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ENTREVISTA Ida Carruido

La 'youtuber' que ayuda a miles de migrantes tras vivir en España sin papeles: “Podemos aportar mucho a este país”

Ida Carruido

Olga Rodríguez

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Ida Carruido, venezolana, llegó a España licenciada en Criminología, admitida por un máster universitario, con 21 años, 400 dólares y sin visado. Compaginó varios trabajos en negro, soportó momentos de explotación laboral, sufrió violencia de género, sobrevivió a una depresión y creó un canal de Youtube sobre migración que cuenta con once mil suscriptores. Bajo el nombre Boleto de Ida -en un juego de palabras con su nombre y ese viaje sin regreso que realizan tantas personas-, algunos de sus vídeos superan los 40.000 visionados.

Como otras muchas personas, tuvo que estar tres años residiendo en España de forma irregular. “Si no tienes papeles y eres mujer hay una vulnerabilidad añadida”, señala. Durante ese tiempo recibió ofertas de trabajo que no pudo aceptar por no tener papeles. Quería formalizar su situación y acceder a un empleo en regla. “Pero la normativa española tiene grandes incongruencias. Por un lado castiga estar sin papeles pero por otro nos pide, para regularizar nuestra situación, que permanezcamos en este país tres años de forma irregular. Nos premia por aguantar como irregulares, no tiene sentido”.

Las contradicciones de una ley que penaliza no tener papeles pero a la vez exige tres años de estancia irregular para acceder a un permiso de residencia han sido también subrayadas por diversas organizaciones no gubernamentales especializadas en temas migratorios.

“Si quieres que tu país salga adelante, tú y las personas migrantes estamos en el mismo barco”, suele decir Carruido. Su objetivo es enterrar estereotipos y prejuicios: “Las personas migrantes somos vulnerables, sí, pero también tenemos mucho que aportar y podemos multiplicar la riqueza de un país”.

Dejé de ir al médico cuando estaba enferma por miedo a que descubrieran que no tenía papeles.

¿Cómo llegó a España?

Vine con visado de turista, aún no era consciente de todo el proceso legal, lo desconocía. Cuando me aceptaron en el máster me enviaron de la embajada los requisitos para el visado. Pedían tener unos 550 euros por cada mes de estancia en España, más el precio del máster, unos 6.000 euros. Duraba dos años, así que eran casi 20.000 euros, yo no disponía de esa cantidad.

Me dije: “Bueno, no pasa nada, voy con el visado de turista y allí ya conseguiré el otro”. Pero una vez instalada acá me enteré de que el visado de estudiante solo podía conseguirlo volviendo a mi país. Yo no tenía dinero para regresar, esperar esos trámites allí y luego pagar otro vuelo para venir de nuevo. Así que empecé el máster y busqué empleo.

¿Qué tipo de empleos tenía entonces?

De todo. A través de una conocida supe de un trabajo con otras chicas latinas vendiendo en un centro comercial. Ella me dijo: “Como nosotras somos más extrovertidas….”. Yo no soy para nada extrovertida y al principio se me daba fatal. Tenía que vender planchas para el cabello, parar a la gente para contar lo maravilloso que era el producto. Si vendías, te daban veinte euros. Había semanas que llegabas a casa después de muchas horas de pie sin haber ganado ni un euro.

También trabajé para empresas de marketing subcontratadas por las compañías de luz y agua, tienes que ir casa por casa convenciendo a la gente de que cambie de compañía. Solo cobraba, 30 euros, si conseguía que alguien cambiara. No me llegaba ni para cubrir gastos de desplazamiento y comida. Después volví a mis planchas de cabello.

Tuve un trabajo en el que llamaban panchita por ser migrante, en otros me llamaban extranjera o me gritaban prostituta

Probé también con las mudanzas, era agotador pero lo pagan bien, a veces podía ganar ochenta o cien euros en un día, pero era duro, sin protección, creyendo que si te pasa algo nadie te va a indemnizar, aunque ahora sé que sí, no lo sabía entonces.

Trabajé en cafeterías, veinte euros por ocho horas de trabajo, pero solo dos días a la semana, no me daba para vivir. Fui monitora al mismo tiempo en un parque de niños, ese fue el mejor trabajo porque ganaba por hora ocho o diez euros, me sirvió para pagar la operación de mi madre y sus tratamientos en Venezuela. Pero solo duró un verano.

