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Los cuatro malentendidos sobre Elvis Presley que aún se cuestionan

Elvis Presley, un mito revisitado

Patricia Godes

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Han pasado más años desde la muerte de Elvis Presley en 1977 de los que el cantante pasó en la tierra. En 2022 su recuerdo se mantiene y la visita a Graceland, que fuera su mansión y donde descansan sus restos mortales, es la principal atracción turística de Memphis, en Estados Unidos.

El cuadragésimo quinto aniversario de su muerte y el reciente estreno de la película de Baz Luhrmann, Elvis —que el 2 de septiembre estará disponible en HBO Max—, ha traído el personaje a nuevas generaciones que no lo conocían, provocando un acercamiento mediatizado por la película y las redes.

Malentendido número uno: Elvis robó su música a los negros

Marion Keisker tenía 35 años cuando apuntó “Buen cantante de baladas” en la cinta grabada por Elvis en los Memphis Recording Studios. Universitaria y locutora de radio, trabajaba en 1953 como ayudante de Sam Phillips y administradora de su empresa. Marion insistió para que Phillips diese una oportunidad al joven y, posteriormente, participó activamente en su promoción organizando entrevistas y actuando además como apuntadora cuando el cantante se quedaba sin saber qué decir.

Sam era hijo de terrateniente y había crecido enamorado de la música de los trabajadores negros de la finca familiar. Cuando Elvis entró en su estudio, ya había grabado a B.B. King, Junior Parker, Howlin' Wolf más el tema Rocket 88 de Jackie Brenston, que se considera el primer rock & roll. Sam pensaba que su música preferida podía gustar a todo el mundo salvando el racismo. Deseaba que hubiera un cantante blanco con el feeling de los negros.

En 1954 los discos se vendían sin portada y los compradores de That’s all right creían que su intérprete era un cantante negro, no un blanco joven y guapo. Elvis había vivido en el lado pobre de la ciudad, en cabañas minúsculas, en pisos compartidos y en viviendas sociales, rodeado de trabajadores y gente humilde en vecindarios cercanos a los de los negros. Basura blanca, les llamaban. Los Presley iban a la iglesia con sus vecinos negros y la radio era su principal diversión. Las emisoras negras programan rhythm & blues, las emisoras blancas ponen música country y hillbilly y el niño de los Presley se empapa de sonidos, ritmos y canciones que marcarán posteriormente su estilo y su técnica vocal.

Llamamos apropiación a la adopción con fines monetarios de la cultura de una sociedad sometida por parte de una sociedad hegemónica. No hablamos de cualquier música exótica o expresión artística pintoresca: solo es apropiación si hay una relación de poder como la de los blancos con los negros. No se trata de negar la libertad de creación musical: en el patio de tu casa, incluso en un club de 200 espectadores, puedes tocar la música de quien sea… Pero, reconozcamos que es injusto que cuando los Rolling Stones vivían en grandes mansiones con sus versiones de You Can't Judge a Book by The Cover, Road Runner, Mona o Who Do You Love?, Bo Didley, el autor de los temas, se tuvo que refugiar en un campamento de caravanas.

Siendo tan pobre como ellos, acusar a Elvis de apropiarse de la música de sus vecinos negros es cuanto menos dudoso. En vida fue muy querido por artistas como B.B. King o Ivory Joe Hunter mientras departía con Bobby Bland y Little Junior Parker. Uno de los creadores de Satan is Real, Ira Louvin, se abalanzó sobre Elvis llamándole “negro blanco” y el mismísimo Ku Klux Klan crea un comité para acabar con ese “caníbal amante de los negros”. Décadas después, Chuck D de Public Enemy le llama racista en un tema aunque tiene que dar marcha atrás y explicar que lo que criticaba era el sistema que convirtió en rey a un blanco y no a los artistas negros que le inspiraron.

Bartok, Copland, Stravinsky o Gershwin se dejaron deslumbrar por la música de los afroamericanos y, seguramente, la sociedad europea del siglo XX no hubiera llegado a disfrutar de las delicias del rhythm & blues y el rock & roll si músicos blancos como Elvis, John Mayall o los Rolling Stones no hubieran dado a conocer esas músicas en otras latitudes y entornos sociales. Tal vez hubo adolescentes blancos que, en 1956, compraron discos de Chuck Berry y Little Richard porque Elvis había hecho saltar sus prejuicios raciales.

Malentendido número dos: fue un producto para mujeres

Es importante el impacto de Elvis Presley en el público femenino. Un excelente cantante con perfil de estatua griega que derrochaba sex appeal en una de las épocas más puritanas del siglo XX: su presencia en escenarios y platós encandiló a las adolescentes que gritaban, lloraban y se extasiaban con su nuevo ídolo. Una fuerza liberadora que rompía en pedazos el gran tabú de todos los tiempos: las mujeres también sienten deseo sexual.

