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Petr Aven, el megamillonario ruso propietario de unas de las mejores colecciones de arte para vender

El banquero, empresario, exministro ruso y coleccionista de arte, Petr Aven, durante una conferencia en Nueva York en 2015

Peio H. Riaño

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Petr Aven cumplió este miércoles 67 años, pocos días después de que su nombre apareciera entre los oligarcas rusos cuyos activos han quedado congelados en la Unión Europea y el Reino Unido. Ya no recibe dividendos, ni comunicaciones ni fondos económicos de las empresas que ha montado lejos de su Rusia natal. Aven, con una fortuna cercana a los 4.400 millones de dólares, ya no es bienvenido en Londres, donde hasta hace unos días vivía en Ingliston House, una mansión en Surrey (al sur de la capital), en la que cuelgan cuadros de Larionov, Goncharova o Kandinsky.

Se los encontraron los periodistas del Financial Times cuando acudieron a entrevistarlo en 2017 a su finca, cerca de uno de los diez campos de golf que tiene la localidad. Allí les reconoció que lo del coleccionismo de arte no le viene de familia, pero sí de la infancia: su padre era profesor de informática y no se dio ese lujo. Pero él quería cuadros como los que tenían los amigos que solían visitar. Quería comprar y coleccionar. Hoy es el propietario de la colección privada más grande de arte ruso. Forbes la clasificó como una de las más caras del mundo: 500 millones de dólares. A diferencia del resto de oligarcas rusos y príncipes saudíes, más propensos a los yates, Aven no compra solo “cosas occidentales caras”, como Monet o Leonardo da Vinci.

En una de las fotos de aquel reportaje del FT, Pyotr (o Petr), presidente del Alfa Bank, el banco más grande de Rusia, se apoya en una escultura de mármol negro en su verde jardín inglés para dejarse retratar. Es la figura de una mujer desnuda firmada por Henry Moore (1898-1986), el escultor abstracto más inglés de todos. Todo este gusto british con el que ha decorado su vida no ha sido suficiente para evitar que la UE y Reino Unido le congele su economía por ser “uno de los oligarcas más cercanos a Putin”, con quien se reúne regularmente en el Kremlin.

Cotilleos maliciosos

No son buenos tiempos para los oligarcas rusos que tienen que redactar comunicados para defenderse de las acusaciones. Las sanciones son “injustas” porque para Aven y su socio Mikhail Fridman estas sanciones están fundamentadas en “cotilleos maliciosos sin pruebas”. Alegaron que no tenían ninguna relación financiera o política con el presidente Putin o el Kremlin, a pesar de que fueron fotografiados en el Kremlin mientras escuchaban al presidente ruso cómo hacer frente a las sanciones occidentales. Aven y Fridman fueron apartados de la gestión del grupo de inversión LetterOne. La empresa es propietaria del minorista de alimentos Holland and Barrett, la cadena de supermercados Día en España. Congelaron su participación de algo menos del 50% y si se levantan las sanciones el Consejo de Administración no tiene la obligación de devolverles los activos.

Esos “cotilleos” están fundamentados también en declaraciones con las que Petr Aven ha ido regando sus apariciones en la prensa internacional. La más sonada fue una entrevista en The Guardian, en la que recomendaba a Putin crear un régimen a imagen y semejanza de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chile: “El único camino a seguir es el de las reformas liberales de urgencia, generar apoyo público para ese camino, pero también usar la fuerza totalitaria para lograrlo. Rusia no tiene otra opción”, dijo.

Esa es la razón por la que se declaró partidario de Pinochet, “no como persona, sino como un político que logró resultados para su país”. Aven, por supuesto defensor del thatcherismo radical, declaró del presidente recién electo que era el líder que Rusia necesitaba. “Pinochet trató de hacer cumplir la obediencia a la ley y, a veces, eso es difícil para su país. A veces necesitas usar la fuerza. El único rol del Estado es usar la fuerza cuando es necesario”, sostenía entonces.

Expulsado de la cultura

No era la mejor semana de Pyotr para celebrar su cumpleaños como los celebra el 1% de la población mundial. Esa misma semana también fue expulsado de la TATE, en la que participaba en sus patronatos gracias a las aportaciones económicas que hacía para mantener saneadas las cuentas de la institución cultural británica de referencia. Y este mismo lunes Aven renunció con efecto inmediato a su cargo en la administración de la Royal Academy of Arts, que devolvió al megarrico la aportación que había donado para la organización de la exposición temporal dedicada a Francis Bacon. Su dinero servía desde 2014 a cumplir con la misión de la institución, cuyo presidente honorífico es el príncipe de Gales. Anteriormente había aportado fondos económicos para apoyar la exposición de 2017, titulada Revolución: Russian Art 1917-1932.

