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El artista Alvaro Urbano resucita en Madrid al rival del Atomium de Bruselas

Ell artista Alvaro Urbano (i) junto al comisario de "El despertar", José Esparza, posan durante una entrevista con Efe con motivo de la inauguración de la muestra, este jueves en La Casa Encendida (Madrid).

EFE

Madrid —

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Una exposición de arquitectura, escultura, luz y sonido del artista Alvaro Urbano plantea despertar a la vida el Pabellón de los Hexágonos de Madrid, un edificio hoy en ruinas que ganó el primer premio de la Exposición Universal de 1958, por delante del icónico Atomium de Bruselas.

Este referente arquitectónico del siglo XX, ideado por Ramón Vázquez Molezún y José Antonio Corrales, es una estructura formada 130 módulos hexagonales, que puede crecer y reducirse para adaptarse al terreno.

La exposición “El despertar”, que se inaugura hoy en La Casa Encendida, toma el Pabellón de los Hexágonos como un caso de estudio de edificios abandonados y olvidados para hacer énfasis en que los espacios silenciados “tienen vidas e historias propias”, explican en una entrevista con EFE Alvaro Urbano -su nombre de pila sin tilde- y el comisario de la muestra, José Esparza.

Una construcción no solo está compuesta por los materiales físicos sino también por sus vivencias, fantasmas y leyendas, subraya Urbano (Madrid, 1983), quien hace uso del lenguaje cinematográfico para generar vida en su instalación inmersiva.

Coproducida por Acción Cultural Española, Storefront for Art and Architecture (Nueva York) y La Casa Encendida, la exposición pretende que el público “especule sobre las historias del pasado, presente y futuro de un espacio, en este caso el Pabellón, de una forma abstracta. La idea de dejar historias suspendidas en el tiempo”.

“El Despertar” se ha planteado “casi como una película sin guion, una experiencia cinematográfica de una escena infinita; lo interesante es que el propio visitante se transforme en actor y, de alguna manera, forme parte y habite esta ficción”.

La instalación inmersiva cuenta con 29 escenas, en las que sonidos, música y luz van cambiando de modo sincronizado a medida que pasa el tiempo, y todas ellas intentan llevar al espectador a un distinto estado de ánimo.

“Jugando con la ficción y siempre con sentido de humor, sus esculturas e instalaciones suelen imitar la teatralidad de una vida urbana que muchas veces parece absurda y monótona, pero Alvaro insiste en que hasta en los objetos más sobrios hay algo que contar”, subraya el comisario.

En la Exposición Universal de 1958, la idea original del Pabellón español era que albergara una muestra muy vanguardista, casi vacía: una sola naranja, el capote de Manolete, un galgo negro que se llamaba Felipe II, pero acabó siendo una muestra muy folclórica, con jotas, cuadros de El Greco..., agrega Urbano.

En la instalación, la primera individual que realiza el artista madrileño, sus elementos arquitectónicos están fabricados de papel y cartón, hay esculturas de naranja, en descomposición y enmohecidas con el paso del tiempo, vegetación salvaje e incluso mapaches que aparecen de modo intermitente.

El edificio, que compitió por el primer premio de la Exposición Universal de 1958 junto al Atomium de Bruselas o el Pabellón Philips de Le Corbusier, “tiene una historia un poco maldita y de incomprensión, que ha ido apareciendo en la prensa como un fantasma. Ahora coincide que el Ayuntamiento está retomando el proyecto, lo que me gusta mucho”, añade Urbano.

Al término de la Exposición Universal de 1958, la construcción fue trasladada a la Casa de Campo de Madrid, donde fue utilizada en la época franquista para celebrar la Feria internacional del Campo, cayendo después en desuso y estado de ruina.

El próximo 15 de marzo, el artista ofrecerá una actividad a los más pequeños: una performance dentro de la obra “El despertar” y un taller práctico donde poder imaginar y recrear con los niños arquitecturas soñadas con materiales reciclables.

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