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Baleares revive con los turistas británicos entre nuevas restricciones y la amenaza de los macrobrotes

Las Baleares están en la lista verde de destinos seguros de viaje.

Esther Ballesteros

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“Tenemos que velar por la seguridad ante posibles contagios, pero necesitamos a los ingleses para solventar nuestra economía. Está muy destruida”. Quien así habla es el propietario de uno de los escasos bares abiertos en Magaluf, epicentro del turismo británico en Baleares y, sobre todo, destino predilecto de los jóvenes ingleses en las islas. Las calles prácticamente desiertas de turistas contrastan con las de los excesos de otros años. Si el inglés era, antes de la pandemia, el idioma “propio” de este núcleo de Calvià, ahora son el español y el francés los que predominan en las últimas semanas en un escenario atípico.

Ahora, tras más de un año con la facturación por tierra, hoteles, bares y comercios de Magaluf comienzan a calentar motores para abrirse nuevamente al segundo mercado emisor de Baleares, que un año antes de la crisis de la COVID envió a las islas a un total de 3,7 millones de visitantes. “Hay buenas vibraciones. Hoteles que en principio no iban a abrir y ya los ves con la recepción abierta. Eso es porque esperan resultados”, comenta Diego Belmonte, dueño de un pequeño restaurante familiar de Punta Ballena, The Chippy. Es, a su vez, presidente de la asociación de Empresarios y Trabajadores de Calvià (Emytra).

Empañada por el macrobrote supuestamente originado a raíz de un viaje de estudios a Mallorca y con la sombra del ámbar aún reciente, Baleares recibía la pasada semana una de las noticias que con más fervor aguardaba durante los últimos meses: su inclusión en el semáforo verde de Reino Unido. Se convertía así en el único territorio español considerado seguro por parte del gobierno de Boris Johnson.

En Palma, un macrobrote mantiene vigilante al sector turístico. Un grupo de 249 estudiantes ha estado confinado en un hotel puente de Palma, ya que habían establecido contacto estrecho o indirecto con los más de mil que, a su regreso a sus respectivas Comunidades Autónomas, han dado positivo en COVID tras viajar a Mallorca. 

Si bien los hoteleros permanecen volcados en los preparativos para el regreso del turismo británico a las islas, sí quieren ensalzar la labor llevada a cabo hasta ahora para frenar los contagios en el archipiélago: “Las Islas Baleares se han esforzado mucho por alcanzar esta situación sanitaria. La ausencia de responsabilidad, tanto individual y como colectiva, que ha propiciado este brote no puede poner en riesgo lo que tanto nos ha costado alcanzar”, subrayan desde la Federación Hotelera de Mallorca.

Y aclaran que a los estudiantes del hotel Bellver, donde pasaban la cuarentena, no se les ha proporcionando un tratamiento diferenciado ya que “se les están aplicando los mismos protocolos designados por las autoridades sanitarias para cualquier persona que, durante su estancia en Baleares, se viese afectada por COVID”.

A raíz del macrobrote, el Ejecutivo balear ha establecido nuevas restricciones que obligarán a disponer de una prueba PCR negativa, realizada con un margen de 48 horas antes de viajar a Baleares, o a contar con la pauta completa de vacunación como requisito para entrar en el archipiélago en los viajes organizados por parte de grupos de más de 20 personas. Se trata de una medida de la que se verán excluidos los grupos que acudan a acontecimientos autorizados, congresos y competiciones así como a entrenamientos deportivos.

La presidenta del Govern Balear, Francina Armengol, reiteró que se trata de una cuestión de salud pública y que desde el Govern balear tienen “muy claros” los criterios en este sentido: “Creo que si se tiene que realizar la cuarentena, hay que hacerla, porque sino es un peligro para toda la población”. Por su parte, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, quita hierro a lo sucedido en torno al macrobrote y lanza un mensaje de tranquilidad. Considera que este hecho ha sido “la anécdota” porque “lo normal, lo que estamos haciendo todos los españoles es cumplir las medidas sanitarias y, por lo tanto, España ahora mismo es un destino seguro, reconocido”.

A pesar de esta situación el sector turístico de las islas respira moderadamente aliviado, teniendo en cuenta, además, que la Comunidad Autónoma se encuentra bajo observación: si la situación epidemiológica de las islas se deteriorase o aumentara el riesgo de transmisión de variantes, Baleares podría regresar a la lista ámbar, como le sucedió hace semanas a Portugal.

En estas circunstancias, los hoteleros ven incrementarse de forma paulatina las reservas por parte los británicos mientras aplauden la última medida anunciada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en relación a la esperada recuperación del turismo británico: el requerimiento de una PCR negativa o del certificado de vacunación completa para que los ingleses puedan entrar en el archipiélago ante el avance de la variante delta en Reino Unido. Desde las islas, los hoteleros quieren la reactivación, pero no a cualquier precio. 

Se trata de una medida que, como recuerdan desde la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca (FEHM), solicitaron de inmediato los hoteleros después de que Reino Unido diera el verde a Baleares. En opinión de la entidad, que cuenta con una masa de asociados próxima a los 800 establecimientos y 200.000 plazas, la reapertura debe ir acompasada de un refuerzo en los controles aeroportuarios para evitar colapsos y, con ello garantizar, la seguridad sanitaria.

