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La trufa del perro, el testigo que desvelará la realidad escondida tras los tendidos eléctricos y la muerte de aves

Buitre atrapado en una de las barreras disuasorias de un tendido / AMUS

Jesús Conde

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Una unidad canina se encargará del rastreo y rescate de aves accidentadas en los tendidos eléctricos dentro de un proyecto piloto que quiere profundizar en un problema del que apenas hay información.

Son muchos los puntos negros en los que impactan toda clase de aves, víctimas de electrocuciones o de graves impactos. Hoy no se termina de conocer la envergadura de la situación porque los datos se logran a partir del rastreo a pie de poste, de manera manual.

Se calcula que sólo se localiza el 10 por ciento de las aves accidentadas, de modo que no existe una conciencia real de la situación, mucho más grave de lo que se pudiera pensar a juicio de AMUS. Así la trufa de los perros será la encargada de visibilizar esta realidad a través de su olfato.

La asociación ha puesto en marcha la iniciativa a través de un proyecto de la Fundación Biodiversidad, financiado por el Ministerio para la Transición Ecológica.

Los canes serán adiestrados a lo largo de un año para que aprendan a detectar y localizar a las aves, tanto las electrocutadas como las que han sufrido una colisión. Se busca salvar al máximo número posible de ejemplares con la ayuda de la unidad canina, pero también cuantificar la dimensión real del efecto de los tendidos para que las compañías asuman la gravedad de la situación y tomen medidas.

En este sentido subrayan que el principal responsable son las grandes eléctricas, que son las que se lucran con la generación de energía. “No debemos olvidar que esto es un negocio privado. Las compañías tienen una actividad lucrativa y son ellas las que tendrán que mitigar esta afección”.

Un problema de primera magnitud

Los tendidos son una causa de muerte no natural de primera magnitud en especies altamente amenazadas. Resulta paradójico que se destinen grandes esfuerzos y dinero público en la conservación de aves amenazadas y en peligro de extinción mientras muchos ejemplares son presa en su propio hábitat.

Así lo explica Álvaro Guerrero, miembro de AMUS, que apunta a cómo se intenta recuperar las poblaciones de águila perdicera, alimoche o milano real con grandes esfuerzos mientras que por otro las especies “se están cociendo literalmente en la inmensidad de tendidos eléctricos”.

El programa de rastreo con perros representa una alianza entre el mundo conservacionista y la ciencia para abrir nuevos protocolos técnicos que para validar un método basado en la revisión de líneas eléctricas. En caso de que funcione será exportado a otras comunidades.

Inicialmente se centrará en unas cinco líneas eléctricas de la provincia de Badajoz. En ellas se trabajará a lo largo de diferentes estaciones para obtener una estadística de datos con la información más objetiva y técnica posible.

Los tendidos y las aves

Lo estudios previos muestran que un ave malherida a causa de un tendido eléctrico no pasa más de dos días a la intemperie con vida. Suelen ser devorados por los depredadores.

Aquellas que han sufrido una electrocución tienen pocas posibilidades, ya que han presentan quemaduras. En el hospital de fauna salvaje que AMUS tiene en Villafranca de los Barros se intenta aplicar terapia celular, con células madre, láser o ultrasonido, pero es imposible frenar el proceso de destrucción de los tejidos.

En el caso de las colisiones suelen sufrir fracturas, ya sea del ala o de la clavícula. Aquí el animal sí que puede ser operado, aunque el problema reside en el tiempo que discurre desde que cae malherida hasta que es rescatada.

Aquellas que aparecen una semana más tarde de la colisión presentan una fractura ya irresoluble, tienen una gran infección o están muy débiles, lo que hace que la probabilidad de salvarse sea muy reducida.

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