También vendí cremas y productos exfoliantes en la calle, tenía que convencer a la gente para que entrara en la tienda. En general fue duro y yo era frágil emocionalmente. Tenía solo 21 años, pero aunque hubiera tenido 35...

Si eres migrante sin papeles mujer tienes más vulnerabilidad, eres más propensa a sufrir violencia de género. A mí me pasó

¿Cuál fue su experiencia como migrante en situación irregular siendo mujer?

Si no tienes papeles y eres mujer hay una vulnerabilidad añadida, eres más propensa a ser víctima de violencia doméstica y de género. Y te ofrecen muchos empleos relacionados con la prostitución también.

Yo llegué a mantener una relación con un chico de acá, fue la primera y última vez que tuve una relación de maltrato psicológico que derivó en agresiones físicas, se me hizo muy difícil salir de ahí porque estaba sola, no tenía familia ni un círculo sólido de amistades, estaba desprotegida.

Un día ese chico me golpeó en plena calle, me pateó, me gritaba puta, ilegal, y yo llorando. Había gente en una terraza cercana tomando algo y nadie se levantó a ayudarme. Nadie, nadie. Creo que ese fue uno de los momentos más duros que he tenido que atravesar.

¿Cómo salió de aquello?

Me di cuenta de que estaba poniendo en peligro todas las metas por las que trabajaba. Por muy baja que estaba mi autoestima, me dije: 'Aunque no valgas nada tal vez tampoco te mereces esto'. Me di cuenta de que si no hacía nada terminaría en la policía o en el hospital. Pero realmente aún no sé bien cómo logré salir de aquello. Hoy en día muchas de las cosas que viví no las puedo verbalizar aún.

¿En qué momento se planteó pedir el arraigo social?

Empecé a tener mucho miedo, tenía miedo hasta de contactar con abogados, pensaba que por no tener visado me podían detener, juzgar, encarcelar, temía que me dijeran “¿por qué viniste?”, me daba mucho miedo que la gente pensara mal de mí. Alguien que no sabía nada de leyes me dijo que si pedía el arraigo, a los dos años y con un contrato ya podía regularizarme. Yo me lo creí.

Pero pasado un tiempo indagué más y me enteré de que no era así. Sí que existe a los dos años la figura del arraigo laboral pero no es con contrato, es denunciando al empleador, las condiciones laborales, y con sentencia. Todo eso lo fui aprendiendo sola. El arraigo social sí es a los tres años, pero con un contrato, y no cualquier contrato. Es un contrato complicado de encontrar.

La ley es contradictoria, nos obliga a escondernos tres años sin papeles para poder regularizarnos

¿Qué tipo de contrato es?

Necesitas un contrato laboral de un año de duración con un mínimo de cuarenta horas semanales y con el sueldo mínimo. Es algo difícil incluso para un español, porque normalmente el empleador primero prueba con contratos de tres meses o seis. Así que imagínate para un extranjero.

Además la normativa dice que el empleador no puede tener ningún tipo de deuda con Hacienda, debe estar al día y demostrar suficiente solvencia.

La mayoría de quienes consiguen arraigo social lo hacen a través de contratos agrarios, para los que sí hay una excepción: puedes aportar contratos de mínimo seis meses de duración, en vez de un año, y que ambos sumen treinta horas. También para el empleo doméstico hay excepción: se pueden sumar varios contratos que sumen las treinta horas y el sueldo mínimo, pero deben ser de un año.

Y en total hay que llevar tres años de estancia en España

Sí. Tienes que comerte los tres años como irregular, es la cosa más perversa del mundo. Es decir, la propia normativa nos premia por aguantar como irregulares, no tiene sentido. Por un lado la ley dice que se va a perseguir la inmigración irregular, de hecho es castigada y vigilada, pero por otro lado nos están diciendo que podemos tener un permiso de residencia si aguantamos tres años sin papeles.

Así que nos premian porque nunca nos detenga la policía, por pasar inadvertidos durante tres años. Es completamente incoherente. Puedes conseguir un contrato nada más llegar y da igual, no puedes regularizarte.

