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Un brote psicótico, agorafobia y depresión: cómo recuperar la vida después del miedo

Un hombre cruza la calle.

Andrea Menéndez Faya

Un paso de peatones. Al otro lado de la acera, un bar. Algo que repetimos día a día, dar el primer paso que baja el bordillo, cruzar por las líneas blancas, llegar al otro lado, sentarse a tomar un café. Esto que muchas veces nos resulta mecánico es atravesar siete infiernos cuando la cabeza deja de funcionar y el miedo te paraliza las piernas. “Todavía recuerdo la primera vez. Crucé la calle y llegué al bar, pero recuerdo que cuando me vi allí antes de avanzar, sabía que me iba a costar. No me atrevía a llegar al otro lado. Al llegar nos sentamos a tomar un café y no noté nada en especial, pero sí lo noté en el primer paso”. 

El que habla es Francisco Javier Díaz (Madrid, 60 años), usuario del Equipo de Apoyo Social Comunitario de Colmenar Viejo, un recurso de la Red pública de Atención Social a Personas con Enfermedad Mental Grave y Duradera de la Comunidad de Madrid gestionado por Grupo 5, en el que profesionales de la Psicología, el Trabajo Social y la Educación Social, se acercan al entorno en el que vive la persona que necesita apoyo, ya vivan solos, en familias, residencias o pisos supervisados. “Nuestro trabajo principal es que esa persona se sienta cómoda donde vive”, dice Nereida García (Madrid, 42 años), educadora del EASC de Colmenar Viejo, donde conoció y empezó a trabajar con Francisco Javier. 

Las personas usuarias del EASC son derivadas desde el centro de salud mental, donde tienen su psiquiatra de referencia, su tratamiento y están dentro del Plan de Continuidad de Cuidados. Son personas con un diagnóstico de enfermedad mental grave y de larga duración, que han sido diagnosticadas hace años, o bien acaban de tener un diagnóstico, y necesitan un apoyo externo. En el caso de Francisco Javier, su psiquiatra del Centro de Salud Mental de Colmenar Viejo fue quién le derivó al Equipo de Apoyo. “Me hablaron de ellos, empezaron a venir, y al principio me costaba. Yo no salía de casa y gracias a ellos, que venían a sacarme, a caminar, a tomar un café, fui poco a poco saliendo de mi manzana, que no quería ni eso. Me han ayudado una barbaridad, pero no solo ellos, también mi mujer Isabel me ha ayudado bastante. Es importante tener un apoyo familiar”. 

Para Isabel Hidalgo (Madrid, 62 años), el trabajo del EASC durante los ocho años que llevan con Francisco Javier ha sido fundamental en el proceso de recuperación de toda la familia, porque ella y su hijo también han tenido tratamiento psicológico en todos estos años. “Al principio Javi ni hablaba, no quería contar nada de su vida, era todo un tabú para él. Se encerró y nosotros también tuvimos que ir al psicólogo, me enredaba en su vida, no le podía dejar solo y tenía que ir con él a todas partes. Tenía pánico a estar solo. Gracias a ellos empezó a salir, a comunicarse, a confiar. Se abrió”.

“Ha avanzado mucho —continúa Isabel García— Puede salir a comprar solo, aunque sea cerca de casa. Ya no tiene ese miedo a salir, es diferente. Le queda mucho todavía, pero los años que pasó hasta el brote psicótico también fueron duros, y nos los comíamos mi hijo, él y yo, a solas. Era algo que no se podía contar ni decir, ni la familia lo sabía. Pensaban que estaba deprimido, que no quería salir, pero el día a día fue muy duro hasta que le dio tan fuerte, y tenía tanto miedo que tuvimos que llamar a una amiga Guardia Civil para que se sintiera protegido a la hora de salir de casa. Él quería que vinieran dos coches patrulla para que no le pasase nada en la calle, ese era el nivel de su miedo”. 

