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Luto en el sector turístico balear tras las restricciones de los principales países emisores

Terraza de un establecimiento en una zona turística de Baleares.

Esther Ballesteros

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A principios de febrero, cuando todavía no constaba que el coronavirus hubiera aterrizado en Europa, el conseller de Modelo Económico, Turismo y Trabajo de Baleares, Iago Negueruela, informaba de que las islas cerraban 2019 con 16,45 millones de visitantes y un récord histórico en gasto, facturación y rentabilidad turística.

Con ello, el archipiélago sorteaba el resurgimiento de destinos competidores como Grecia, Turquía y el Norte de África. Pocos imaginaban entonces que el virus que entonces ya causaba estragos en Wuhan (China) llevaría ya en marzo a un desplome del 65,7% interanual en la llegada de turistas, fruto de las restricciones decretadas para amortiguar la expansión del coronavirus.

Con todas las miradas puestas en la temporada alta, que en los últimos años empezaba en Baleares a despuntar en mayo, los peores presagios comenzaron a tomar forma. El desastre ocasionado por la COVID-19 no había hecho más que empezar: el estado de alarma y el cierre de fronteras dio paso a tres meses de paro total de la industria turística balear. Con la desescalada, la ejemplar evolución de la pandemia en las islas abrió las puertas del optimismo y el archipiélago se erigía en junio en la zona piloto para reabrir España al turismo.

Entonces, la proclama era clara: Baleares era un destino seguro.  

Ahora, el desaliento y la inquietud se ciernen sobre un sector que no ha llegado a despegar por completo. Alemania (primer mercado emisor de turistas a Baleares), Reino Unido (el segundo), los países nórdicos (el cuarto), Italia (el sexto) y Países Bajos (el séptimo) han asestado un duro golpe a las islas estableciendo cuarentenas y restricciones de viaje al archipiélago o calificando España como país de riesgo elevado.    

Todos ellos, sumados, supusieron en 2019 la llegada de hasta 10,4 millones de visitantes, el 64% del total. Si a ello se unen las reticencias del turismo nacional (tercer mercado emisor en Baleares, con 2,7 millones visitantes en 2019) para desplazarse, se adivina la inmensidad de la hecatombe.  

Con Boris Johnson empezó todo. Con su país, del que el año pasado salieron más de 3,7 millones de visitantes hacia Baleares, asolado por la pandemia, el primer ministro de Reino Unido recomendaba no viajar a España, incluido el archipiélago. Sin haberse aún repuesto del revés del Foreign Office e inmersas en un escenario cambiante a diario, las islas veían cómo su principal fuente de turistas, Alemania (con 4,5 millones de turistas durante el año pasado), se subía al mismo carro y declaraba que cualquier persona que entrase en el país germano tras su paso por zonas de riesgo de COVID-19 debía permanecer aislada durante 14 días. 

En los últimos días, los Países Bajos, que en 2019 aportaron 664.493 turistas a Baleares, llegaban incluso a aconsejar “encarecidamente” a sus ciudadanos que guarden cuarentena durante dos semanas inmediatamente después de regresar de países o zonas con aviso rojo o naranja, como así está calificada Baleares. 

Ante un desolador panorama al que se añaden los próximos cierres de la planta hotelera y los elevados índices de contagios, podría decirse que el sector turístico balear se ha enfrentado durante los últimos meses a distintas fases anímicas como si de un duelo se tratase. A la incredulidad inicial ante la rápida expansión de la pandemia siguieron ciertas dosis de enfado hacia la gestión que se estaba llevando a cabo de la emergencia sanitaria. Las negociaciones a la hora de buscar una salida a la crisis, con el consiguiente impulso del plan piloto para la reapertura del turismo, dieron paso, poco después, al fracaso derivado del restablecimiento de las restricciones de viaje. La resignación actual es palpable en el ámbito turístico de las islas: poco se puede hacer ya para salvar este año con un cierre hotelero ya en ciernes.  

Descuento en la 'ecotasa'

Una de las medidas adoptadas por el Ejecutivo balear para que los hoteleros pudiesen, por ahora, capear la crisis ha sido la de eximirles del pago en septiembre del anticipo (un 50%) del Impuesto de Turismo Sostenible, más conocido como ‘ecotasa’. Según señalan a elDiario.es fuentes de la Conselleria de Hacienda -encargada de las liquidaciones del mismo-, por el momento se desconoce, sin embargo, cuáles serán las pérdidas que sufrirá este gravamen como consecuencia de los embates de la pandemia.  

Hasta el pasado mes de julio, el Govern había recaudado 34,25 millones de euros del impuesto turístico. Una cifra que, no obstante, no permite reflejar las secuelas de la actual crisis: la cantidad ingresada corresponde a la actividad turística del año pasado. A estas alturas, en el mismo periodo de 2019 el Govern había liquidado una cantidad prácticamente similar: 34,48 millones. Las previsiones iniciales de recaudación del impuesto a lo largo de 2020 eran de 128,3 millones de euros.  

Desde la Conselleria subrayan la importancia de dispensar a los hoteles del pago de septiembre: “No se les puede obligar a pagar el 50% de algo que se ve que es absolutamente irreal y que no tiene nada que ver con años anteriores. No se les puede cobrar un ingreso que ellos en realidad no han recibido”. 

Mientras tanto, diversos agentes del ámbito económico se muestran más optimistas sobre lo que está por venir: abogan por hacer de la necesidad virtud y aprovechar este impasse para reflexionar sobre el futuro del turismo en Baleares. Así, desde el Cercle d’Economia de Mallorca consideran que las islas se hallan ante “un tiempo de oportunidades” que debe aprovecharse para potenciar valores como la capacidad de gestionar riesgos o proteger el medio ambiente. Unos elementos que, a juicio de la entidad, constituirán un atractivo para atraer un turismo “informado y concienciado, un turismo de calidad”.  

También el presidente del Consejo Económico y Social de Baleares y exconseller del Govern balear, Carles Manera, apelaba en Economistas Frente a la Crisis hace unos meses a generar debates que no se dejen llevar “por ideas excelsas, utópicas”, mientras abogaba por aplicar sellos sanitarios y ecológicos, mantener las tasas turísticas y abordar la diversificación económica como pauta de crecimiento del sector turístico.   

Sea como sea, la incertidumbre continúa orbitando sobre el mayor propulsor de la economía del archipiélago. El hecho de que el conseller de Turismo no dé por finalizada la temporada casi al mismo tiempo que los hoteleros anuncian cierres masivos de sus instalaciones no hace sino evidenciar el desconcierto que asola al sector. Entre las empresas consideran que, aunque llegue una vacuna que ponga solución a esta crisis, quizá para entonces los hábitos de los turistas hayan cambiado. Cuánto se tardará en recuperar el ritmo una vez termine todo es otra de las grandes incógnitas que se plantean.  

Sobre ello, la Organización Mundial del Turismo (OMS) lanza un mensaje tranquilizador: el turismo ha sido “muy resiliente” en anteriores crisis y ha mostrado una rápida recuperación. Entre otros ejemplos, subraya cómo cinco meses después de la crisis del SARS se observaron signos de crecimiento, unos indicios que se apreciaron seis meses después en el caso de los atentados del 11S o diez meses después de la crisis económica de 2009. El pasado 30 de julio, la misma organización apuntaba a la tendencia hacia una lenta pero continuada adaptación y a un restablecimiento “responsable” del turismo internacional. Algo que no parece atisbar, por el momento, el principal motor económico de Baleares.  

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