Por la escultura de Moore junto a la que fue fotografiado, Aven pagó 33 millones de dólares. Por Estudio para la improvisación 8, de Kandinsky, pagó 23 millones de dólares. Ambas están en su casa londinense. Dice que sus colecciones de arte —que empezó a principios de los noventa— no están en cámaras acorazadas ni en puertos francos como el de Ginebra. Asegura que todas las tiene colgadas en sus casas. “Eso se debe a mi deseo de mostrar las colecciones”, les contó a los periodistas de Forbes de Rusia. En la mitología de los coleccionistas esta disposición suele repetirse con la intención de mostrar su necesidad de compartir. También reconoció en aquella entrevista que ha comprado pinturas falsas “varias veces”. Ha dejado dos de ellas en sus salones.

Patrimonio oculto y a mano

Petr Aven tiene su patrimonio colgando en las paredes de sus casas. Esto le deja un margen muy amplio de venta directa de parte de sus colecciones para evitar la congelación de su economía. “Es ilegal tratar (comprar o vender) con los individuos rusos si tienen sanciones que se les han impuesto en muchas jurisdicciones”, responde a las preguntas de elDiario.es Clare McAndrew, la mayor analista del mercado del arte internacional. Por eso no cree que las galerías y casas de subastas vayan a violar la ley y sacar a la venta las obras de los oligarcas rusos que necesiten cash.

“Siempre hay una pequeña minoría de individuos que podrían tratar de violar la ley, pero realmente no puedo comentarlo ya que no trato con ellos en mis estudios e investigaciones. Legalmente (y moralmente) los mercados de arte en muchas regiones no pueden lidiar con los coleccionistas rusos sancionados”, cuenta McAndrew en alusión a las otras vías de venta, ajenas a la luz pública.

Llucià Homs, director de Talking Galleries y experto en transacciones internacionales, no alberga dudas de lo que van a hacer los millonarios congelados: “Por supuesto que van a vender. A coleccionistas de EEUU y de China. Es muy sencillo poner en venta una obra ubicada en un paraíso fiscal y en un puerto franco como el de Ginebra. Desde luego en subastas no lo harán, pero estas van a seguir siendo sus intermediarios en la sombra”, explica Homs de los mejores clientes de las principales casas de subastas. “Es un mundo muy opaco”, añade el experto, que imagina unos días de “mucho movimiento” en esas inmensas naves donde se aloja el arte de las grandes fortunas, para ocultarse y escapar del golpe de los impuestos.

McAndrew cree que “es demasiado pronto para decir cómo afectará al mercado del arte” la invasión de Ucrania. Homs piensa lo mismo. “Aparte de los efectos de las economías, la ansiedad y la negatividad que está generando puede ser perjudicial para los mercados como el del arte, ya que se fundamenta en la compra discrecional”, cuenta Clare McAndrew.

Oligarca con estudios

A Petr nunca le ha gustado el término “oligarca”, pero él ocupó el lugar de Boris Berezovski en el Kremlin, según Nóvaya Gazeta. Empresarios con influencia en el Gobierno. “Esa palabra la introdujo Berezovski. Yo, a diferencia de él, nunca consideré que merecía ese calificativo porque pienso que los comerciantes y financieros deben ocuparse de los negocios y las autoridades, de gobernar. Nunca he sido partidario de que los hombres de negocio gobiernen, es decir, que se conviertan en oligarcas”, ha dicho Aven a pesar de recomendar a Putin hacer grande a Rusia de nuevo, con el ejemplo de Pinochet.

Pero Petr Aven no es un hombre de negocios sin más. Es un reconocido economista que fue ministro de comercio exterior de Rusia. Se formó en los años setenta y fue elegido para unirse al círculo íntimo de políticos en torno al Primer Ministro del Gobierno Federal de Rusia, Yegor Gaidar, entre junio y diciembre de 1992. Aven dirigió el primer gabinete postsoviético de reformadores liberales de Boris Yeltsin. Antes de las mansiones y los cuadros millonarios vivió en Moscú, en un bloque comunal donde convivían ocho familias, que compartían cocina y baño y cada una de ellas tenía una habitación para vivir. Por eso se le hace grande Ingliston House, donde cerca de la escultura de Henry Moore también tiene una de Louise Bourgeois y de Antony Gormley.

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