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ANÁLISIS

¿A quién le importan los Grammy?

Madonna en su actuación de los Grammy 2015, poco antes del comienzo del declive

Mónica Zas Marcos

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Los Grammy necesitaban un milagro y no va a suceder este año. La llamada “noche más importante de la música” está de capa caída y su edición número 64 no llega en el mejor contexto. Ha pasado solo una semana desde los Oscar, que acapararon los focos antes y lo siguen haciendo ahora, con la sombra del sopapo de Will Smith alargándose hasta los Grammy, que se celebran este domingo. Pero los premios de la Academia de Grabación de Estados Unidos necesitan algo más que un bofetón en directo para volver a levantar las pasiones de antaño.

Combatir la irrelevancia es más complicado que luchar contra la mala fama, pero los Grammy se han enfrentado a ambas en los últimos años. Unos datos de audiencia penosos, la llamada al boicot de varios artistas y las malas praxis de sus comités saliendo a la luz son los campos de batalla de esta edición. Para presentarla han confiado por segundo año consecutivo en el cómico Trevor Noah, un perfil carismático, previsible y que genera consenso, pero eso no es necesariamente bueno para los Grammy. Han renunciado a asumir riesgos y a generar expectativas, y así es difícil superar el batacazo de audiencia de 2021.

Este año BTS, Billie Eilish, Olivia Rodrigo, Lil Nas X o John Batiste suman el mayor número de nominaciones, aunque también se juegan un gramófono los españoles C. Tangana y Pablo Alborán. La organización ha hecho un claro esfuerzo por ampliar miras respecto a ediciones anteriores, pero los Grammy están lejos de ser aquellos prescriptores de fenómenos musicales que fueron en sus inicios.

De las primeras galas al declive

La primera edición de los Grammy se celebró en mayo de 1959. Se entregaron en dos cenas, una en el Hotel Beverly Hilton de Los Angeles y otra en el Sheraton de Nueva York. Frank Sinatra, Ella Fitzgerald y André Pevin, el compositor de la banda sonora de Gigi, se pasearon por las alfombras rojas con una etiqueta impecable. Todavía los premios no se habían convertido en ese desfile de moda histriónica y divertida que son actualmente. Un año después se televisó la primera gala y en la siguiente edición redactaron un “credo” para los Grammy: “Las ventas y la popularidad masiva son varas de medir para el negocio discográfico, no para esta Academia”.

Desde el debut de Barbra Streisand hasta el nacimiento de los Beatles, los Grammy demostraron que sabían tomarle el pulso al panorama musical antes que nadie. En los años 70, cuando optaron por retransmitir las galas en directo, contaron con Aretha Franklin, unos Beatles ya consolidados y un irreverente David Bowie. Las actuaciones eran tan míticas que despertaban la atención de las principales cabeceras sin esfuerzo. En esa década se volvieron internacionales.

Michael Jackson se estrenó en 1988, un año más tarde lo haría Metallica con One y en 1998 Celine Dion interpretó My Heart Will Go On en uno de los shows más recordados. La primera vez que actuó un latino en ese escenario fue en 1999, cuando Ricky Martin hizo despegar su carrera internacional desde los Grammy con la canción La copa de la vida, que fue el himno del mundial de fútbol de aquel año.

Los 2000 fueron un género de los Grammy en sí mismos: desde los estilismos de la alfombra roja –Jennifer López transformó la moda de principios de siglo con un vestido– hasta las controversias. Y, por supuesto, las actuaciones. Todo el mundo recuerda el popurrí de Britney Spears, el dueto formado por Eminem y Elton John, o el de Madonna y Gorillaz.

A partir de 2010, no hubo un año en el que los Grammy no inspirasen titulares por alguna razón: ya fuese la titánica Lady Gaga, los homenajes –como el de Withney Houston o el de Bob Marley–, el despegue de Adele o la conquista absoluta de Taylor Swift. Pero en 2017 empezaron los cambios. Los Grammy habían sacrificado su “credo” y dejaron que las controversias se les acumulasen... hasta que todo explotó.

Polémica tras polémica

La sospecha de que la Academia de Grabación valora los números discográficos sobre la calidad musical se remonta a mucho antes de 2017. Ya en 2012, llevaron a cabo una remodelación de las categorías reduciéndolas de 109 a 78, donde salió perdiendo el folclore. Los Grammy no se han esforzado nunca por esconder sus géneros favoritos, de ahí que no incluyeran el rock hasta 1979 ni el rap hasta 1989. Y su relación con el hip hop, el RnB y demás músicas urbanas no ha mejorado desde entonces.