Los medios y la agenda repiten cosas que contribuyen a que tú misma te estigmatices como migrante

Le he oído decir en su canal que la normativa sobre el arraigo nos afecta a todos.

Sí, porque fomenta la economía sumergida y la competencia desleal entre comercios. Por ejemplo, tú abres un restaurante, tienes todo legal, pagas a Hacienda y a la Seguridad Social, todos tus empleados reciben su salario mínimo y pagas por cada uno de ellos. Para eso tu menú tiene que costar un precio determinado, para que puedas cubrir tus gastos.

Pero en la esquina de la misma manzana otra persona monta su restaurante pero sus empleados están en negro, con lo que puede ofrecer un menú más económico que el tuyo, porque ahorra mucho dinero que está dejando de pagar. Eso es competencia desleal, la gente no entiende que también viene derivada de esa mala normativa de Extranjería.

Las personas migrantes estamos en el mismo barco de todas las que quieren que este país salga adelante

Y hay otra cosa: esta ley es de hace más de veinte años, la sociedad ha cambiado desde entonces, el contexto también. Por eso es importante la reforma, los cambios.

En las comisiones de trabajo del Congreso hay quienes dicen que no hay empleo para todos, para oponerse así a la regularización de los migrantes. ¿Dónde está escrito esto? Los empleos en democracia también los creamos los ciudadanos, seamos nacionales o extranjeros.

Puede haber dos o tres millones de parados, pero también hay mucha gente trabajando en negro y eso nadie lo dice. Es importante recalcarlo. Hay gente migrante que no está aportando porque no se lo permiten. Y esa gente genera empleo también, mucho empleo. En estos momentos de crisis es muy importante la mayor suma de factores que potencien que el Estado se pueda levantar.

¿Cómo logró sus papeles finalmente?

Me di cuenta de que no me quedaba otra que esperar y hacer ese arraigo. En ese proceso conocí a quien hoy es mi pareja. Cuando empezamos a salir le expliqué que no tenía papeles, yo trabajaba de sol a sol, de lunes a lunes diez horas de pie. Él me decía que eso no era vida y le conté que no tenía otra opción.

Entonces me propuso hacernos pareja de hecho, con ello podría aspirar al permiso de residencia y de trabajo más rápidamente. Al principio dudé, lo pospuse, no quería conseguirlo así. Pero ahora llevamos más de dos años, vivimos juntos, y lo hicimos. Así logré mi documentación, hace pocos meses.

Vienen tiempos difíciles, se busca culpar a las personas pobres, al migrante, al diferente

¿Cuándo y por qué crea su canal de Youtube, en el que narra su propia experiencia, resuelve dudas, etc?

Al principio se le ocurrió a mi pareja. Yo conocía mucho estos temas y me propuso hacer un vídeo explicando algunas cuestiones. Nadie dice claramente “estoy sin papeles”, porque es un tabú. Así que lo conté. El primer vídeo, que está colgado aún, se tituló “Trabajar sin papeles en España”. Lo hice con miedo porque pensé que me iban a atacar.

En ese vídeo cuento mi experiencia en cuarenta minutos, un castigo para los oyentes [dice, riéndose]. Tuvo muy buen recibimiento. Así que seguí.

Cuando comenzó el confinamiento me metí de lleno. A principios de abril de 2020 la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) publicó en su web una petición para regularizar a las personas sin papeles. Yo era una de esas personas, me pareció muy interesante la propuesta y decidí hablar de ello en un vídeo. El canal explotó, el crecimiento fue exagerado, porque era un tema que afecta a mucha gente.

¿Qué ha supuesto para usted hablar de todo esto públicamente?

He podido sanar muchas cosas de un proceso como es migrar. Me costaba mucho hablar abiertamente de lo que yo era. Cuando no tienes papeles tú misma terminas estigmatizándote, porque los medios y la agenda repiten cosas por inercia, sin conocer, y te vas invisibilizando tú misma sin darte cuenta. Así que el canal me ayudó a sanar y a entender cuál era mi propia perspectiva sobre la migración.

Empecé a ver las sesiones del Congreso, las analizaba, extraía lo más interesante, recopilaba lo que decían sobre temas de extranjería, y así informaba a la gente. También ofrezco explicaciones sobre trámites y procesos, doy la palabra a abogados, etc.

