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Ser español un 25 de Abril

"Grandola, Vila Morena", símbolo de la música que liberó a los portugueses

Miguel Álvarez García

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Este sábado nuestros vecinos portugueses celebran su fiesta nacional. Ellos sí acabaron con la dictadura y con sus restos.

Admiro profundamente a Portugal y los portugueses. A mí de mayor me gustaría ser portugués, pero no puedo serlo, no puedo serlo porque ya soy mayor y soy español. No puedo serlo porque tendría que residir en Portugal, cosa fácil, pero no tendría la nacionalidad portuguesa hasta que tuviera un pie en la tumba, si no lo tengo ya.

Admiro a Portugal y a los portugueses porque son el reflejo inverso de lo que somos los españoles. España es España y los españoles son españoles, ¿suena a Rajoy verdad? Y son españoles hasta los que quieren dejar de ser españoles siendo exclusivamente catalanes y vascos. Ellos también recogen las esencias del ser español más que nadie. Los ultranacionalistas vascos y catalanes tienen las mismas características de cainismo y maldad intrínseca que tiene el ultranacionalista español. Preguntemos a la Historia y veremos que ocurrió a lo largo de todo el siglo XIX.

Dicen que el español es capaz de los mayores logros, pero también de las mayores miserias. Ambas tendencias luchan dejando a la vista de todos un panorama desolador, un ejemplo para Europa en esta crisis, un ejemplo para no seguir. El dantesco espectáculo que está ofreciendo la derecha política, mediática y sociológica a todo el mundo solo hace reafirmar la verdad de aquello que nos dijeron que era mentira. La Leyenda Negra existe, la Leyenda Negra que se atribuye en su origen a aquel secretario de Felipe II que fue Antonio Pérez es la verdadera historia del ser español, al menos, del ser español que siempre ha llevado la batuta en este país.

Soy un ser en busca de una nacionalidad, quiero pertenecer a algo y sentirme orgulloso de ser ciudadano de un país decente, quisiera que la Unión Europea arbitrara el poder ser un ciudadano europeo simple, como el café solo. Europeo sin más, o mejor, que la ONU arbitrara la posibilidad de ser ciudadano del mundo. No aspiro a nada, ni siquiera aspiro a vivir en este país. Si pudiera iría a donde me acogieran. Me lo estoy pensando muy en serio. Siento una vergüenza enorme en estos crueles días de ser español, en ser ciudadano del Estado español. No me vale tampoco ninguno de los nacionalismos patrios, lo he dicho antes, son exactamente iguales que los nacionalistas españoles.

Paradójicamente, y es tremenda esta paradoja porque tira por tierra mucho de los prejuicios en los que nos movíamos y por ello he de reconocer que solo me ilusionan esos soldados que se parten el alma por acudir a un sitio y a otro, y todos aquellos que al pie de la caja, de la estantería, en la puerta del supermercado, en la limpieza de los hospitales, en la atención a los enfermos, a los que metidos en una especie de trajes espaciales atienden a nuestros enfermos, a los que recogen sus restos y los trasladan hacia frías morgues. ¡Qué solos se quedan los muertos! cantaba Gustavo Adolfo Bécquer. Que solos y desamparados estamos algunos vivos.

Permítanme este desahogo porque no tengo otro sitio donde llorar. Llorar, llorar y llorar, llorar por los muertos pero también por los vivos.

 

 

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