El reglamento de las primarias del PP se diseñó para otro escenario muy distinto al actual. Estaba pensado para una proclamación, la de Alberto Núñez Feijóo, y no para la competición que finalmente se abrió. Iba a ser una pequeña mano de pintura democrática para un partido muy poco acostumbrado a la democracia interna; un paseo militar para el nuevo líder, el que finalmente se acobardó. Con estas reglas, con esta situación interna, con esta primera votación, las primarias populares son un enorme fiasco que abocan al partido a una guerra interna aún mayor.
De todos los posibles resultados, este supone la peor pesadilla para el PP. No hay un líder claro y el que gane en dos semanas tampoco lo será. La victoria por la mínima de Soraya Saénz de Santamaría no garantiza su victoria final. Pablo Casado se ha quedado demasiado cerca y la gran derrotada, María Dolores de Cospedal, tiene en su mano decidir quién de los dos vencerá. Puede pasar cualquier cosa, y pactos más raros en política se han visto ya. Pero parece improbable que Cospedal vaya a apoyar a su mayor enemiga política, la ex vicepresidenta de Rajoy.
Con este resultado, quien quedó en segundo lugar es hoy el favorito porque podría contar con más apoyos entre los compromisarios para ganar. Después de todo lo que ha dicho el PP, y usando su propia definición, un pacto en los despachos, entre los dos perdedores, podría decidir quién será el ganador final.
Si contra pronóstico triunfa Sáenz de Santamaría, lo hará contra un partido que no controlará. Y si vence Casado, se convertirá en el líder que perdió entre sus propios militantes. Salvo que pacten un acuerdo de unidad, y Casado se conforme con ser secretario general, la guerra va a ser total y el liderazgo que surja de este congreso tendrá el estigma de la provisionalidad. E incluso si eso ocurre, y Santamaría pacta con Casado, la guerra seguirá abierta contra los partidarios de María Dolores de Cospedal.
Para añadir más complejidad a la situación, los compromisarios están repartidos entre los distintas provincias de una forma completamente irregular y que dista mucho de la realidad. La proporción es según un censo que hoy ya sabemos que está más que hinchado, no en función de los votantes o de los inscritos en la votación. Según los cálculos de quienes conocen el partido por dentro, este reparto no ajustado a la realidad favorece ligeramente a Sáenz de Santamaría.
Como guinda final, sobre las primarias del PP pende también el máster de Pablo Casado en la URJC. La investigación judicial, iniciada en gran medida por las informaciones de eldiario.es, sigue viva y tiene bastante pinta de prosperar. Casado obtuvo un máster en una Universidad pública sin ir a clase, convalidando de forma irregular 14 asignaturas, sin hacer ningún examen y sin presentar ningún trabajo de final de máster. Lo logró gracias a Enrique Álvarez Conde, el mismo catedrático imputado por el máster de Cristina Cifuentes. Y este máster, al igual que el de Cifuentes, está bajo la lupa judicial.
La juez que investiga este máster ya ha preguntado formalmente al Congreso si Casado está aforado –algo que ya sabe, pero que tiene que hacer antes de solicitar al Tribunal Supremo su imputación–. Lo hace porque ha encontrado indicios de un presunto delito que, al ser aforado, ella no puede investigar.
Si finalmente gana Casado, el nuevo presidente del PP quedará en manos de la decisión de la justicia sobre un máster que tiene en su hinchadísimo currículum y que le costó muchísimo menos que a cualquier alumno más.
Gane quien gane el congreso, el liderazgo de la derecha seguirá sin estar resuelto por bastante tiempo. Es casi una norma. Los partidos que pierden el poder bruscamente nunca encuentran su nuevo liderazgo a la primera. En el PP tampoco pasará.