Cuando el tiempo pasó y las adolescentes de 1956 se han convertido en matronas, aparecen declaraciones de algún músico de rock estadunidense en la prensa musical española: no entiende que Elvis guste a los rockeros de aquí.

Un artista no es mejor ni peor dependiendo del público que tenga. Sin embargo, las discográficas han destinado con frecuencia cualquier producto mediocre o indefendible a las adolescentes. El desprecio al gusto femenino puede condicionar el prestigio de un artista y quizás algo de la rabia con que un sector de los poderes de la industria musical ha hablado de Elvis obedece al gran contingente de mujeres que le ha seguido. Se olvida fácilmente que los Beatles o Frank Sinatra también eran favoritos del público femenino.

Malentendido número tres: acabó mal porque acabó gordo

La gordofobia es la última discriminación, la única permitida en el siglo XXI. Se supone que el obeso es una carga para el sistema sanitario y que quien es obeso es porque no es capaz de contener el feo vicio de la gula. El metabolismo, la tiroides, la herencia y la edad no parecen tener lugar en esos prejuicios.

Dicen que los favoritos de los dioses mueren jóvenes. Los gordos no son favoritos de nadie. Elvis falleció a los 42 años con la salud hecha trizas por exceso de trabajo, abuso de fármacos y su vida desordenada. Existe la convicción de que era un viejo prematuro extremadamente obeso y con gran deterioro cognitivo y de movilidad. Pero mirando sus fotos, el aumento de peso no es muy evidente hasta su último año.

Coincidiendo con los trajes blancos, la era musical preysliana posterior al especial de televisión de 1968, es sorprendentemente brillante y resulta incomprensible que se hable de decadencia cuando se puede disfrutar de sus magníficas grabaciones en los estudios de Chips Moman y de Stax: un buen repertorio de country soul sureño y la mejor voz de toda su carrera.

Existen fotos de 1976 en las que es patente un mayor deterioro físico y la historia cuenta que casi costó un año completar su último disco… Sin embargo, en el vídeo grabado dos meses antes de su muerte en Rapid City, South Dakota, cantando al piano Unchained Melody, tal vez no veamos al Apolo vestido de cuero de 1968, pero es un hombre de apariencia normal, de 42 años, algo pasado de peso. Cuando se sienta al piano y Charlie Hodge le acerca el micro… Es magia. Imposible cantar mejor y con más emoción.

Baz Luhrmann ha elegido terminar su film sobre Elvis, precisamente, con esa escena.

Malentendido número cuatro: fue un artista explotado

En verano de 1953, Elvis alquiló el Memphis Recording Studios para grabar dos canciones. Algunos estudios contaban con máquinas de imprimir discos de acetato de prueba. Grabó dos baladas y un año después le llamaron para una sesión con un contrabajista y un guitarrista.

Medio jugando, Elvis, Scotty Moore y Bill Black improvisan una versión acelerada de un viejo éxito de rhythm & blues. Sam Phillips lo graba. El 19 de julio de 1954 Sun Records de Memphis, Tennessee, publica That’s All Right por Elvis Presley, Scotty and Bill. Su estreno en la radio desencadenó un diluvio de llamadas y visitas a las tiendas de discos. Acababa de dar comienzo la era del rock.

Actuaciones en ferias y teatros y muy pronto en los eventos más importantes del country. Un hombre de negocios con pasado oscuro e ideas anticuadas se fijó en el joven cantante que arrasaba por donde pasaba. Era el coronel honorario Tom Parker, que deslumbró a Elvis al conseguirle sendos contratos con RCA y William Morris. Rápidamente se convierte en su único representante.

Aunque su acuerdo dejaba al cantante el control absoluto de todo lo artístico, la leyenda cuenta que el coronel se apoderó de Elvis y le chupó un 25% de todas sus ganancias —que aumentó hasta 50% en 1976— y le convirtió en un siervo de Blandi Blub obligado a cantar canciones ridículas y hacer películas infectas.

Hay que entender que tanto Elvis como el coronel pertenecían a la vieja escuela del showbusiness donde el artista era un mero entretenedor obligado a satisfacer las exigencias del público. La era del rock cambiará estos conceptos serviles, pero Elvis llegó demasiado pronto. En 1956, una diva operística podía ser una artista arrogante que se permite el lujo de no hacer concesiones pero ¿podría hacerlo un chaval vestido de rosa con el pelo engominado que daba caderazos?

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