Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La comunidad internacional y el día después en Gaza: ¿ayudar a qué?
El día después del alto el fuego en Gaza el principal mensaje del liderazgo palestino fue que las cosas no pueden volver a ser como antes. Están cansados de las huecas apelaciones a que las partes vuelvan a negociar sin ofrecer ningún objetivo concreto, mientras Israel continúa gozando de sus privilegiadas relaciones con Estados Unidos, la Unión Europea y gran parte del resto del mundo. Es en este contexto en el que Palestina ha diseñado una nueva iniciativa diplomática, buscando que el mundo ponga una fecha final a la ocupación israelí. Por el momento, lo único que se escucha de la comunidad internacional son llamadas a ayudar al gobierno palestino y, particularmente, al presidente Abbas. Pero la pregunta es: ¿ayudarlo a qué? ¿a terminar con la ocupación israelí? ¿O esperan mantener el statu quo?
Al parecer, la comunidad internacional no ha cambiado. A la evidencia de crímenes de guerra cometidos en Gaza se suma la reciente expropiación de tierras palestinas en Cisjordania -la mayor cometida en tres décadas-, buscando conectar una serie de colonias israelíes en tierra de Belén con Israel. Las respuestas a este último acto de agresión fueron las mismas de siempre: solicitudes a Israel para que anule la decisión y se retome el diálogo. Pero en ningún momento Israel recibe alertas sobre posibles sanciones por continuar violando el Derecho internacional, con lo que continúa riéndose de estos comunicados emitidos por distintos países.
Lo que los palestinos ven es que su gobierno no puede hacer mucho frente a las diarias violaciones de derechos humanos cometidas por Israel, incluyendo la expropiación de tierras. Observan también que ni siquiera el hecho de tener una agenda basada en la no violencia por parte de su gobierno, que incluye el respeto de todos los acuerdos y compromisos adquiridos con Israel, ha hecho que el gobierno israelí detenga su proyecto colonizador, ni tampoco que la comunidad internacional adopte acciones reales. Y así vuelve la pregunta: ayudar al presidente Abbas, ¿a qué? El apoyo que ha logrado Hamas en las últimas semanas no tiene que ver ni con su ideología, ni con una “victoria militar” que no ocurrió, sino que simplemente con que la calle palestina respeta el hecho de que se haya enfrentado a Israel y confrontado su poder militar. Netanyahu y su ataque resucitaron a un Hamas que se encontraba muy debilitado, que fue forzado a dar una pelea por su supervivencia y que la ganó.
La OLP representa la identidad nacional palestina y el bagaje del movimiento nacional palestino, quien tras décadas de lucha ha determinado que puede alcanzarse una solución sin el uso de la violencia. Los partidos que componen la OLP, incluyendo Al Fatah, han adoptado la agenda de la iniciativa Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra la ocupación israelí, así como también desarrollaron una intensa campaña para lograr entrada de Palestina en la ONU, con las puertas que esto abre. Ahora bien, ¿qué clase de apoyo se ha recibido hasta el momento para esas iniciativas? Si bien catorce países de la UE, incluyendo España, votaron a favor del cambio de estatus de Palestina en la ONU, ningún país de la UE -salvo Chipre- ha reconocido al Estado de Palestina sobre la frontera de 1967. Varios -sobre todo Gran Bretaña, pero seguida silenciosamente por otros- han hecho presión para que Palestina no lleve a Israel a la Corte Penal Internacional, una estructura impulsada y financiada principalmente desde Europa. Cuando comenzó la agresión israelí a Gaza, todos los países europeos en bloque decidieron abstenerse de votar a favor de una resolución llamando a la creación de una comisión de investigación sobre los presuntos crímenes israelíes cometidos en Gaza. En cuanto a los productos y servicios de las colonias y asentamientos israelíes, estos pueden seguir siendo comercializados en el mercado europeo. Una vez más: ayudar al presidente Abbas, ¿a qué? Visto lo anterior, no es extraño que hoy en día muchos palestinos cuestionen que la diplomacia vaya a traer dividendos frente al resto del mundo. Ejemplos sobran del doble estándar y lenguaje de la comunidad internacional.
¿Cómo demostrar que el uso de la violencia no es necesario para recuperar los derechos nacionales del pueblo palestino? La voz principal la tienen los países del mundo, quienes deben hacer respetar sus acuerdos con Israel, así como los acuerdos que este Estado ha firmado con la OLP y sus obligaciones bajo el Derecho internacional. Intensificar el comercio con Israel, la cooperación científica o la compra y venta de armamento son, bajo las actuales circunstancias, claros mensajes de impunidad enviados al gobierno de Tel Aviv.
La lucha no violenta palestina que Europa dice apoyar es reprimida con la brutalidad propia de una potencia militar ocupante, sin ningún cambio en las relaciones entre el bloque de los 28 países que componen la UE y Tel Aviv. Qué mejor ejemplo que la lucha que llevan a cabo los comités populares contra la colonización israelí, quienes continúan siendo severamente reprimidos por las fuerzas de ocupación israelíes. Sus líderes son regularmente encarcelados, las tierras palestinas destruidas, los árboles cortados y los pobladores atacados, ya sea por el ejército o por colonos protegidos por sus fuerzas militares. Estos son mensajes que se envían a la población palestina de que, independientemente de que tomen iniciativas no violentas contra la ocupación, Israel va a hacer lo que le plazca. Y ello por no hablar de la reacción israelí a la participación de Palestina en la ONU: una aprobación de colonias sin precedentes y un bloqueo económico que dejó a cientos de miles de palestinos sin sueldo durante tres meses (lo que llevaría a una crisis que desencadenó la renuncia del primer ministro Salam Fayyad).
Hoy, Israel continúa con su proceso de colonización en Palestina y la opresión diaria del pueblo palestino. El informe que año a año preparan los jefes de misión de la UE en Palestina es suficiente para entender que los líderes de Europa tienen la información necesaria al respecto, incluyendo que la solución de dos Estados se encuentra en estado de coma crítico y que Israel no da señales de querer retirarse, sino que continúa fortaleciendo su ocupación. Lo que falta, simplemente, es definir qué están dispuestos a hacer los líderes de esos países para que lo que sus representantes ponen en el papel se aplique sobre el terreno.
La OLP ha dado una dura lucha por mantener la identidad nacional palestina y las perspectivas de una solución basada en el Derecho internacional, a pesar de décadas de desposesión y exilio. Quien quiera ayudar a Palestina debe colaborar con la realización de un horizonte político claro, así como apoyar sus instrumentos de acción. Si la comunidad internacional realmente quiere ayudar a una de las pocas opciones seculares que en la región tiene posibilidades de ganar unas elecciobes, entonces debe poner fecha de término a la ocupación israelí, incluyendo el ilegal bloqueo a Gaza, establecer claras sanciones mientras Israel continúe violando el Derecho internacional, reconocer al Estado de Palestina sobre la frontera de 1967 y apoyar su ingreso en la Corte Penal Internacional.
Si, por el contrario, lo que se busca es evitar cualquier choque con Israel y simplemente pagar sueldos, organizar una conferencia de reconstrucción de Gaza (sin levantar su ilegal bloqueo), condenar las colonias sin adoptar acciones significativas al respecto y esperar que, a cambio de esto, Palestina continúe respetando los acuerdos firmados; entonces no se estará ayudando a otra cosa que no sean las fuerzas que buscan la consolidación de la colonización israelí y sus crímenes asociados en Palestina.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.