“Es muy necesario reforzar el control en aeropuertos. Además, desde que salió Reino Unido de la Unión Europea debe reforzarse el control de pasaportes para que todo vaya fluyendo con eficiencia”, comenta la presidenta de la FEHM, María Frontera, que asevera que con el aumento progresivo de la conectividad “se hará más necesario que nunca”. Los hoteleros, además, piden prudencia tras la experiencia de Portugal, que entró en la lista verde para caer de nuevo en ámbar, una circunstancia que obliga a los viajeros a someterse a varios test y a cumplir cuarentena al regresar a su domicilio.

También apelan a la cautela desde la Asociación de Pequeños Hoteles de Mallorca –dependiente de la patronal de la Pequeña y Mediana Empresa de Mallorca (Pimem)–. Su presidente, Juan Manuel Ordinas, cree necesario, en declaraciones a elDiario.es, esperar a ver qué sucede en las próximas semanas para comprobar si a los establecimientos “les compensa abrir por dos o tres meses y qué número de reservas se producirán”.

Ordinas apunta a un aumento significativo de las mismas tras el anuncio del Ejecutivo de Boris Johnson –“la gente tenia muchas ganas de venir”–, pero advierte de que “se necesitan muchas reservas para compensar” las pérdidas de abril, mayo y junio –meses en los que la temporada turística ya habría echado a rodar– y cubrir las habituales de julio y agosto, cuando las cifras de ocupación “estarían rozando normalmente el 95%”.

Ante la incertidumbre sobre las futuras decisiones de Reino Unido, los pequeños hoteles, que abarcan unos 280 establecimientos en Baleares, donde dan cabida al turismo familiar, de interior y playa, se preguntan hasta qué punto una familia está dispuesta a pasar una estancia de una o dos semanas “para volver a Inglaterra y que te digan que tienes que hacer una cuarentena” en caso de que en próximas semanas varíen las circunstancias. “Y eso además de las PCR. Si son varios miembros, la broma puede costarles 300 ó 400 euros más. No sé si compensa”. 

Los pequeños hoteleros confían, no obstante, en que Baleares se mantenga de forma continuada en el semáforo verde y que el turismo británico reavive un sector que ha disfrutado en junio de menos reservas de las esperadas. “Hemos trabajado sobre un 40–60% de ocupación y los precios han descendido entre un 40 y un 50%, con un 40% de la planta hotelera cerrada. Ha sido un mes de puro trámite”, asevera Ordinas.

En cualquier caso, apunta que el final de junio y el principio de julio suelen ser de transición: es el momento en el que singles y parejas dejan paso a las familias para entrar de lleno en las vacaciones de agosto y septiembre. “Confiamos en alcanzar la normalidad a partir del 5 de julio así como recuperar las cifras, el empleo y los precios deseados y volver a funcionar”, apuntan los pequeños hoteleros. Ahora solo cabe esperar la respuesta de los turistas británicos para conocer si esperarán a que “la situación real se consolide”.

En esta línea, las compañías aéreas celebran que Baleares haya sido incluida en el semáforo verde sin dejar de estar atentas, al igual que los escenarios hoteleros, a un escenario fluctuante. “Ya vimos cómo se incluyó en el verde a Portugal para ser después excluido”, comentan a elDiario.es desde la Asociación de Aerolíneas Españolas, que aluden, sin embargo, al incremento de capacidad anunciado por Ryanair y EasyJet. La primera ha ampliado en 200.000 asientos su oferta de vuelos entre Reino Unido y Baleares, mientras que la segunda los ha incrementado en 20.000, 12.000 de ellos a Mallorca, 6.000 a Menorca y cerca de 2.000 a Ibiza. Por su parte, Jet2.com y Jet2holidays regresarán a Baleares a partir del 1 de julio. Según informaron, sus reservas para ese mes se vieron incrementadas en un 3.000% 24 horas después de que Reino Unido pusiera al archipiélago en el semáforo verde.

Mientras tanto, en Magaluf, donde la desolación ha imperado durante este último año y medio, numerosos carteles inundan las puertas de los bares con la advertencia de “No se puede bailar” y las sillas y las mesas coronan las pistas para evitar que la gente se encarame a ellas. Eso en los locales que se encuentran abiertos, porque, por ahora, el 70% de los hoteles y de los locales de oferta complementaria continúan con las persianas bajadas. “Se ha visto más gente en la calle, pero no más economía”, comenta Belmonte. “El inglés es diferente, gasta lo que lleva en el bolsillo”, señala, ansioso por el retorno del turismo británico.

El lugar en el que se ubica su bar, Punta Ballena, ha sido, además, una de las que más ha acusado los embates de la crisis. Junto a las conocidas 'calle de la Cerveza' y 'el Jamón', en Playa de Palma –frecuentada, principalmente, por visitantes alemanes–, fue clausurada el año pasado por el Govern balear tras las aglomeraciones que se registraron en la zona en plena pandemia. Belmonte, quien lleva 51 años trabajando en este punto 'caliente' de Magaluf, se muestra crítico con este tipo de decisiones: “Si hay algún bar que incumple que lo sancionen, pero que no nos incluyan a todos. Hay muchas familias detrás”.

Los excesos que lastran Magaluf desde hace años, con escenas de 'balconing' y excursiones etílicas por doquier, llevaron al Ejecutivo de Francina Armengol a aprobar en enero de 2020 una Ley –pionera en Europa– dirigida a poner coto al turismo de borrachera. La norma se circunscribe a este núcleo de Calvià, a la Playa de Palma y al popularmente conocido como West End de Sant Antoni, en Ibiza, y su objetivo pasa por forzar un cambio en el modelo turístico de Baleares hacia criterios más sostenibles.

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