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“Las personas racializadas debemos coger la batuta de nuestra lucha”

Representantes de diferentes comunidades racializadas participan en la asamblea.

Gabriela Sánchez

Hartas de tomar el micrófono “sólo como víctimas”, planean cómo liderar la lucha contra el racismo en España en una pequeña sala del centro de Madrid. Es hora, dicen, de que dejen de hablar por ellas. Las diferentes comunidades racializadas buscan situarse unidas en la primera fila del movimiento porque, recuerdan, son ellas quienes lo sufren. Ahora buscan transformar la rabia acumulada en forma de movilización social a través de la que será, aseguran, “la gran manifestación contra el racismo”.

Son las 19:45 de la tarde en el Casino de la Reina y está a punto de comenzar una de las últimas asambleas en las que se está gestando lo que pretenden que sea “un antes y un después” del movimiento antirracista en España: la marcha contra el racismo convocada para el próximo 12 de noviembre en Madrid.

Antes adentrarse en el orden del día, los participantes recuerdan cada uno de sus nombres; otros añaden una organización a la que pertenecen aunque, insisten, “detrás de la convocatoria de esta manifestación no hay organizaciones concretas, solo somos personas racializadas”.

“Es la primera manifestación contra el racismo organizada por las distintas comunidades racializadas que residen en España: gitanas, latinoamericanas, afrodescendiente, africana, musulmana, asiática… ”, explica Paula Guerra, de origen chileno, quien se encarga de la dinamización de la reunión.

“Nosotras decidimos unirnos, organizarla, plantear todo el contenido entre nosotras. Es diferente con respecto a las otras manifestaciones que ha habido contra el racismo porque detrás de esta no hay organizaciones blancas”, explica la activista, que participa desde hace años en diferentes espacios de lucha contra el racismo.

Un paso adelante para liderar la lucha

Georgina Marcelino, afrodescendiente dominicana residente en España, sigue atenta del desarrollo de la asamblea. “El movimiento racista en España ha sido liderado por personas blancas, lo cual es muy irónico porque su posición tiene que ser muy distinta: de apoyo a la causa, que lo agradecemos muchísimo, pero no de liderazgo”, defiende la joven en declaraciones a eldiario.es. Buscan acabar con “el paternalismo” que, indican, más de una vez han identificado en el seno de los movimientos sociales. Lo que denomina la “tutela” blanca.

“Las personas racializadas tenemos perfectamente todas las posibilidades de manifestar lo que nos afecta, pero ahora el enfoque es diferente: parece que la persona blanca nos tiene que tutelar para que quienes sufren el racismo podamos ver cómo solucionar la situación”, relata Marcelino, quien también tiene experiencia en el activismo contra la discriminación racista. “No lo necesitamos. Nosotros debemos coger la batuta de nuestra lucha”.

“¿Alguien consentiría que la lucha contra el machismo fuera liderada por hombres? No. ¿Y que los portavoces de una manifestación feminista fuesen hombres? Tampoco. ¿Por qué no se llega a la misma conclusión cuando se trata de personas migrantes o racializadas? Eso es lo que queremos decir. Llegó el momento de que seamos nosotras las que hablemos por nosotras”, enfatiza Guerra.

“Es importante que lo contemos desde nuestra propia piel, desde nuestras vivencias”, dice Yasmin, que representa a la comunidad musulmana/árabe. “No puedo hablar por una persona si yo no he vivido determinadas situaciones”, detalla la joven, que empezó a formar parte del movimiento contra el racismo desde 2014. “Es muy empoderante cuando te das cuenta de que no es una experiencia personal, sino que le pasa a otras personas. Se llama racismo estructural y tenemos que decir: 'Basta ya”.

“Plantar cara al racismo estructural”

Ocupar el liderazgo de la lucha antirracista, representada históricamente en España por personas blancas, es uno de los cambios pretendidos, pero también cambiar el enfoque desde el que, según defienden, se viene denunciando el racismo de forma hegemónica: “Hay que plantarle cara como un sistema de opresión estructural, como la lucha de clases o de género, no como actitudes racistas de personas individuales”, añade Guerra.

