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Viagra Boys, el grupo punk que desafió el llenazo de Rosalía cerveza en mano e imitando a un delfín

Sebastian Murphy, líder de Viagra Boys, tocando la guitarra con los dientes

José Antonio Luna / Mónica Zas Marcos

Solo los festivales más avezados se atreven a desafiar a las masas con un carrusel musical de tres días. O quizá es que solo los que cuentan con oídos, pies e hígados bien entrenados son capaces de resistir esas jornadas maratonianas bajo el sol de julio, sobre todo en el secano madrileño. El Mad Cool llegó tarde pero a jugar en la liga de los mayores, por eso este año ofreció un cuarto día a modo de aperitivo (o de welcome party, que suena mucho mejor).

Además, tuvieron la destreza de acallar a los escépticos que les pudiesen acusar de soberbios con un solo nombre. La mujer que suena en las peñas y en los Hamptons, en el Palace y en el chino: Rosalía. No ha dado ni el pistoletazo de salida y el evento celebrado en el recinto ferial de Madrid ya ha programado a la artista más deseada de este país y a la que no se puede permitir pagar ni Madonna en su cumpleaños.

Claro que Rosalía no estaba sola este miércoles. Junto a ella, en el cartel de la pre-party, estaban grandes como Lykke Li, Metronomy o Cat Empire. Pero ninguno estuvo tan cerca de la catalana como los suecos Viagra Boys, que tocaban a la misma hora en el pequeño escenario contiguo.

Los temas de la banda de Estocolmo, formada en 2015, transitan entre la depresión, la crítica y la autoburla. Es el ejemplo del tema Sports, en el que se mofa de la obsesión con el deporte: “Drogarse con tus amigos, en el equipo de baloncesto”.

Mientras que la gente corría por el césped en busca de un hueco desde el que poder ver a la reina del pop patrio y embajadora del flamenco con autotune, la carpa de la que saldrían los punkis nórdicos era un oasis de calma. Oasis que Sebastian Murphy, líder de la formación, se encargaría de romper minutos más tarde.

Con apenas un vistazo al público de Viagra Boys puede parecer que el target al que se dirigen unos y otra no coincide ni en el metro de vuelta a casa. Pero es que Rosalía es capaz de reunir a hipsters, adolescentes traperos, ancianos con sombreros de paja, amantes de la bulería o del reggaeton bajo el mismo cielo, como demostró la noche del miércoles. Con los primeros acordes de Pienso en tu mirá tenía a todos cantando los “hoyuelitos que te salen” al unísono y moviéndose al ritmo de los volantes gitanos de su camisa.

Aún así, los 'chicos de la viagra' también tuvieron su discreto baño de multitudes. Alrededor de un centenar de personas que, por desconocimiento de la catalana o por comodidad, prefirieron un concierto que terminó siendo un fantástico delirio. 

“Hablando claro: Rosalía me la suda”

El líder de Viagra Boys se presentó sobre el escenario con gafas de sol y camisa hawaiana. Con una mano sostenía el micro. Con la otra, un cigarro y una lata de cerveza que unas veces bebía y otras acababa desparramando por el suelo. No había autotune, ni coreografía ni grandes aglomeraciones. Solo los alaridos de un Sebastian Murphy al que poco o nada importaba que su concierto se pisara con el de la artista del momento. A los allí presentes tampoco.

“He venido por todo menos por Rosalía, porque no me parece una artista que sea interesante en ningún aspecto”, afirma Víctor, que previamente dice haber disfrutado de otros grupos como The Cat Empire, The Amazons o Don Broco. ¿Y Viagra Boys? “En realidad tampoco me gustan nada, pero aún así los prefiero a Rosalía”, apostilla.

A poca distancia, la catalana calentaba su aparición en el escenario madrileño con temazos que han alcanzado sin esfuerzo el número uno en las listas de éxitos. Desde el reggaeton Con Altura que canta junto a J Balvin y su “hermano” El Guincho -que la acompañó en el Mad Cool- hasta Aute Couture o su última Millonaria, entonada en catalán.

Ante tal despliegue podría parecer que El mal querer y su disco anterior quedarían en el olvido. Un riesgo que, sin embargo, se esfumó en los primeros minutos de concierto. La artista no solo consiguió poner en silencio a los 50.000 asistentes cantando Catalina a capela, sino que desde la pista se corearon las estrofas más desconocidas de Que no salga la Luna, A ningún hombre Tú de aquí no sales.

En paralelo, el espectáculo de los nórdicos se tornaba más oscuro por momentos. El vocalista se quedó con el torso al aire dejando a la vista su piel llena por completo de tatuajes, consiguiendo que la sensación fuera más la de estar en un garaje que en un festival multitudinario.

En ciertos temas se tumbaba boca arriba sobre el escenario mientras cantaba y daba caladas a su cigarro. Lo repitió en varias ocasiones. Una de ellas, tras levantarse, se acercó a su guitarrista y empezó a tocar las cuerdas con sus dientes. Poco después, en otra canción, agarró el micro, se puso en cuclillas y empezó a hacer sonidos imitando a lo que parecía un delfín. 

“Vengo a verlos porque me ha hecho mucha gracia el nombre de estos señores”, reconoce Verónica, que se desplazó ese día desde Castilla-La Mancha hasta la capital con un solo objetivo: ver a Bring Me the Horizon. “El resto me da igual y hablando claro, ya que soy manchega: Rosalía me la suda”, admite. Su amiga Saray también se sitúa en la misma línea: “¿Por qué no incentivar un grupo más pequeño? Esto además tiene otro rollo que nos gusta más, es más rockerillo y alternativo”.

En un lateral del pequeño grupo que asiste al concierto se encuentran Susan y Jill, dos chicas de Irlanda. Preguntadas por si saben quién es Rosalía muestran sin complejos su total desconocimiento. “No canta en inglés, ¿no?”, preguntan, y afirman que “nunca, nunca han oído nada” de ella. Aunque no conocen a los Viagra Boys prefieren este escenario porque están en el Mad Cool por el “rock” y han venido a ver a los Smashing Pumkings y The Cure, que tocarán en las siguientes jornadas del festival.

El de Estocolmo tiraba de humo, cerveza y sudor como aderezo en el escenario. Rosalía, de luces, pantallas y unas coreografías que le quitarían el hipo a la misma Beyoncé. Porque si de algo puede presumir la catalana es de ofrecer un espectáculo digno de Super Bowl cada vez que se sube a un escenario y de que una bulería suene tan internacional que atraiga a oyentes desde Washington. Una proeza que consiguió con Malamente y que, por muchos reggaetones que se cuelen entre medias, siempre será el fin de fiesta esperado.

La joven se despidió con la dulzura que le caracteriza, declarando su amor al público: “Os quiero mucho, os llevo en el corazón”. Como contraste, en el escenario contiguo, el líder de los Viagra Boys finalizó haciendo un gesto de desprecio al público y desapareciendo tras el escenario dando tumbos. El resto de la banda se quedó tocando impertérrita e intentaron arreglar la situación dando las gracias a los allí presentes. Puede que el pospunk no ganara al trap ese día, pero quizá esa sea su mayor virtud: que no le interesaba en absoluto. 

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