Una ONG italiana demuestra que es posible traer refugiados a Europa sin esperar a los gobiernos
En medio de una cerrada ovación llegaban al aeropuerto de Fiumicino en Roma, Mohamed y su mujer Ofram. Aún despistados ante la nueva realidad, a la que caen además entre decenas de focos de fotógrafos y cámaras de televisión. Huyeron de la ciudad siria de Homs y acabaron en un campo de refugiados en Líbano. Él, con 20 años, y ella con 18, solo piensan en un lugar mejor para su futuro hijo, que debe nacer dentro de unos meses.
A la chica embarazada y su joven esposo les acompañan también sus familias. En total son 101 los refugiados, todos sirios, que llegan en un mismo avión. Son los elegidos en un proyecto impulsado por varias organizaciones católicas italianas, que pretenden que quienes huyeron de las bombas no tengan que recurrir a las mafias ni atravesar el mar para llegar a Europa. Lo llaman “corredores humanitarios” y con esta última remesa ya son 194 personas las que se han podido acoger a esta vía.
Desde la Comunidad de San Egidio, la asociación que está al frente de esta iniciativa, piden que “el resto de Europa ofrezca solidaridad y sigan también este modelo”. Su presidente, Andrea Riccardi, aclara que el “Ministerio del Interior y el de Exteriores italiano se comprometen a acoger a un número determinado de refugiados, pero los gastos corren a la cuenta de las colectivos que lo organizan”. “Es la sociedad civil quien acoge, gracias a la contribución que recibimos de la gente”, añade Riccardi.
San Egidio se encarga de dar cobijo a los refugiados más célebres de las últimas semanas, los 12 sirios que el Papa se trajo en su avión de regreso a Roma tras visitar la isla griega de Lesbos. Hace casi un mes que habitan en las instalaciones que esta comunidad posee a unos pasos del Tíber y desde entonces se han dedicado a recibir clases de italiano, prepararse para su inclusión en el mercado laboral y reponerse de la experiencia mientras iban recibiendo a decenas de periodistas.
Algo parecido a lo que le sucede a Samer y sus cuatro hijos, aunque en un plazo más corto de tiempo. Desde la sala de espera del aeropuerto de Fiumicino, donde comparecen quienes han formado parte de estos corredores humanitarios, cuenta que “está feliz” porque después de salir de Homs tuvo que pasar cuatro años en Líbano antes de poder llegar a Europa. Inmediatamente después tomará un nuevo avión que le llevará desde Roma a Turín, donde recibirá la misma asistencia que los refugiados acogidos por el Papa. Otras familias se instalarán en Milán y también hay quienes permanecerán en la capital italiana.
Lo curioso es que Italia, que junto a Grecia debería ser el país desde el que salieran los refugiados con destino al resto de Europa, se convierte de este modo en lugar de acogida. De aquel compromiso firmado en Bruselas para reubicar a 160.000 refugiados, solo se ha hecho efectivo el traslado de 1.500, menos del 1% de lo acordado.
En un primer plazo, de Italia debían salir 39.600 personas, aunque solo lo han hecho 591. De ellas, 18 hacia España, los únicos refugiados que han sido reubicados en nuestro país en virtud de este acuerdo. Las poco más de 100.000 plazas con las que cuentan los centros de acogida italianos ya están repletas, por lo que solo a través de iniciativas en paralelo al Estado es posible seguir dando cobijo a quienes escapan de sus países.
Solo Finlandia, Francia y Portugal han decidido aceptar a más refugiados procedentes de Italia y Grecia que los que se han beneficiado de los corredores humanitarios de San Egidio. Aunque el procedimiento es distinto, ya que mientras un gran número de los que llegan a Europa rechazan ser identificados o incluso trasladados a un tercer país, los escogidos por el colectivo católico han pasado por todos estos trámites en los campos de refugiados libaneses, donde viven casi un millón y medio de personas.
El criterio a la hora de seleccionarlos se basa siempre en la “vulnerabilidad”. Trasladan a familias enteras, entre las que suele haber muchos niños y personas enfermas. Serafina, cristiana de Alepo, llega con sus padres, septuagenarios, que apenas pueden caminar por sí mismos. Dice que todavía cuatro de sus hermanos continúan en Siria y que el mismo día que ellos llegaban a Italia recibían la noticia de que había caído una bomba justo al lado de su casa.
El proyecto contempla traer a 1.000 personas a Italia en los próximos dos años. Aunque desde San Egidio aseguran que una vez pasado este plazo, su intención es seguir ampliando el número. Pese a sus llamamientos al resto de países europeos, de momento ninguno ha aceptado seguir el ejemplo.