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Alcohol y balas en las trincheras del frente extremeño de la Guerra Civil

Restos de botellas de vino (1-3) y fragmento de garrafa de cristal (4) hallados en posiciones defensivas La Serena durante los trabajos de prospección /  Asociación para el Estudio y Recuperación del Patrimonio Bélico reciente "Frente Extremeño"

Jesús Conde

Las trincheras y la arquitectura militar de la Guerra Civil aportan información fundamental para comprender este capítulo de la historia. Son muchos los objetos encontrados en las prospecciones arqueológicas que merecen atención. Entre ellos aquellos que hablan de su vida cotidiana y del consumo de alcohol en la primera línea de combate.

Los testimonios recogidos, y los restos encontrados muestran que el alcohol formaba parte de la dieta de los combatientes, también en el caso del frente extremeño. Fue protagonista en la Guerra Civil Española en ambos ejércitos.

Así lo ha constatado la Asociación para el Estudio y Recuperación del Patrimonio bélico reciente “Frente Extremeño” en las diferentes prospecciones realizadas en la línea de trincheras de La Serena. Tienen previsto ampliar sus estudios hacia la zona de las Vegas Altas, también en Badajoz. El próximo otoño la asociación expondrá parte de los objetos hallados.

Anular cualquier tipo de duda

En el contexto de los años 40 y la II Guerra Mundial, los investigadores cuentan cómo los estímulos químicos se sumaron a la estrategia de los nazis. Era un método para lograr la euforia entre los combatientes y para anular cualquier tipo de duda.

El Frente Extremeño relata el caso de la división blindada Von Kleist, que encabezó en 1940 el ataque nazi hacia Bélgica. Estuvieron bajo los efectos de una nueva creación química llamada “Pervitina”, que contenía metanfetamina. “Conducir y combatir durante días, sin dormir y apenas comer, sólo pudo llevarse a cabo bajo estos estímulos químicos”, señala la asociación en atención a la investigación de Norman Ohler.

Antonio López, del colectivo pacense, explica que en España no hubo un desarrollo de drogas químicas porque las condiciones eran más precarias. Incluso era complejo abastecer a los hospitales de campaña.

Sin embargo está constatada la presencia del alcohol. Que debe entenderse en un doble contexto: por un lado como sustancia que ayuda a desinhibir, pero también por su aporte calórico fundamental. El consumo de alcohol valía tanto para atacar posiciones enemigas como para infundir valor a la hora de cometer asesinatos a ‘sangre fría’.

Restos encontrados

En Extremadura se han encontrado en la zona de combate garrafas de cristal, identificados con la medida tradicional de una arroba. “Entre las pocas vainas y balas detectadas abundan los gruesos trozos de cristal verdoso que también comparten espacio con otros fragmentos de botellas”.

Además en las fosas de represaliados del franquismo se hallan botellas vacías. Un elemento que permite saber que sus asesinos bebieron alcohol antes de darles el tiro de gracia.

Una cuestión ideológica

En este análisis entra en juego además el componente ideológico. En las prospecciones se ha podido identificar la marca de las botellas y su procedencia. Los restos más comunes han sido los de coñac 'Pedro Domeq', una bodega alineada con el bando franquista. Además los sublevados dominaban la comarca de Tierra de Barros, de modo que tenían a su disposición la producción de caldos de esta comarca.

En la zona republicana se consumía vino igualmente. Además de licores destilados, como el aguardiente, que con poca ingesta tiene alto nivel de intoxicación.

Llama la atención las referencias al suministro de alcohol a las tropas árabes que combatían con los franquistas. Apunta la asociación Frente Extremeño al ‘discurso patriótico’ construido por los republicanos en el que, entre otros comentarios, decían que los moros que luchaban con Franco “apestan a coñac y a infierno”.

La vida en las trincheras

La ingesta constante de alcohol también está relacionada con las precarias condiciones de vida en la trinchera. Eran espacios muy reducidos donde el miedo a un ataque era continuo. explica el historiador Antonio López.

Sometidos a las inclemencias del tiempo, alimentados con apenas con una lata de sardinas y un chusco de pan. Allí podían permanecer dos semanas en primera línea de batalla.

Una visita a los paisajes y las trincheras permite abrir la reflexión acerca de cómo pueden enfrentarse y matarse entre sí vecinos del mismo pueblo que se había criado juntos. Cómo podían pegarse tiros hermanos a ambos lados de la trinchera. En mitad de la duda, el alcohol como protagonista.

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