demostró que poner nombre a las emociones negativas ayuda a vivirlas con menor intensidad. Por lo tanto, admitir la propia timidez es una buena forma de quitarse presión de encima y comenzar a relajarse.

2. Hacer una lista de las situaciones sociales que provocan ansiedad. Y del modo más concreto y específico que sea posible, según recomienda Pau Forner Navarro, autor del libro ‘Dirige tu vida’ (Planeta, 2018) y especialista en el desarrollo y la mejora de habilidades sociales.

3. Practicar cómo afrontar esas situaciones. Esa práctica, en una primera instancia, puede ser en solitario (por ejemplo, frente a un espejo), luego con personas de confianza y, por último, en circunstancias reales. Esto debe hacerse de forma gradual. “Se trata de sustituir un hábito negativo, la timidez, por otro positivo”, apunta Forner Navarro.

4. Aprender a usar comentarios o temas que funcionen como herramientas en situaciones concretas: para iniciar una conversación, para salir de un silencio incómodo, etc. Pueden ser asuntos triviales (resultados deportivos, series de moda, etc.) pero de gran utilidad.

5. Usar técnicas de relajación: pueden ser de respiración profunda, meditación, mindfulness, etc. La persona tímida puede recurrir a ellas cuando sienta que la timidez le empieza a generar incomodidad. De este modo, explican desde el Centro de Psicología Madrid (Cepsim), se pueden desarrollar “habilidades de autorregulación emocional”.

6. Cambiar la postura corporal. La imagen de una persona también dice cosas de ella: un estudio de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, concluyó que la llamada “postura de poder” (la cabeza en alto, los hombros hacia atrás y los brazos a los costados ocupando espacio hacia los lados) brinda una imagen de autoconfianza. Y también ayuda a reducir el estrés y la ansiedad.

7. Entender que no puede suceder nada demasiado malo. El psicólogo Daniel Colombo recomienda pensar “qué es lo peor que podría ocurrir”. ¿Qué error o qué torpeza puede ser tan grave en la interacción con los demás? Analizarlo de la forma más fría y objetiva posible también contribuye a ver los miedos en su justa dimensión.

8. Tener paciencia. Dejar atrás la timidez puede ser un camino largo, con pequeños “tropiezos” que den lugar a momentos embarazosos. El desafío es lograr que no sean obstáculos insalvables sino parte del aprendizaje.

En cualquier caso, desde luego, siempre se puede acudir a una consulta de terapia psicológica para que un profesional proporcione el acompañamiento individualizado y específico que la situación requiera.

Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines

Etiquetas
stats