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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

25-M, un buen comienzo

Gonzalo Boye Tuset

Los inesperados -aunque, para muchos, deseados- resultados electorales del pasado domingo obligan a realizar una doble reflexión. Ante todo, sobre sus implicaciones directas, pero también sobre el probable escenario que plantean de cara al futuro. Desde Contrapoder no podemos renunciar a posicionarnos sobre un tema que nos afecta tanto, especialmente desde una perspectiva transformadora, preocupada por el secuestro de la legalidad y el atropello de los derechos humanos por parte del poder político y económico.

Un buen punto de partida para el análisis es la definición de sus premisas. Y para ello, nada mejor que comenzar por establecer lo que a nuestro juicio significa ganar o perder unas elecciones.

En la reciente contienda europea los dos partidos tradicionales -exponentes máximos del bipartidismo- fueron de nuevo los más votados. Algunos insisten en considerar que el PP ha ganado las elecciones. Nosotros, sin embargo, pensamos que tanto PP como PSOE han sido derrotados. La legitimidad de ambos partidos no ha quedado destruida, pero sí muy cuestionada. También la de sus propios líderes, quienes, sin duda, deberían asumir su responsabilidad no ya de este batacazo electoral, sino sobre todo del distanciamiento entre sus políticas y los ciudadanos a los que dicen representar. Perder más de 5 millones de votos no implica un mero varapalo. Supone un cambio de ciclo en el que la movilización ciudadana y las izquierdas transformadoras podrían tener un protagonismo decisivo.

Los 6 diputados de la Izquierda Plural, los 5 de Podemos, los 2 de Esquerra, el de Bildu/BNG y el de Primavera Europea dan cuenta clara de la crisis del bipartidismo más rendido a las políticas de la Troika. Izquierda Unida casi ha triplicado sus votos y Podemos ha surgido con fuerza arrolladora en representación de un importante sector social que no se siente representado ni por el PSOE ni por IU. Estos resultados constituyen un auténtico avance democrático, que refleja parte del trabajo destituyente hecho por el 15-M, la PAH y las mareas ciudadanas en estos últimos años.

Este crecimiento, ciertamente, no siempre es dulce. La dirección de IU debería aprovechar estos resultados para realizar un profundo análisis sobre la viabilidad de una estructura interna que marca un claro desapego con sus propios electores y que obstaculiza el liderazgo interno de su sector más joven e involucrado en los movimientos sociales.

En efecto, parte fundamental del análisis postelectoral le corresponde hacerlo a la dirigencia de IU. Tendrá que valorar el mensaje que el electorado de izquierda ha enviado: los partidos tradicionales no nos representan. Sobre esa base, debe buscar un más claro y real acercamiento a aquellos partidos, plataformas, colectivos y formas de hacer política que conectan con este mensaje. A partir de este avance de las izquierdas, el futuro pasa por saber gestionar el éxito y por transformarlo en una plataforma de avance hacia un modelo político distinto al del turnismo al que nos tiene acostumbrados el bipartidismo.

Contar con casi un 18% del electorado no debe interpretarse en clave triunfalista. Muy por el contrario, debe tomarse como una obligación de continuar dando la batalla para lograr el cambio deseado por muchos. Como bien apunta Isaac Rosa, hasta el momento sólo han confiado en este cambio algo más de 2,7 millones de españoles. Debemos ser conscientes de que, para producirse, hacen falta más apoyo y más votos.

Matemáticas aparte, lo que la ciudadanía realmente ha dicho es que está harta de la cultura de la Transición y del régimen político nacido en 1978, que espera algo más para el futuro y que buena parte de las soluciones han de venir de la izquierda y desde abajo. Estas fuerzas tendrán, de una vez por todas, que asumir su responsabilidad generando no sólo un espacio y marco adecuados para el cambio, sino también un discurso ilusionante y solvente que permita consolidar los resultados de estas ya pasadas elecciones europeas.

En las próximas citas electorales (municipales, autonómicas y generales) nos jugaremos el futuro. De cara a este ciclo, las izquierdas deberán caminar firmes y sin pausa si no quieren, una vez más, frustrar las expectativas que estos resultados europeos han generado en quienes les hemos dado nuestra confianza. En este sentido, lo mejor será comenzar por cumplir los compromisos adquiridos en sus correspondientes discursos de campaña. Junto con ello, también será necesario avanzar en la consolidación de un espacio alternativo al que propone la derecha, mayoritaria en el Parlamento de Bruselas, y mantener una férrea oposición a la ultraderecha que se ha consolidado en este desgastado -que no viejo- continente.

Las elecciones europeas ni pueden ni deben ser un mero ejercicio de expresión de la indignación de la ciudadanía. Su importancia es mucho mayor y su lectura debe ser acorde con ella. Han de ser vistas y utilizadas como un punto de partida para devolver poder a la sociedad y para transformar las instituciones en todas las escalas posibles: en los municipios, comunidades autónomas y, por supuesto, en el gobierno del Estado.

Dentro de esos escenarios, uno esencial es el del reconocimiento, consolidación y potenciación de liderazgos que contribuyan a dar voz y a organizar a la ciudadanía y que expresen nuevas formas de hacer política.

Seguramente, para Podemos este proceso resulte más sencillo que para IU. Insistimos: para adaptarse a estos tiempos y necesidades, IU tendrá que contar con la altura de miras y la generosidad de sus actuales dirigentes. Estos deberán ceder espacio y poder a quienes están llamados a dirigir un proceso de cambio que, dadas las condiciones, podría ser imparable.

Asimismo, la consolidación de un escenario favorable al cambio pedido por los ciudadanos en estas recientes elecciones pasa por la generación de ideas, conceptos y modelos de transformación no aplicados (o desarrollados) hasta la fecha. Será necesario abandonar la retórica y pasar a la práctica, es decir, dejar de hablar de cambios en general para exponerlos en concreto, con propuestas serias, profesionales y sustentables.

Desde Contrapoder hemos iniciado hace ya algunos meses ese camino: el del debate y exposición de marcos e ideas que sirvan para propiciar un cambio de escenario político que nos lleve, a su vez, a un nuevo modelo de sociedad. Un modelo en el cual la democracia no sea entendida “como un régimen estático, adquirido de una vez y para siempre, sino como un proceso constante, inacabado, de distribución del poder político, económico y cultural”.

Obviamente, parte esencial de la gestación de este nuevo escenario pasa por la generación de un debate serio y claro sobre un proceso constituyente. Desde esta perspectiva, nos comprometemos a aportar a las fuerzas partidarias de la ruptura democrática todo aquello en que podamos contribuir, desde el ámbito jurídico, para que el éxito de estas elecciones no sea una mera y efímera victoria carente de la intensidad, profundidad y sostenibilidad que la ciudadanía ha exigido.

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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

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