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ENTREVISTA | Mercedes Wullich

“Tenemos una responsabilidad en cambiar también la vida de otras mujeres”

Mercedes Wullich. FOTO: Magdalena Siedlecki

Ana Requena Aguilar

Es periodista, fundadora y directora del medio especializado Mujeres & Cía y de la consultora Gender Capital. Todos los proyectos de Mercedes Wullich, argentina que reside desde hace años en Madrid, tienen que ver con la igualdad. Como el ranking Las Top 100 Mujeres Líderes en España, una lista que cada año visibiliza a mujeres destacadas de distintos ámbitos y que acaba de presentar su última edición. Entre las 100 mujeres elegidas en 2017 está la fundadora y coordinadora de Pikara y también colaboradora de eldiario.es, de El Salto y Argia, June Fernández.

Wullich defiende las cuotas porque, dice, ya hay una cuota de hecho: la masculina. “La de la copa, la del golf, la del amiguete”, apunta. Sin pelos en la lengua, esta emprendedora ha impulsado también la iniciativa engageMEN para acelerar los cambios en las empresas e involucrar a los hombres directivos: “Que entiendan que hay cosas que cambiar en sus compañías y que está en sus manos hacerlo”. Entre esas cosas a cambiar, la brecha salarial, “lo más sutil y lo más difícil de demostrar”.

¿Por qué hacer una lista con las 100 mujeres más influyentes y poderosas?

Porque creemos que todavía hay una inercia en la sociedad, en los medios de comunicación, que hace que sea necesario que se identifique y se vea a mujeres en todos los sectores como referentes. Tiene un doble propósito: hacerlas visibles y que el resto de las mujeres se puedan ver reflejadas en espejos habituales y no solo en las cinco o en las diez mujeres que suelen ser noticia en la prensa. Siempre decimos que los expertos, los gurús, los pensadores son hombres y a mí me indigna.

¿Hay un desequilibrio entre la realidad y la representación y participación de las mujeres? Los datos dicen, por ejemplo, que las mujeres están más preparadas y formadas que los hombres.

Es eso, es una mezcla de inercia y de pereza que hace que eso se mantenga en el tiempo. Es absolutamente rancio porque no está reflejando lo que la sociedad está cambiando. Por eso la lista busca facilitar las cosas a la sociedad, a los medios, a los organizadores de eventos.

Hay dos excusas que se suelen aducir cuando no hay mujeres en un evento, en una tertulia, o cuando las empresas no tienen directivas o consejeras. Una de ellas es precisamente que no las encuentran.

Es una falacia. Creo que no las buscan suficientemente. Ahora, sí hay algo que es cierto y que tenemos que trabajar: por nuestra cultura y educación las mujeres tenemos una aversión a ser visibles, a ser referentes, a dar la nota, a levantar la voz. Es una mezcla de cosas, porque también las mujeres dicen que no tienen tiempo. ¿Por qué no lo tienen? Puede ser porque no lo priorizan pero también porque la vida y la sociedad sigue estando mal organizada: no hay corresponsabilidad, en una pareja todavía existe eso de “me ayuda”, no se asume que una familia es un proyecto económico, no un tema de mujeres...

Esa es la otra excusa que iba a mencionar, que se dice que las mujeres son las que no quieren estar en esos puestos o asumir responsabilidades, ¿hasta qué punto es cierto?

Hay dos cosas. Una que tiene que ver, como digo, con la educación, la sociedad y la inercia y que es muy fuerte. Toda la educación nos ha impuesto, y ni siquiera somos conscientes, unas cargas que las mujeres tenemos que trabajar. Pero tampoco me gusta el discurso voluntarista de decir “si quieres, puedes”. No, ¿a quién le hablas?, ¿a las mujeres que estamos en un lugar privilegiado, que tenemos poder de decisión, que podemos dar un golpe en la mesa o a la cajera del supermercado, a la madre soltera con dos hijos? Tenemos una responsabilidad que ejercer para cambiar también la vida de otras mujeres, no solo la mía o la de cuatro metros a mi alrededor. Por otro lado, está todo lo que hace que la sociedad todavía no sea corresponsable y ahí hay mucha responsabilidad de las empresas, de la educación y, en definitiva, de todo lo que influye en el día a día.

¿Cree que hace falta una transformación del poder? ¿Está el poder y los puestos de responsabilidad pensados para un hombre que no asume cargas familiares?

