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Trabajar bajo un calor extremo: “Esto es insufrible, estamos sin aire ni toldos”

Un joven bebe agua junto a un termómetro de calle que marca 44º en el centro de Córdoba, este martes. EFE / Rafa Alcaide

Laura Olías

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Las máximas de los termómetros superaban este miércoles los 40 grados en numerosos puntos del país. “Esto es insufrible, estamos sin aire acondicionado ni toldos, con el sol pegando todo el día. Hace un calor infernal, la clase es un horno”, apunta Carlos, un profesor de un colegio público de Madrid. Las autoridades meteorológicas han lanzado la alerta de una nueva ola de calor, que cada vez son (y serán) más frecuentes debido al cambio climático. Los expertos en salud laboral urgen a tomar medidas para proteger a los trabajadores y a no trivializar con las temperaturas extremas, un peligro constatado para la salud. No solo por los golpes de calor, sino también por cómo agravan otras patologías y su relación con un aumento de los accidentes de trabajo, advierte un reciente estudio de la Fundación 1º de Mayo y ETUI.

Lo primero para entender los riesgos a los que se enfrentan los trabajadores pasa por entender qué suponen los episodio de altas temperaturas, como la ola de calor actual sobre la que ha advertido la AEMET. No son “lo normal”, como ha apuntado el portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, sino que se refieren a temperaturas calurosas que superan la normalidad climatológica local.

La AEMET destacaba en el siguiente tuit cómo las temperaturas de lo que llevamos de mes de junio elevan por mucho la media de años anteriores.

“Esto cada vez es peor, hace un calor horrible”, sostiene Gustavo (nombre ficticio), obrero en la rehabilitación de un edificio en el barrio de Usera, en Madrid. En torno a las 13 horas, sus compañeros están en el tejado a pleno sol, mientras él coge material abajo, en la fachada, con un surco de sudor en la camiseta que le llega hasta el abdomen y el pelo empapado. El trabajador, de más de 45 años, lleva seis años en el sector y nota que “cada vez empieza antes el calor”.

Aunque el Convenio de la Construcción de Madrid establece la jornada continua de verano para evitar los momentos de más calor a partir de julio, el jefe de Gustavo ha ofrecido a la plantilla acogerse a este durante la ola de calor. “Menos mal, hemos dicho que sí. Ahora hace calor, pero a partir de las 15 horas es imposible trabajar”, indica el obrero, que celebra la decisión de su jefe. “Muchos otros no están haciendo nada, se está trabajando normal”, dice.

Es el caso de Mihai, trabajador de Europa del Este autónomo, reparador para una compañía de seguros. “Nos dan el aviso y vamos a donde pida el cliente”, indica mientras carga por la calle un cubo de pintura en una mano y en otra, un saco. “Hace muchísimo calor, pero solo en los trayectos, cuando voy a por material... En las casas no se está tan mal como aquí”, se consuela.

La aseguradora no le ha comunicado ninguna adaptación de horarios ni medida excepcional ante la ola de calor. “Soy autónomo, trabajo todo el día y voy a los avisos que me manden”, indica. Mihai apunta que su horario depende de los clientes de la aseguradora. “Aunque quisiera, no puedo ir a reparar a las 7 de la mañana a un domicilio. ¿Saco al cliente de la cama o de la ducha?”, se ríe.

Las empresas están obligadas a proteger del calor

Los empleadores están obligados a proteger a los trabajadores de los riesgos en el trabajo, entre los que se incluye el calor excesivo. No hacerlo supone infringir la normativa de riesgos laborales, con multas que pueden llegar a superar los 983.000 euros, dadas las actuales cuantías por infracciones muy graves. Como recuerda en este hilo el laboralista Robert Gutiérrez, por ejemplo, hay determinadas temperaturas máximas en espacios de trabajo cerrados, que para trabajos sedentarios no debería superar los 27 grados.

“Me habría gustado tener un termómetro, pero aquí hace más de 30 grados”, decía desde primera hora Carlos (nombre ficticio) desde un aula de un colegio público en la Comunidad de Madrid. “Estar en clases en las que da pleno sol sin aire ni toldos supone estar sudando, pero sudando. Los niños y nosotros. Los pantalones se nos quedan empapados de estar en la silla”, pone como ejemplo.

Trabajadores de Crown Packaging Manufacturing Spain se concentraron este martes a las puertas de su planta en Sagunto para exigir el cumplimiento de medidas preventivas ante el calor. “El año pasado hubo varios golpes de calor. Se negoció con la empresa poner cabinas para refrescarse y combatir esto, pero no lo han hecho. Este año ya ha habido un incidente, de un golpe de calor leve, pero esto es grave. No queremos esperar a que haya una tragedia”, explica Sergio Villalba, secretario general de CCOO en la comarca de Camp de Morvedre (Comunidad Valenciana).

