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Festival de Cine de Sevilla

Sokurov fantasea con la reunión de Hitler, Stalin, Churchill y Jesucristo en las puertas del cielo

Un fotograma de Fairytale con los líderes y dictadores paseando por el limbo

Javier Zurro

Sevilla —

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En muchos chistes se fantasea con la unión de gente variopinta para reírse de los tópicos de cada uno de ellos. Gente de diferentes nacionalidades, regiones… Un clásico de la gracieta inofensiva que el cineasta ruso Alexandr Sokurov ha llevado al extremo en su nueva película Fairytale, que se ha presentado en el Festival de Cine de Sevilla bajo la expectativa creada por su delirante propuesta, la reunión en las puertas del cielo de nombres históricos como Hitler, Stalin o Mussolini. Dictadores en el limbo esperando a llegar a la eternidad mientras se ríen de sus obras o de sus principios. Si la idea es ya provocadora, imaginen si al encuentro se une gente que no tienen nada que ver con los comportamientos genocidas de dichas personalidades. Así, a la fiesta de Sokurov se apunta Churchill o… Jesucristo, que vaga por allí y al que le piden si no puede meter prisa a su padre para que les abra las puertas de una vez.

Si en su fondo la película ya resulta sorprendente, en la forma no se queda atrás. Para mostrar esta reunión el cineasta recurre al deep fake, la técnica que se ha visto ya en publicidad y en redes sociales que gracias a la inteligencia artificial recrea imágenes falsas de rostros conocidos. El deep fake hizo que Lola Flores resucitara en el anuncio de una conocida marca de cerveza, y ahora ha hecho que fascistas y líderes políticos se encuentren en el particular infierno de Dante que ha recreado Sokurov.

Los decorados son artificiales, casi teatrales.A veces parecen papeles pintados, otras se recurre a los efectos especiales para presentar un mar de gente que se amontona y se convierte en un alarido de fondo. A veces los personajes interactúan entre ellos, otras veces simplemente divagan paseando o hasta se multiplican, viendo hasta a cuatro Stalins a la vez hablar entre ellos. “El cielo es bonito, pero el Kremlin lo es más”, dice el líder soviético. Las perlas que van dejando dan para hacer una carpeta. “Todos hemos leído a Lenin, es la única vía para nuestra revolución”, espeta de repente Mussolini mientras que Hitler asiente. “Debí bombardear Londres”, se escucha lamentarse al dictador alemán una y otra vez como si eso hubiera cambiado su destino. El primer dardo llega pronto. “Levántate, holgazán”, le dice Stalin a Jesucristo, que agoniza constantemente.

A Fairytale le acaba pasando como a los chistes, que tiene poco recorrido. Deja la sensación de ser un corto alargado. Una idea brillante estirada que le permite lanzar unas cuantas provocaciones pero poco más. Sevilla ha sido el segundo lugar donde Sokurov ha presentado la película. A pesar de la guerra ha podido salir de Rusia y llegar a la ciudad, donde ha realizado una charla en donde ha desgranado las claves del filme. Lo hace en un momento en el que muchos festivales no han permitido la presencia de títulos rusos en sus secciones oficiales. Como Locarno, Sevilla sí lo ha permitido, aunque ha dejado claro desde el primer momento que el filme no tiene apoyo del gobierno ruso.

Es más, el propio Sokurov mantuvo en diciembre del año pasado, pocos meses antes de la invasión de Ucrania, una discusión televisada con Putin por sus diferentes posturas sobre la independencia de diferentes regiones del país. Ya en 2019 alzó la voz para recriminar la respuesta violenta del gobierno a las protestas de los jóvenes en las calles, y hace unos meses, en un entrevista en YouTube, contó que había firmado una petición para poner fin a la “campaña militar rusa en Ucrania”. “Nunca pude imaginar que el Estado podría cruzar todos los límites de lo correcto, del respeto a su pueblo y a su enemigo”, lamentó el director, que también acusó a la televisión pública de actuar con “maldad”. “Ustedes no tienen derecho a frenar el desarrollo de este país y poner el yugo en el cuello de la gente joven”, aseguró en el vídeo.

Sokurov es consciente de que sus palabras públicas le pueden poner en peligro, pero en Locarno ya dejó claro que no piensa abandonar su país. “Soy ciudadano de Rusia y viviré allí, sean cuales sean las circunstancias, porque es mi patria y también siento responsabilidad hacia mis alumnos. Sé que puede que directores como yo ya no podamos trabajar allí. Está claro que quiero seguir haciéndolo, tengo muchas ideas e intentaré hacerlas de todas las formas”, dijo entonces. 

Parece que la gente no quiere que el arte ruso exista, que somos culpables de los errores del gobierno del país. En Rusia nunca culpamos a la cultura alemana de nazismo

Alexandr Sokurov Director de cine

En Sevilla ha vuelto a decir públicamente que cree en la respuesta pacífica. “Ningún objetivo político se puede obtener a través de la guerra”, ha dejado claro y añadido que tiene “fe en la democracia”. “La solución es la acción democrática, que la sociedad controle efectivamente a quienes toman decisiones que nos pueden llevar a una guerra nuclear”, ha puntualizado en un encuentro moderado por la periodista Eulàlia Iglesias donde pidió a Europa y Rusia que se entiendan: “Cuando veo que mi queridísima Europa me está abandonando, no sé a quién puedo acudir para para pedir ayuda. Rusia es una hermana menor de Europa, y a veces ésta no quiere saber nada, pero existimos juntos, somos comunidades que pertenecemos a la misma familia. Es importante que no nos matemos”.

Ha dejado clara su postura contraria a prohibir la obra de los artistas rusos en festivales. “En Rusia no me van a dejar filmar. Fuera parecemos unos malditos, no tenemos problemas para mostrar nuestra película, pero cada vez que llega al jurado, la película le afecta la opinión política. Parece que la gente no quiere que el arte ruso exista y eso se percibe. Parece que tiene que desaparecer, parece que somos culpables de los errores del Gobierno del país. En Rusia nunca culpamos a la cultura alemana del nazismo, Europa tiene que pensar en esto”. 

No cree que el cine ni sus películas puedan solucionar nada ni cambiar el mundo, “porque el cine vive su propia guerra, la guerra del mercado”. “El 90% de las obras audiovisuales son una mercancía que puede ser comprada o vendida sin tener en cuenta criterios artísticos”. Sus películas no se ven en su propio país, pero asegura no sufrir por ello, aunque sí lamenta los pocos cines que hay en Rusia, “una muestra de la degradación de la sociedad”.

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