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“Corrupción” en Glovo: trabajadores y subcontratas asignan horas a repartidores a cambio de dinero

Un repartidor de Glovo monta una bicicleta durante su jornada laboral.

Analía Plaza

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La semana pasada, este diario publicó un artículo sobre los 'bots' que ciertos intermediarios utilizan para capturar horas de reparto en Glovo y en Amazon. El sistema es el siguiente: el repartidor contacta por Whatsapp con el intermediario, que le da acceso a una web. Ahí mete sus credenciales y preferencias, como a qué hora quiere empezar a trabajar, cuántas horas por turno y qué días. La herramienta capturará automáticamente las horas antes de que salgan en la 'app', robándoselas a los repartidores que las cogen de forma manual. El invento cuesta, como mínimo, 25 euros semanales que se pagan por Bizum o transferencia bancaria.

No es un fraude nuevo: en ambas empresas lo conocen desde hace tiempo, pero su uso se ha popularizado durante la pandemia, al calor de las miles de personas que se han apuntado a repartir. Las compañías tratan de bloquearlo (porque el 'bot' accede a las tripas de la aplicación) o expulsan a quien pillan usándolo.

A raíz del artículo sobre estos 'bots', recibimos varios mensajes de repartidores alertando de otro tipo de fraude que atañe a Glovo: el de trabajadores de sus oficinas que cobran por asignar horas. Llegan a pedir 40 y 50 euros semanales por ello. Fuentes internas de la compañía confirman que ha habido casos, a los que se ha despedido cuando se ha detectado, y que el asunto se extiende a las subcontratas de soporte, más difíciles de controlar. Oficialmente, Glovo no ha respondido a preguntas de elDiario.es sobre este tema.

“La gente que trabaja en la oficina de Glovo de una ciudad tiene acceso a la aplicación. Ellos pueden poner y quitar horas. Al menos en Madrid, asignan muchas horas manualmente”, explica Fernando, un repartidor madrileño. “El año pasado, yo trabajé en la flota de madrugada, que se creó cuando pusieron Madrid Central. Ahí asignaban horas manualmente. Hay repartidores que son amigos de los de la oficina y les ponen horas. Hasta hace poco, te las ponían si les caías bien. El siguiente paso es la corrupción”.

Teóricamente, el sistema de Glovo es automático y de oferta, demanda y competencia perfecta: uno se apunta y accede a las horas disponibles, con más posibilidad de cogerlas en función de su puntuación. Para tener una puntuación alta, hay que hacer horas de alta demanda (noches y fines de semana). Eso te garantizará cierta “libertad” para coger más y mejores horas después.

El problema es que hay más repartidores que horas disponibles, así que acceder a ellas se ha convertido en una jungla en la que oportunistas intentan sacar tajada de trabajadores ya de por sí vulnerables. El primer paso fue el alquiler de cuentas a personas sin papeles, que pagan el acceso en forma de comisión. Ahora, cada vez es más difícil repartir sin pasar por caja. “Este trabajo se ha vuelto una maraña de abusadores”, resume Sergio (nombre ficticio), otro repartidor.

Puestos mal remunerados y subcontratas en Latinoamérica

¿Qué trabajadores se corrompen y piden dinero al mensajero a cambio de horas? Según apuntan varios repartidores, hubo casos en Madrid. Y ahora el problema está en los 'call-centers' de Latinoamérica.

“Este tema siempre ha sido muy delicado”, señala un antiguo trabajador de la oficina de atención al repartidor en Madrid, un local en Tetuán. “El trato con los repartidores dejó de cuidarse. Intentábamos no tener tanta cercanía para que no hablaran de tratos de favor. Si los hay, es más arriba. Nosotros tenemos acceso a la plataforma, pero no estamos autorizados para asignar horas”.

Este exempleado cuenta que un puesto como el suyo, de oficina local, está remunerado con entre 17.000 y 18.000 euros anuales (unos 1.200 euros al mes en doce pagas). Estos puestos necesitan acceder al control de horas, porque, entre otras cosas, deben quitárselas si el repartidor lo pide. Sus movimientos quedan registrados, así que la empresa no lo tiene muy difícil para pillarles si alguien les delata. Habitualmente, son los propios repartidores los que escriben denunciando estas prácticas.

“Se corrió la voz, aunque parece que se frenó ya. La nueva modalidad es que lo hace gente de soporte. Las subcontratas están en Latinoamérica”, continúa Fernando. “Esta gente tiene tu teléfono, así que te llega un Whatsapp que dice 'hola, yo trabajo en Glovo...'. Viene a costar unos 50 euros por cuarenta horas semanales”. El boca a boca hace el resto.

Los consultados sospechan que la corrupción entre trabajadores y subcontratas y los 'bots' están relacionados. “Ahora está ese problema de los 'bots', pero no se ha podido comprobar que sea alguien de dentro”, señala el antiguo trabajador de Madrid. Fernando está convencido de que, al menos los contactos, los proporcionan quienes tienen acceso a ellos. “¿Quién lo ha desarrollado y quién tiene acceso al mercado de 'riders' para vender las horas? Te llega un Whatsapp, te pasa el número para hacer el Bizum... Serán trabajadores”.

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