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Si eres mujer y diriges una orquesta, estás de enhorabuena (o no)

La directora lituana Mirga Grazinyte-Tyla.

Sofía Pérez Mendoza

Como cada 1 de enero, pones la tele para deleitarte con el tradicional Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Un año tras otro ves desfilar por el podio de dirección a hombres excepcionales y grandes maestros de la música: un Mehta, un Muti, un Jansons... Ninguno de estos apellidos llevan delante un nombre de mujer. Ni este año, ni el anterior, y probablemente tampoco el que viene. Este concierto, uno de los más célebres (y esperados) del mundo, no se ha montado nunca bajo la batuta de una directora de orquesta.

Hasta 1997, la agrupación no permitió que las mujeres fueran miembros de pleno derecho. La arpista Anna Lelkes, la primera afortunada, llevaba veinte años tocando en la orquesta. Casi 15 años más tarde, en 2011, había siete mujeres instrumentistas de 148 músicos. Y hay aún algo más: la australiana Simone Young pasará a la historia como la primera mujer que dirigió a la Filarmónica de Viena en 2005, 174 años después de su creación.

El mundo de la música clásica, y más en concreto la dirección de orquesta, sigue siendo un territorio vedado para las mujeres. Ellas son por lo general mayoría en los estudios, pero pocas alcanzan el reconocimiento. “En mi promoción del grado superior de dirección éramos cuatro, tres chicas”, recuerda Isabel López Calzada, creadora y directora de la Orquesta Sinfónica de Mujeres de Madrid. Si le preguntas dónde están sus compañeras, no sabe responder. “Creo que todas acabaron en la pedagogía, dando clases en conservatorios”.

Tal vez ella se convirtió en la excepción a la norma. Tras 23 años de estudio, tres licenciaturas y dos diplomaturas, López Calzada dirige orquestas. Cuenta que aquí y fuera, “da igual el lugar”, hay un hombre dispuesto a cuestionarla. “Me he encontrado con instrumentistas que se han opuesto a mi forma de trabajar. Como ya me lo sé, cojo su instrumento y lo toco como yo quiero que se toque. Entonces se disculpan”, relata. Con 47 años, reconoce seguir teniendo la sensación permanente de “tener que demostrar” su profesionalidad a los demás porque “el mando y la disciplina son dos cualidades asociadas a los hombres”.

Hace unas semanas la directora estuvo en un encuentro organizado por la Filarmónica de Oltenia (Europa Season). Allí dirigió a esta orquesta, que se ponía al frente de la batuta de una mujer por primera vez en 30 años. “Los músicos mayores estaban muy asombrados”, explica López Calzada.

El último nombramiento de una directora de orquesta lo suficientemente conocida como para ser noticia ha sido el de la lituana Mirga Grazinyte-Tyla (Vilna, 1986) al frente de la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham. Esta orquesta ha funcionado como trampolín para grandes batutas como Simon Rattle y Andris Nelsons, actuales directores (respectivamente) de dos de las mejores orquestas del planeta: la Filarmónica de Berlín y la Sinfónica de Boston.

¿Y las compositoras?

No hay cifras oficiales, pero se calcula que solo uno de cada diez directores de orquesta son mujeres. Un porcentaje ínfimo que se le queda grande, según López Calzada, a la proporción de obras de compositoras que se interpretan con frecuencia. “Haciendo mi tesis descubrí que había un gran repertorio de mujeres compositoras que no se conocía”.

Por este y un millón más de motivos creó la Orquesta Sinfónica de Mujeres de Madrid, una agrupación de 70 mujeres cuyo estreno acogió en 2004 el Auditorio Nacional de Música. Para la cita, escogieron como cabeza de cartel la obra de Fanny Mendelssohn, conocida por ser hermana del afamado compositor romántico. También, para quien no lo sepa, fue la primera mujer directora de orquesta que figura en la historia.

Una de las grandes satisfacciones del proyecto, cuenta la directora, tiene que ver con recuperar a compositoras borradas del relato oficial de la historia de la música. Tocan a Clara Wieck (esposa de Robert Schumann) o a las hermanas Boulanger. “Me llegan muchísimos currículums y, a pesar de que han pasado años, en el extranjero sigue llamando la atención cuando lo cuento”.

En los ochenta el Instituto de la Mujer utilizó la imagen de una niña con una batuta en la mano en una campaña contra el sexismo. Hoy, treinta años después, ¿sigue siendo el podio de una orquesta un escalón inalcanzable para las mujeres?

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