La victoria de Beck como Álbum del año en 2015 sobre Beyoncé y la de Taylor Swift con 1989 sobre To Pimp a Butterfly, de Kendrick Lamar, en 2016, fueron dos sucesos con los que el público perdió confianza en los Grammy. Pero no solo ellos. Algunos de los artistas más seguidos del planeta llamaron al boicot de los premios. La gota que colmó el vaso fue cuando Bruno Mars ganó en Mejor Álbum con 24K Magic sobre Kendrick Lamar, Jay-Z, Lorde y Childish Gambino. Tres meses después, Lamar ganó el Pulitzer de música. Por su parte, en 2017 Frank Ocean se negó a presentar su disco Blonde como crítica al oscuro sistema de votación.

“No dejaré que mi discográfica vuelva a presentar mi música a los Grammy”, declaró The Weeknd en un comunicado en 2021, donde denunció que los comités secretos que revalidan las nominaciones seguían siendo “corruptos”. El músico reaccionó así después de que su exitoso álbum After Hours no figurase en ninguna de las 80 candidaturas de 2021. Le apoyaron otros raperos y artistas negros, lo que se sumó a anteriores quejas de Alicia Keys, Ariana Grande, Wiz Khalifa, Jay-Z o Drake. Este último, de hecho, se ha retirado de las dos categorías donde competía este año. Jay-Z, en cambio, se ha convertido en el artista más nominado de la historia de los Grammy.

También Zayn fue directo en sus críticas –“que jodan a los Grammy– y les acusó de permitir que ”el favoritismo, el racismo y la política de las redes influyan en el proceso de votación“. Lo cierto es que solo en 10 de las 64 ediciones ganó un artista negro. Pero el racismo no es la única lacra a la que se han enfrentado los Grammy.

En 2018, en plena ola del Me Too, las nominaciones estuvieron lejos de ser paritarias, por lo que en redes se empezó a mover el hashtag #Grammysomale. La cosa no mejoró cuando el presidente de la Academia, Neil Portnow, dijo en su discurso que las mujeres tenían que “mejorar su rendimiento”. Un comentario que incendió las redes con miles de personas pidiendo su dimisión.

Al año siguiente, Michelle Obama inauguró la gala acompañada de Lady Gaga, Jada Pinkett, Alicia Keys y Jennifer Lopez. Portnow renunció a la presidencia cinco meses después de aquello. Unos meses más tarde, Deborah Dugan se convertía en la primera mujer a cargo de los Grammy, pero fue apartada enseguida tras varias acusaciones de acoso y de crear un ambiente tóxico en el trabajo.

La llegada de la COVID-19, contra todo pronóstico, le dio un respiro a la Academia y la oportunidad de enmendar errores y lamerse las heridas. Dieron un vuelco al organigrama interno, contratando a más talento femenino, joven y diverso. Aunque algunos artistas seguían descontentos (como The Weeknd), los críticos abrazaron el cambio de la gala de 2021. “Ha sido la noche de los Grammy más coherente, decidida, hospitalaria y gratificante de los últimos 20 años, de lejos”, reseñaron en The Washington Post. Por desgracia, la audiencia no acompañó: los Grammy anotaron los números más bajos de su historia, con 8,8 millones de espectadores. Para hacerse una idea, en 2014 rozaron los 29 millones. ¿Lograrán superar el desastre este año?

¿Qué esperar de esta edición?

Para la 64 edición, la Academia de Grabación ha hecho realidad el deseo de The Weeknd y ha eliminado los comités secretos. Ahora solo los miembros con derecho a voto –que deben haber sido productores, intérpretes o ingenieros de una producción reconocida– han sido los encargados de seleccionar en cada categoría. “Más del 90% de los miembros tendrán que pasar por un proceso de recalificación a final de año, asegurando que sus votaciones están activamente vinculadas a la creación musical”, anunciaron, garantizando así algo más de transparencia.

La única polémica con la que comienzan estos Grammy inmiscuye a Kanye West, a quien han castigado por sus soflamas en las redes sociales. Entre las acusaciones de acoso a su exmujer, Kim Kardashian, y otros comportamientos extraños, el rapero también insultó al presentador de los Grammy, Trevor Noah, acusándole de ser “un negro antinegros”. La Academia decidió entonces cancelar su invitación. Por su parte, Instagram llegó a bloquear la cuenta de West y las críticas de los usuarios se dispararon, llegando incluso a iniciar una recogida de firmas a través de Change.org para eliminar al rapero del cartel del festival Coachella de este año.

Los premios más importantes de la música se juegan esa etiqueta en un panorama donde los soportes físicos están en peligro de extinción. ¿Arrastrarán junto a ellos a los premios Grammy? En la madrugada del domingo al lunes, a partir de las 2:00 (hora peninsular), se despejarán las dudas.

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