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Un robot de 523 años llega a Madrid para explicar por qué no debemos tenerles miedo

'Caballero mecánico’ (1495) de Leonardo da Vinci

José Antonio Luna

Los robots ya son capaces de pintar cuadros, de dar volteretas hacia atrás e incluso de dominar una de las tareas más despreciadas por los humanos: montar una silla de Ikea en 20 minutos. Cada paso hacia la denominada cuarta revolución industrial implica un escalón más hacia cuestiones inevitables que siempre estuvieron presentes. ¿Acabarán las máquinas con nuestros trabajos? ¿Se rebelarán contra sus creadores a lo Frankestein? Nada de eso.

El Espacio Fundación Telefónica de Madrid acoge hasta el 3 de febrero de 2019 la exposición Nosotros, robots, una reflexión sobre los retos y posibilidades de las máquinas en la transformación de la humanidad. Porque, aunque parezcan actuales, los autómatas llevan mucho tiempo en el imaginario colectivo. 

“El ser humano siempre ha pensado en robots”, explica a eldiario.es Andrés Ortega, escritor, analista y comisario de la muestra. Continúa diciendo que “en la Antigüedad ya encontramos precursores de los robots como Aristóteles, que ya pensó en estos aparatos para hacer la vida más fácil y quitar el trabajo duro”.

Esa es la razón por la que Nosotros, robots no solo se detiene en la actualidad, sino que explora el pasado, presente y futuro de la robótica y, lo más importante: su interacción con los humanos. Cada creación, cada avance, es en realidad el reflejo de una nueva etapa de la humanidad. Sin embargo, no será hasta el siglo XV cuando realmente empiece a tomar forma lo que hoy conocemos como robot. Y lo hizo de la mano de una figura italiana multidisciplinaria conocida por obras como La Gioconda, pero no tanto por el llamado Caballero mecánico.

“Leonardo Da Vinci empezó a dibujar posibles robots que aquí reproducimos a partir de unos códices escondidos por el artista italiano”, menciona Ortega mientras señala una estructura con forma humana repleta de poleas y engranajes de madera. No se sabe con certeza si da Vinci llegó a fabricar lo que hoy llamamos robots, pero sí que diseñó al menos tres tipos de ellos: un carrito automotor, un león mecánico y el caballero antes mencionado, considerado el primer humanoide. No obstante, esto fue solo el pistoletazo de partida para lo que estaba por llegar.

Debido a la gran influencia de las máquinas en la humanidad, Nosotros, robots se divide en cinco espacios: los orígenes, de qué se componen, las relaciones emocionales entre ellos y los humanos, su impacto en la cultura y la visión a un futuro donde los autómatas se han convertido en coprotagonistas de la vida.

Difuminar los miedos

“Se ha avanzado mucho en sensores y computación, pero el gran reto es el diálogo con la sociedad. Es decir, transmitir lo que se está haciendo para que se difuminen los miedos”, considera durante la presentación de esta exposición Concha Monje, investigadora del Robotic Labs de la Universidad Carlos III de Madrid. Precisamente, por eso Nosotros, robots recibe dicho nombre: “No debemos verlos como rivales”, asegura Ortega.

Aunque parezca paradójico, las narraciones sobre seres creados artificialmente han servido a lo largo del tiempo para plantearse qué significa estar vivo, desde la mitología griega hasta un capítulo de Black Mirror. De hecho, el séptimo arte va a ser responsable de ofrecer una visión de la robótica a medio camino entre la máquina aniquiladora y el androide servicial. Es decir, entre el T-800 de Terminator y R2-D2 de Star Wars, ambos presentes en el espacio.

Sin embargo, el retrato de los robots en el cine se está trasladando a otros temas relacionados con las emociones y la autoconsciencia, como en Ex Machina, Her o Un amigo para Frank. Entonces, ¿por qué en ocasiones siguen apareciendo como una amenaza? Según Ortega, “no hay un miedo a los robots en sí, sino cuando nos preguntamos si estos nos van a quitar los empleos”.

No se sabe cuántos empleos destruirá la robotización ni cuántos puestos nuevos creará. Hay quienes lo ven como un paso para tener más tiempo libre y para actividades económicas que solo un humano puede realizar. Pero el miedo continúa presente. Reflejo de ello es la petición del rey de España en el IROS 2018, el mayor congreso mundial de robótica (este año por primera vez celebrado en Madrid), para que la inteligencia artificial sea compatible con el empleo estable. El futuro está por escribir, pero los expertos apuntan más a una reformulación de los puestos de trabajo existentes que a una desaparición de la mano de obra orgánica.

Otros temores no están tan ligados a sus funciones como a sus aspectos. “Ahora se están fabricando robots que parecen demasiado humanos, entonces eso provoca cierta inquietud en la gente que lo ve”, apunta Ortega. Esa sensación tiene un nombre (y una teoría): el valle inquietante. El visitante a la exposición puede sentir la hipótesis de Masahiro Mori en primera persona. Concretamente, en una sala rodeada de pantallas con imágenes de humanoides hiperrealistas como Sophia, que susurra y gesticula como si de la propia Audrey Hepburn se tratase.

Nosotros, robots no solo profundiza en todos los avances de la materia, también en la ineficacia y en el largo camino que queda por recorrer. “La exposición intenta demostrar qué son los robots, qué hacen, qué componentes tienen y, aunque eso no se dice, qué limitaciones tienen”, reconoce Ortega. Esas mismas limitaciones provocan que muchas de las 50 máquinas allí presentes no estén en movimiento. ¿La razón? Los problemas de autonomía.

Hola humano, ¿qué desea?

La muestra abre con una cita de José Ortega y Gasset sobre la técnica, que sería “el esfuerzo por ahorrar esfuerzo”. Puede que el filósofo español no estuviera muy relacionado con el mundo de la robótica, pero sí con los principios que actualmente persiguen los creadores de Roombas (aspiradoras automáticas) o de asistentes domésticos virtuales.

El perro robot Aibo o la foca Nuka, creada para acompañar a personas con autismo, son solo algunos ejemplos de cómo lo tecnológico tampoco queda exento de sentimientos. Es el mismo caso que el del Yorisol Ifbot, un robot japonés cuyo objetivo es acompañar a ancianos y proponerles juegos de lógica para ejercitar la mente.

“Se está produciendo una explosión en la capacidad de los robots para utilizar inteligencia artificial y grandes datos para su funcionamiento”, mantiene el comisario de la muestra. Pero surge una siguiente cuestión, motivada por escándalos como el de Facebook y Cambridge Analytica, ¿de quién son esos datos?

“De las 20 mayores empresas del mundo no hay ninguna europea, todas son norteamericanas o chinas, y eso produce una situación también de cierto colonialismo digital contra el que creo que Europa debe reaccionar”, lamenta Ortega. Dependerá de si, como propone esta exposición, logramos contemplarlos como una parte de nosotros.

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