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Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

Con Rivera, no

Albert Rivera

Javier Pérez Royo

Si Pedro Sánchez tenía alguna duda el 28A, me imagino que habrá dejado de tenerla después del resultado de la consulta conocido este 24 de noviembre. Con Rivera, no y con “La España en la que creo” tampoco. Esa es la España que le gusta a la derecha y que incluso jalea la derecha contra los socialistas. La opción por un gobierno de coalición de izquierda ha resultado abrumadora.

Las dudas son comprensibles. No hemos tenido en la dirección del Estado ninguna experiencia de Gobierno de coalición y es difícil imaginar un momento con más dificultades para iniciar la experiencia que el que estamos atravesando. Pero es lo que suele ocurrir. Si hubiera que esperar al momento propicio para poner en marcha un gobierno de esta naturaleza, no se constituiría nunca. La posibilidad de experiencias nuevas no surge en los momentos de estabilidad, sino en los de crisis.

Está claro que sin la doble crisis constitucional, la del Estado Social como consecuencia de la crisis económica a partir de 2008, y la crisis de la Constitución territorial a partir de la sentencia sobre la reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya, no se habría producido la quiebra del sistema de partidos que se había ido afirmando progresivamente cada vez con mayor intensidad desde las primeras elecciones constitucionales de 1979. E incluso antes. Desde las del 15 de junio de 1977.

Esa doble crisis constitucional no destruyó, pero sí fracturó el sistema de partidos que había presidido el desarrollo de la Constitución de 1979. Tuvo una primera expresión en las elecciones europeas de mayo de 2014 de alcance todavía muy limitado y una expresión rotunda en las elecciones de 2015, municipales y autonómicas en mayo y generales en diciembre. Desde entonces tenemos partidos, pero no un sistema de partidos. De ahí la dificultad de formar gobierno y la necesidad de repetir elecciones.

La pretensión de seguir con gobiernos monocolores, populares o socialistas, como si siguiéramos en el pasado, se ha revelado infructuosa. Ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez han podido garantizar la gobernabilidad del país. Y no la han podido garantizar porque no hay mayor obstáculo que pensar que lo que ha tenido éxito en el pasado lo va a continuar teniendo también en el futuro.

No se trata de hacer abstracción de la experiencia acumulada en estos cuarenta años, porque, entre otras cosas, es prácticamente la única experiencia democrática de la que disponemos. Hay que construir a partir de lo que se ha venido haciendo desde la entrada en vigor de la Constitución y no pensar que se empieza de cero. Pero hay que hacer política de forma distinta a como se ha venido haciendo.

Los electores no han expresado un rechazo frontal a la forma de hacer política del bipartidismo, pero sí han indicado de manera inequívoca que ya han tenido bastante y que quieren algo distinto. En qué consiste ese algo distinto es lo que PSOE y Unidas Podemos tienen que averiguar.

Es posible que ese algo distinto se hubiera podido articular con la participación de Ciudadanos en un gobierno presidido por el PSOE. Pero su escoramiento a la derecha ha sido tan extremo que se ha inhabilitado para una operación tal. Tras el 28A, fue su estrategia política la que hizo imposible un gobierno de coalición con el PSOE, que, en todo caso, hubiera encontrado además una resistencia muy notable en la militancia de este último, como dejó claro el “Con Rivera, no” de la noche electoral. Tras las elecciones del 10N, ya no existe siquiera esa posibilidad.

Al Gobierno de coalición se llega a la fuerza. Ha sido el fracaso del sorpaso del PSOE por Unidas Podemos en 2016 y el fracaso de la estrategia del PSOE de repetir elecciones para poder prescindir de Unidas Podemos en 2019 el que nos ha traído hasta aquí. Ninguno de los dos quería llegar a este momento en la situación en que se encuentran. Pero esto es lo que hay.

Ahora toca hacer de la necesidad virtud. Al acuerdo se ha llegado porque Rivera ha llevado a Ciudadanos a donde lo ha llevado y no por voluntad propia de PSOE y Unidas Podemos. El “Con Rivera, no” de los militantes del 28A no fue suficiente para Pedro Sánchez y la dirección socialista. Ha sido necesario decirlo por segunda vez.

Afortunadamente, Ciudadanos ha dejado de ser una opción, porque, de lo contrario, no las tendría todas conmigo.

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