Preguntados al respecto, en Crown Packaging Manufacturing Spain rechazan hacer declaraciones. “Vamos a seguir insistiendo. Si no cumplen, vamos a ir a paros de la plantilla”, indica Sergio Villalba.

Peligros: desde el golpe de calor a accidentes

Uno de los riesgos para la salud de estas olas de calor, cada vez más tempranas en España, es su carácter repentino por el que la población se ve sometida de repente a temperaturas mucho más altas de lo habitual sin tiempo para aclimatarse. Por ello, los primeros días de estos episodios extremos (como los que estamos viviendo) son especialmente peligrosos.

Peligrosos por las llamadas “enfermedades relacionadas con el calor”, como mareos y, en el caso más extremo, los golpes de calor. Estos últimos pueden saldarse con la muerte, como le ocurrió hace dos veranos al jornalero Eleazar Blandón, que falleció de un golpe de calor tras ser abandonado a las puertas de un centro de salud de Lorca (Murcia). También a Rafael Luque, que murió en 2017 `por un golpe de calor cuando asfaltaba una carretera en Sevilla y cuyo caso aún está pendiente de juicio.

Pero estos golpes son solo “la punta del iceberg” de los perjuicios en la salud del calor extremo, recoge la investigación de la Fundación 1º de Mayo, realizada por la socióloga Claudia Narocki, especialista en prevención de riesgos laborales. “El calor aumenta el riesgo de sufrir una amplia variedad de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y de otro tipo a través de múltiples vías biológicas”, recoge el estudio. Una reflejo de ello se observa en el aumento de hospitalizaciones y de muertes durante estos episodios, por diferentes patologías, que varios estudios vinculan a los picos de calor.

Narocki explica que las elevadas temperaturas también disparan las muertes y los siniestros por accidentes de trabajo de distinto tipo, con un aumento de las lesiones en estos contextos. En un estudio al respecto en el estado de California, se constataba que “cuando la temperatura ambiental supera los 38ºC, el riesgo global de lesiones se incrementa en 10 -15%”, recopila el informe de de CCOO.

La socióloga destaca también que las olas de calor se ceban más con los más desfavorecidos, trabajadores a menudo en trabajos físicos y a la intemperie, que en muchas ocasiones no tienen acceso a buena climatización en sus hogares. Pasan del calor de la calle o sus centros de trabajo, al calor de sus domicilios.

Más obligaciones y más control

Ante los discursos que normalizan el calor aún en casos extremos –“que en junio haga calor es de lo más natural”–, los sindicatos CCOO y UGT reclaman a las autoridades que regulen específicamente medidas preventivas obligatorias para las temperaturas extremas, para concienciar y obligar a su complimiento. Hacerlo es urgente, consideran, ya que “las olas de calor son cada vez más frecuentes e intensas debido a los efectos del cambio climático”, recuerda Ana García de la Torre, responsable de Salud Laboral de UGT.

Su homólogo en CCOO, Mariano Sanz, señala en este sentido a las Administraciones Públicas. “Deberían tomas medidas y ser ejemplarizantes, como empleadores y contratistas debería ser las primeras en tomar medidas. Hay muchas personas que trabajan para la Administración”, advierte el representante sindical. Mariano Sanz insiste también en la necesidad de que la Inspección de Trabajo actúe, con actuaciones específicas por esta materia, de manera que la vigilancia sea percibida como algo real por parte de las empresas.

Medidas como adaptar los horarios, aumentar los descansos, pautar más pausas para beber agua de continuo, modificar las tareas para evitar las más peligrosas a altas temperaturas y, en último termino, suspender la actividad si esta supone un riesgo claro para la salud en estos episodios extremos. “No vale decir a la gente: cuídense. Hay que tomar medidas”, dice Narocki. A medio y largo plazo, los sindicatos llaman a repensar medidas más estructurales que adapten los centros de trabajo y las tareas al aumento de temperaturas que tendrá lugar en los próximos años.

Javier, empleado de un organismo público estatal, trabaja en una oficina en Madrid sin aire acondicionado. “Nos han dicho que está estropeado”, apunta, aunque el verano pasado tampoco había sistema de climatización. “Tengo un ventilador”, cuenta. Ante la situación, él y varios compañeros se han marchado a casa a teletrabajar, aunque nadie se lo ha propuesto ni dado soluciones ante la situación. “Pero me fastidia tener que estar pagando yo el aire acondicionado para trabajar”, critica.

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