“Es necesario impulsar un proceso de visibilidad acerca del origen del racismo. Generalmente las personas racializadas vivimos una serie de situaciones por sistema que nos afectan en la vida diaria, que va más allá de que alguien me diga ‘sudaca’ en la calle, o que alguien me violente”, señala Marcelino. “Es importante que la sociedad española sea más consciente de esto”.

El primer punto del orden del día de la asamblea está dedicado a la comunicación y difusión de la convocatoria. Buscan referentes históricos del movimiento antirracista en los que puedan verse representadas cada una de las comunidades racializadas residentes en España, con el objetivo de elaborar carteles con imágenes “icónicas”.

Suena el nombre de Lucrecia Pérez, mujer de origen dominicano asesinada a tiros en Madrid por un guardia civil ultra que, según reconoció, buscaba “dar un escarmiento a los negros” del barrio de Aravaca. Ocurrió el 13 de noviembre de 1992 y fue el primer crimen racista de la democracia española. La fecha de la manifestación fue escogida en su memoria. 25 años después, las comunidades afrodescendientes, musulmanes, gitanas, asiáticas y africanas gritarán también por ella en las calles madrileñas.

También recuerdan la necesidad de que cada uno de los diferentes colectivos elija a varios portavoces. Las manos comienzan a alzarse, la mayoría son hombres. “Chicas, necesitamos más mujeres”. Varias se ofrecen voluntarias. “¿Hay aquí alguna mujer que pertenezca a la comunidad africana?”, pregunta en voz alta la dinamizadora de la reunión. Dos chicas jóvenes levantan la mano con cierta vergüenza. “Venga, anímate. Tenemos que recordar por qué estamos aquí: es una manifestación para nosotras y por nosotras, tenemos que dar un paso adelante”.

José Heredia habla pensando en la población gitana. El enfoque es el mismo: es necesario unirse, dice, para luchar contra todo tipo de discriminación. “Es necesario tener un objetivo político. Hay muchos inmigrantes, hay muchos gitanos y, dentro de una varias generaciones, el volumen de votantes de diferente origen étnico va a ir aumentando, y es necesario abordarlo desde el respeto a la diversidad”, añade el hombre, que milita en organizaciones en defensa de la comunidad gitana desde hace décadas.

Sus propuestas

La asamblea avanza y se detienen en el contenido del manifiesto. Proponen puntos específicos susceptibles de ser añadidos, aunque el esqueleto de sus propuestas ya están definidos. Los convocantes de la manifestación defienden la derogación de la Ley de Extranjería, por lo que solicitan el cierre de los CIE, la erradicación de las identificaciones policiales racistas, la despenalización de la manta, el fin de la “militarización de fronteras”, de las deportaciones y de las devoluciones en caliente. También solicitan el derecho universal a la sanidad pública y gratuita, así como el derecho al voto para la población migrante.

Además, exigen la creación de una “ley de reconocimiento de las comunidades racializadas”, que incluya el impulso de “políticas públicas interseccionales dirigidas a la protección de la diversidad étnico/racial”.

No olvidan el fomento de “la memoria histórica y reparación” de las víctimas de racismo. En este sentido, apuestan por “la retirada de monumentos o calles de todo aquel personaje histórico que formara parte de la persecución histórica a la que se han visto sometidas” las comunidades racializadas. De la misma manera, plantean levantar monumentos en homenaje a personajes históricos que representen la diversidad étnica de nuestra sociedad.

Varias redadas racistas en una misma semana empujaron a Eby a dar el salto al activismo hace unos meses. “Yo nací en España, pero, si mi piel es negra, para muchos no soy español. El mismo policía me paró dos veces en cinco días cuando nadaba por la calle y me denunció”, describe el joven, de padre senegalés y madre filipina. “Me da mucha rabia, pregunté en una organización, me ayudaron y ahora soy yo la que quiero hacerlo”.

Llegan las 22 horas de la noche y la larga asamblea finaliza con aún detalles que concretar. A las puertas del Casino de la Reina, algunos comentan experiencias particulares que les refuerza su decisión de continuar en el activismo. Porque, cuando hablan en general, lo hacen con un listado de recuerdos personales que les permite saber muy bien lo que denuncian.

Prefieren no referirse a situaciones concretas en primera persona, no quieren ser leídas como víctimas pero, cada vez que lanzan denuncias colectivas, hay detrás una vivencia para recordar por qué están donde están.

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