Absolutamente. Por eso la importancia de que cambien las empresas y la sociedad en general. Las mujeres muchas veces no estamos dispuestas a pagar el precio que pagan los hombres por llegar a ciertos sitios. Eso significa una valoración diferente: el poder, ¿para qué y con qué costo? Ahí sería bueno que los hombres revisen su imagen del poder, ese qué hacemos a costa de qué. Una empresa buena para una mujer es una empresa mejor para cualquier hombre. Lo que estamos pidiendo es algo que tiene que ver con una vida mejor, más humana, más feliz.

En lugar de por qué las mujeres no quieren estar en esos puestos, ¿podríamos empezar a preguntar por qué los hombres sí están dispuestos a ciertas cosas para llegar a determinados sitios?

Sí, estoy harta de que me pregunten que cómo hago para conciliar, ¡andate y pregúnteselo a un hombre! Ya no lo respondo más. Yo lo que digo es, en el lecho de muerte, ¿a quién vas a llamar, al consejero delegado o a la gente que quieres?

¿Y cómo se hace ese cambio, más allá de que una empresa concreta cambie realmente su política?

Leyes, necesitamos leyes, y creo que hay una fundamental que es la de la baja por paternidad. Debería ser obligatoria e intransferible porque si no ya empieza todo a caer del lado de las mujeres. Se la tienen que tomar y en las compañías empezar a ver eso con buenos ojos. Luego hay dos cosas en las que tenemos un gran poder que no ejercemos las mujeres: el consumo y la educación. Si hoy con los medios que tenemos nos pusiéramos de acuerdo en castigar a las empresas que hacen las cosas mal y hacen publicidad sexista paramos el país. Tenemos entre el 79% y el 80% del poder de consumo.

En la educación tenemos que ser conscientes de lo que traemos encima. Te cuento una anécdota. Yo hacía una revista de directivas con perspectiva de género y un verano, mis hijos tenían entre 5 y 13 años, un día después de comer nos levantamos a recoger la mesa mis hijas y yo. Yendo para la cocina mi hija mayor me dijo: mamá, como sigas educándolos así cuando se encuentren con chicas van a tener problemas. Se me cayó la mandíbula al suelo. Yo que hacía una revista de directivas con perspectiva de género. Si no tenemos una conciencia y una determinación para cambiar las cosas y ver hacia dónde nos empuja la costumbre y la inercia, va a ser muy difícil cambiar las cosas.

Volviendo a vuestras listas de mujeres influyentes, ¿hay algunas experiencias o dificultades que tienden a repetirse en las que son elegidas? ¿Alguna conclusión que sea común a muchas?

Hay como dos patrones. Uno, el de la que nunca se hizo cargo de que la vida era así, fue para adelante y no tuvo dificultades. Otro, la que llegó porque no era muy consciente de que había dificultades, cuando llegaron las superó pero reivindica que eso tiene que cambiarse.

Por otro lado, sí aparecen una serie de temas que cada vez son más visibles. Antes, las mujeres, sobre todo en determinado nivel, tenían la necesidad de respaldar que habían llegado hasta donde habían llegado porque eran excelentes. No había una sola directiva que te dijera que la cuota era necesaria. Ahí empecé a decir que el feminismo es como el Greenpeace de las mujeres. ¿A qué no salís ahí con la pancarta? Por suerte está Greenpeace que lo hace. ¿Vos te pensás que estás acá solo por tu mérito, no por todo lo que hicieron tantas mujeres? Aunque no te haya pasado algo a ti hay cosas que tendrías que tener miopía para no ver. Creo que falta un poco de generosidad. Aun así creo que está cambiando, no siempre por convicción, sino porque el statu quo está cambiando.

¿Está cambiando el statuto quo porque el feminismo está de moda, porque se está hablando de machismo cotidiano más abiertamente y muchas mujeres lo hacen a pesar de la penalización que supone?statuto quo

Eso pasa y ayuda. El contexto es mejor. Pero también creo que algunas se dan con la realidad. También hay muchas mujeres generosas que están dispuestas a cambiar las cosas y a escuchar y entender que hay una realidad y que una que está en una situación privilegiada no puede tomar eso como lo normal. Es más, es nuestro deber pelear por las que no van a llegar a esa situación privilegiada.

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