Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La particularidad de Palestina y el debate en Naciones Unidas
Hay quienes señalan que la cuestión palestina debe dejar de ser tratada como un ítem aparte en el sistema de Naciones Unidas. Quienes apoyan este argumento, principalmente Israel y su pequeño grupo de leales aliados, señalan que existen problemas en otros lugares del mundo que no reciben el mismo tratamiento. Esta tesis formó parte del argumentario entregado a la prensa durante la última agresión israelí a Gaza. “En Siria y en Iraq mueren miles de personas y nadie dice nada”, afirman.
Sin embargo, esa posición intenta esconder la sobrecogedora realidad de que ningún conflicto ha durado tanto como la cuestión palestina, es decir, la ocupación extranjera de un país y el exilio forzado de su pueblo. Ello hace que la particularidad de Palestina no pueda ser cuestionada, frente a quienes han apoyado y defendido la negación sistemática de los derechos inalienables del pueblo palestino reconocidos por Naciones Unidas.
En pocos días la Asamblea General de Naciones Unidas ha de realizar su debate general anual -el relativo a su 69º periodo de sesiones-, donde una serie de líderes mundiales presentarán sus posiciones frente a la situación internacional y el rol que debe jugar la organización. El presidente palestino Mahmoud Abbas ha de llevar un discurso muy simple: ¡Basta ya! En este sentido, los delegados palestinos han comunicado a los países miembros del Consejo de Seguridad que es necesario poner una fecha de término a la ocupación israelí. Dicho en otros términos, si los países que conforman la comunidad internacional insisten en que apoyan la solución de los dos Estados para Israel y Palestina y que, además, esta solución es urgente, entonces no debería haber problema en apoyar una resolución que ponga fecha final a la ocupación militar extranjera más antigua de la historia contemporánea. No apoyar esa iniciativa es, simplemente, sinónimo de continuar con la tradicional y clásica política de acomodar el estatus internacional y los derechos del pueblo palestino a la “buena voluntad de Israel”. Es decir, más ocupación.
Revisando los documentos de propaganda distribuidos por Israel a sus portavoces -fácilmente disponibles en internet- uno se encuentra, más que con propuestas de solución, con simples excusas para justificar violaciones a la legalidad internacional. Tácticas que intentan dilatar lo inevitable. Esto es precisamente lo que Israel y sus aliados van a tratar de hacer en Naciones Unidas esta semana. Ganar tiempo para seguir transformando la ocupación ilegal de Palestina en una definitiva anexión al Estado de Israel. Si la comunidad internacional va a tolerar esta opción, entonces será muy difícil justificar para qué sirve el sistema internacional. La política de doble estándar que hasta el momento han adoptado la mayoría de las potencias mundiales es el mejor caldo de cultivo para consolidar la cultura de la impunidad de Israel.
Palestina es un caso único no porque otros pueblos no hayan sufrido de crímenes similares, sino por la impunidad que se ha garantizado al agresor. Si Naciones Unidas fue creada para preservar la paz mundial y para que ningún pueblo sufriera las atrocidades del colonialismo y la negación sistemática de sus derechos, entonces los discursos que escuchemos en el debate general deben centrarse en adoptar acciones concretas para la satisfacción de los derechos del pueblo palestino. Serán preferibles este tipo de apelaciones frente a las clásicas y estériles llamadas a retomar las negociaciones, ya que éstas solo serán efectivas en presencia de un horizonte político que hoy se ha perdido entre las colonias, muros, puestos de control y destrucción impuestos por Israel a la Palestina ocupada.
Han pasado veintiséis años desde que la OLP adaptase su posición a la de la comunidad internacional, tomando la dolorosa decisión de reconocer al Estado de Israel sobre el 78% de la Palestina histórica (la frontera de 1967). En este periodo de tiempo el número de colonos israelíes se ha triplicado. En otras palabras, hacer la paz antes de que Palestina se comprometiese a respetar el Derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas era tres veces más fácil que lograrlo en este momento. ¿Cuál es el mensaje que la comunidad internacional lanza a un pueblo que intentando la vía política y de la legalidad poco ha podido lograr para avanzar hacia su libertad e independencia?
Es hora de que Europa deje de mirar para otro lado y tome la iniciativa. Que los gobiernos escuchen a la opinión pública que clama por el reconocimiento de Palestina y el fin del comercio con las colonias israelíes. Es hora de que la comunidad internacional haga cumplir su propia legislación cuando se trata de Palestina. Esa cuestión va más allá de la legalidad violada. Alcanza a la moralidad perdida y a una humanidad que cada día es más difícil de ver en el horizonte desde las colinas de Jerusalén.
Esperemos que la semana que viene el debate en Naciones Unidas traiga anuncios concretos para resolver la cuestión palestina. Esperemos que el mundo entienda que la impunidad es el combustible que levanta las llamas del extremismo y se decida a actuar. No adoptar acciones concretas para terminar con la negación sistemática de los derechos inalienables del pueblo palestino reconocidos por Naciones Unidas no puede ser tomado como una forma de “hacer política” o de diplomacia. Es una forma de complicidad con los crímenes que desde hace sesenta y nueve años Naciones Unidas dice querer evitar.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.