Francisco Javier se siente “bastante recuperado”, y queda para el pasado toda aquella época en la que no quería reconocer lo que le pasaba. Esos objetivos a corto plazo que se marcan desde el EASC para la recuperación de la salud mental son grandes victorias para las personas usuarias. También ayuda que, desde los medios de comunicación, e incluso personalidades de la vida pública, se empiece a normalizar la salud mental y romper el estigma. Para Isabel, “cuando esto nos pasó a nosotros no podías comentarlo con nadie. Al principio decía que le había dado un ictus y por eso no salía de casa. Si les contaba la realidad, lo primero que me preguntaban era si me pegaba, si era agresivo, si le tenía miedo”.

Liberarse del tabú

“Yo no lo oculto —comenta Francisco Javier— ahora ya digo que voy al psiquiatra. Y cuando me preguntan quiénes son estos chicos, digo que vienen a sacarme de casa. Es lo mejor que me ha podido pasar, aunque al principio no quería recordar nada”. Y es que según nos cuenta su mujer, aquellas primeras fases de la enfermedad siguen siendo muy confusas para él, duda de si las cosas que pasaron eran verdad o forman parte de los síntomas. 

El trabajo de los EASC gestionados por Grupo 5, al igual que los del resto de la red pública de la Comunidad de Madrid, es facilitar esa reincorporación a la rutina diaria de las personas usuarias. El equipo de Colmenar está formado por cinco profesionales: una psicóloga, una trabajadora social, una educadora y un educador y una directora.  En el caso del grupo en el que trabaja Nereida García dan atención a 36 usuarios. “Harían falta muchos más equipos porque hay mucha gente que necesita este equipo de apoyo. En otros recursos, las personas van a un centro a pedir apoyo, nosotros somos los que vamos a las personas. Hay mucha gente a la que le cuesta salir de casa, como en el caso de Javier, que les llega la enfermedad y les trunca la vida. Trabajamos para recuperarla”. 

El proceso de la incorporación de los EASC a la recuperación de las personas usuarias es el siguiente: el centro de salud mental de referencia presenta el caso particular de una persona dentro del Plan de Continuidad de cuidados, el EASC evalúa el perfil, escucha los objetivos que se marca el centro de salud mental para la recuperación y tratamiento de la persona en concreto, y una vez ya en el terreno, en el entorno de la persona, escuchan las necesidades que tiene y cómo pueden apoyar. Sin plazos. “Hay gente que lo acepta muy bien a la primera y te recibe fenomenal, pero también hay quienes, debido a su problemática, tienen otros ritmos y nos cuesta verlos semanalmente. Nuestro objetivo es mantener el contacto, y el que marca ese ritmo es la persona, con respeto, sin imponer, estamos para facilitarles la vida y que mejoren. Si creen que lo que proponemos no les beneficia, nos adaptamos”. 

El sistema de salud es escaso en personal. No hay psiquiatras ni psicólogos clínicos suficientes en los centros de salud mental para dar la atención necesaria a la cantidad de pacientes que acuden a consulta con problemas de variada índole. Los EASC garantizan un apoyo continuo a estas personas de forma presencial o telefónica, “lo importante es estar. Si vemos que una persona con la que estamos trabajando empeora en su estado, facilitamos ese contacto con el psiquiatra para adelantar la cita, y conseguimos prevenir ingresos, sobre todo involuntarios, que siempre son perjudiciales. Si los podemos evitar, ajustar medicación, mantener la atención, beneficiamos la recuperación. La labor de detección es fundamental en el proceso”, dice Nereida García. 

Aunque se trate de personas con enfermedad grave y de larga duración, “nosotros damos altas por el cumplimiento de objetivos de recuperación. Hace años teníamos a una persona con un perfil parecido a Javier, que no podía salir de casa, y hace ya tiempo que está trabajando y continúa con una vida normalizada. Siempre satisface dar altas por mejoría y cumplimiento de objetivos”.

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