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La música clásica en España no cuenta con su “clase media”

La música clásica en España no cuenta con su "clase media"

EFE

Madrid —

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Pocos músicos tienen la suerte de tocar en grandes bandas u orquestas sinfónicas. Los grupos de cámara y la docencia han cobijado históricamente a todos esos profesionales de “clase media” que encontraban en estas dos alternativas, sumidas ahora en una profunda crisis, una forma para ganarse la vida.

Mientras que el número de grandes agrupaciones musicales -orquestas y bandas sinfónicas- ha crecido levemente en los últimos años, los conjuntos clásicos con menos de veinte músicos han caído en picado en el último lustro, pasando de 603 registrados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2009, a los 305 en 2012.

Para los que no conozcan mucho el mundo de la música clásica emplearemos un símil futbolístico: tocar en la Orquesta Sinfónica de Madrid es equivalente a jugar en el Real Madrid pero en la música, como en el fútbol, son muy pocos los que llegan tan alto.

Vicente Alberola, clarinetista y director de orquesta, es uno de estos escogidos que ha llegado a las grandes orquestas, primero como intérprete y últimamente también dirigiendo varios conciertos de la prestigiosa Orquesta Sinfónica de Madrid en el Teatro Real.

Sin embargo, el valenciano también desarrolla su actividad en la música de cámara y confiesa a Efe que, pese a ser músicos reconocidos, también les “está costando más” encontrar conciertos en los últimos años.

“Los programadores de auditorios y festivales buscan grandes nombres para llenar sus salas”, explica el músico, lo que supone un problema adicional para todos los músicos de clase media que intenten buscarse la vida con su agrupación o para los jóvenes intérpretes que han de tomar el testigo en unos años.

Al respecto, Alberola es realista al predecir un futuro “muy negro” para una cantera que, como ha señalado, “es muy válida y está sobradamente preparada”, aunque lamenta que en España “no se apoye a estos músicos, muy reconocidos internacionalmente”.

Admite que por el momento “no le va mal” pero que, en su faceta como director de orquesta que da sus primeros pasos, le sorprenden cosas como “ver a un preparador de coros -equivalente a un segundo entrenador en fútbol- extranjero dirigiendo una ópera en el Liceu de Barcelona -que bien podría ser el Camp Nou- en el lugar de un músico de aquí al que se le cierran las puertas por no tener un apellido inglés o ruso”.

Para revertir la situación, el director propone seguir el ejemplo de otros países en materia cultural y expone que “en Alemania o Francia, si quieren tener músicos de calidad, les dan subvenciones y les apoyan para que puedan desarrollar todo su potencial”, mientras que en España “no se confía en los músicos”.

Gustavo Lapresta es un violonchelista de 21 años que conoce bien de lo que habla Alberola. Este año acabará sus estudios en Bruselas y es consciente de que vivir de la música en España va a ser complicado: “Hay demasiados músicos titulados y no hay trabajo para todos”.

Quizá el problema radique, como resume Lapresta, en que actualmente se estén formando más profesionales de los que el mercado musical español pudiera admitir, aunque Juan Ángel Serrano, presidente de la Asociación Española de Centros Superiores de Enseñanzas Artísticas (ACESEA), no lo considera así.

“Creo que hay mayor sobreoferta de licenciados en Filosofía y Letras o Arquitectura, ese no es el problema”, incide Serrano, quien culpa a la Administración de la situación: “Hemos mantenido conservatorios dando clases excelentes para que luego pocos músicos puedan ejercer su profesión”.

Junto con las orquestas sinfónicas y las pequeñas agrupaciones de cámara, otra salida mayoritaria para los músicos españoles era la docencia, un círculo vetado para los recién titulados porque se encuentra sobrecargado.

“Las oposiciones llevan ya unos años paralizadas en todos los conservatorios”, ha explicado a Efe Andrés Tejedor, un flautista soriano de 29 años que representa una excepción dentro la docencia musical, ya que tiene trabajo pese a su juventud.

Tejedor, que se siente “afortunado” por poder vivir de la música, admite sin embargo el sacrificio que hacer lo que le gusta conlleva: “Es imprescindible tener carné de conducir, cada día hago unos 240 kilómetros para dar clase de música en varios pueblos donde hacía falta un profesor”.

La situación no es fácil y la “clase media” musical tendrá que “moverse y no quedarse en casa pensando”, como señala Almudena Arribas, otra joven que estudia viola en Bruselas y que no se resigna a vivir de los suyo en unos años.

El tiempo lo dirá, hasta entonces Alberola, que algo sabe de música, invita a todos estos intérpretes a no desanimarse y lanza un mensaje claro: “Hay que creer en la música”.

Enrique Delgado Sanz

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