He conocido casos de trata, de violencia de género, los de trata son los que más duelen. He conocido a muchas personas que han llegado de África, me retroalimenta mucho su experiencia, los aplaudo. Nosotros no tenemos que cruzar un desierto, ni saltar una valla, no tuvimos esa estigmatización que sufren ellos.

Desde toda esta experiencia, al igual que el arraigo social contiene una gran contradicción, ¿qué otras normativas considera incoherentes o mejorables?

Definitivamente lo que sufren los menores no acompañados es de lo más delicado. Son uno de los principales blancos del racismo y la gente no se para a pensar por qué están aquí. La ley, el propio Estado, los margina, les obliga a recorrer un camino que no les lleva a un crecimiento personal más positivo.

Hay una gran incongruencia en el hecho de darles un permiso a partir de los dieciséis años pero después, cuando cumplen los dieciocho, si no tienen un contrato determinado de un año de duración, salario mínimo y tantas horas determinadas, nada.

No entiendo cómo a la gente no se le rompe el corazón, son niños sin sus padres, nadie con 16 años sabe qué va a hacer con su vida, están solos sin tutoría y ni siquiera pueden trabajar legalmente. ¿Qué esperas que hagan? Tendrán que tomar medidas no lícitas para sobrevivir. Y encima la gente se burla de ellos, los ataca.

Es uno de los puntos débiles de la Ley de Extranjería, ellos deben ser la prioridad. Dice mucho de un Estado el trato que da a los menores.

Los políticos no solo tienen que luchar por los votos, sino por la convivencia contra los discursos de odio y racismo.

¿Qué cree que es importante transmitir como migrante?

No queremos transmitir que somos una carga, porque no lo somos. Lo que yo intento con mi canal y con mi discurso es recordar lo que podemos aportar y que nos faciliten poder seguir aportando. Porque ganas tú, gano yo, ganamos todos, y eso rara vez se maneja como un discurso.

¿Hubo algún momento en el que pensó en tirar la toalla?

Un montón de veces. Me ayudó a no hacerlo el apoyo de la gente que me rodeaba. Cuando te ves que no tienes para comer, para el alquiler, que te sientes rechazada en los sitios donde estás, lo pasas mal.

Tuve un trabajo en el que me tiraban las cosas y me llamaban panchita, lo más curioso es que lo hacía otra extranjera ya nacionalizada. En otros me llamaban extranjera o me gritaban prostituta. No te sientes bien en tu lugar laboral porque te atacan y encima te explotan. Estaba sola, me puse muy depresiva, la pasé muy mal. Dejé de ir al médico cuando estaba enferma por temor a que descubriesen que no tenía papeles.

Si eres migrante tienes que saber que vas a pisar fondo y vas a estar en el subsuelo. Es muy importante que la gente que te rodea lo sepa, que se lo puedas manifestar porque sola no puedes, es imposible. Nadie tiene la fortaleza ni el conocimiento de lo mal que lo puedes pasar. Y es bueno tener esos salvavidas. 

¿Cómo vive el racismo que hay en la actualidad?

Cuando las sociedades son vulnerables afloran estos discursos de odio, que después llevan a cometer delitos de odio, a que se segmente, a que se margine. Como migrante quiero apaciguar y generar conciencia. Mi meta es hacer entender que las personas migrantes no estamos a la defensiva y que se recuerde el daño que los discursos de odio han hecho a la humanidad.

Vienen tiempos difíciles políticamente y económicamente, se va a buscar culpar a gente con escasos recursos, al migrante, al diferente. Quienes difunden bulos sobre personas migrantes no son conscientes de la fractura social que están ocasionando. Todos podemos aportar algo explicando en nuestros espacios la realidad, creando conciencia para evitar el racismo. Si no, el daño será irreparable.

En cuanto a los políticos, deben ser conscientes de que su tarea no solo es intentar no perder votos, sino servir a la sociedad y buscar un bienestar común, luchar por la convivencia contra el odio y el racismo. Eso exige explicar mucho. La riqueza de un país no reside solo en sus materias primas, en sus leyes o cultura. También hay riqueza en la diversidad del conocimiento, y aquí la migración juega un importante rol.

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