Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
Aprender a comprender la ciudad
Esta semana iba a llenar este espacio con un texto muy negro sobre cómo los madrileños nos hemos desconectado de nuestra ciudad. Iba a hablar de las colillas que tiramos al suelo como si habitásemos en un cenicero o de esos chavales a los que tuvimos que pedir el viernes que no arrancasen una bici pública para terminar su noche. De cómo estamos viendo Madrid como un lugar por el que pasamos sin tenerle aprecio ni cariño y no como lo que es, nuestra casa (común: por eso lo de nuestra).
Carmena y compañía tendrán que pelear pronto y bien para solucionar, entre otras muchas cosas, los contratos de la limpieza y de las bicis públicas. Ésa es su misión. Pero la ciudad no depende sólo de los gobernantes y gestores, sino que nos toca a todos respetarla y cuidarla. Cuidarnos. Y es una falta de respeto a nuestra ciudad, a nuestros vecinos y a nosotros mismos dejar la basura que no queremos en nuestro salón en el suelo de nuestra calle. Es una irresponsabilidad provocar y permitir el deterioro de lo público (las bicis, los bancos, los parques…), de lo nuestro. Es un locura egoísta conducir a 80 km/h por una calle limitada a 30 o hacer un sprint en bici por la acera sin sentir que estamos poniendo en peligro a nuestros conciudadanos, a nuestra familia.
No comprender todos esos nuestros y nuestras es no comprender la ciudad. Y creo, cuando me pongo pesimista, que en Madrid no comprendemos la ciudad ni entendemos nuestro papel en ella. Por eso, porque estaba en un plan cenizo que no me viene nada bien, empecé y dejé a medias dos veces este texto que iba a ser negro y que, a la tercera, ha cambiado de color.
Y ha sido así porque el sábado asistí a la puesta en común de las experiencias de cuatro vecinos de Madrid que han vivido durante un mes un reto llamado #DesAUTOxícate. Creado e impulsado por la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), la cosa consistía en quitar —literalmente— las llaves del coche durante 30 días a cuatro personas acostumbradas a usarlo a diario y mostrarles otras formas de moverse por la ciudad: en transporte público, bicicleta, coche compartido y hasta caminando.
En el evento del sábado, en Intermediae y dentro de la programación del FestiBal con b de bici, hablaron los cuatro desautoxicados, Alberto, Juanjo, Laura y Lidia, y contaron su experiencia en esta terapia. Porque, más que un reto, la propuesta es un tratamiento para desengancharse de un mal hábito, un hábito que quita tiempo, dinero, salud y en el que nos empeñamos sin que ninguna campaña de ningún ministerio nos diga lo tóxico que es sino todo lo contrario.
Pero hoy no toca meterse con el coche sino hablar de si es posible que aprendamos a entender nuestro entorno. Y lo que más me impresionó el sábado en ese encuentro fue que los cuatro dieron puntos de vista atinadísimos sobre temas urbanos diversos y esenciales, sobre todo en torno a movilidad, claro. La experiencia les había cambiado. No sólo sus costumbres, también su visión sobre la ciudad y sobre su papel dentro de ella. Hablaban de compromiso, de responsabilidad, de cuidado como palabras que definen ahora su forma de ver e interactuar con Madrid.
Y como tenían delante a Inés Sabanés, Concejala de Medio Ambiente, hablaban también de lo esencial que es comunicar todo lo que ellos habían aprendido en el programa, todas las razones objetivas, individuales y sociales, que hay para dejar el coche aparcado y elegir cualquier otra opción mejor. Y otra vez lo clavaban.
Tenemos que pedir al Ayuntamiento que comunique y que comunique bien, que ayude a crear la cultura ciudadana que falta, que contribuya a que podamos comprender mejor la ciudad. Pero tampoco se trata de dejar el marrón en Cibeles, esto también hay que repartirlo. Empresas, ONG, sociedad civil y nosotros mismos con nuestros mecanismos. Comunicación es una palabra ancha y larga que admite muchos sujetos y mucha creatividad en las aplicaciones de su significado.
Comunicación es, por ejemplo, este reto #DesAUTOxícate y comunicación es que Alberto, Juanjo, Laura y Lidia se muevan ahora de una forma más humana por su propia ciudad y que lo cuenten en su entorno. Comunicar en esperar a tirar ese cigarro que te acabas de fumar hasta que encuentres la próxima papelera. Comunicar es decirle al vecino que descarga su pasado en la esquina de un contenedor que no está bien dejarnos esa herencia. Comunicar es explicar a esos muchachos que arrancan de cuajo las bicis públicas que están arrancándonos a todos un cacho de nuestra autoestima ciudadana. Aunque en el momento se choteen de ti por ser un señor mayor con gustos musicales de los 80.