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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Fiscalidad: de ricos y pobres

El Gobierno asigna a las autonomías 5.563 millones para el cuarto trimestre de 2018

Josu Montalbán

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Escuchando a la ministra de Hacienda que explicaba a sus compañeros socialistas las características del proyecto de Presupuestos Generales para 2019 en España he comprobado que, al parecer, no existe la “clase baja”. En su prolija explicación, al referirse a las “clases sociales” afectadas en uno u otro sentido por los Presupuestos, ha puesto un empeño especial en reducir la nomenclatura a dos términos: clase media y clase trabajadora. Ignoro a qué es debido ese reduccionismo, porque si existe la clase media será porque existen las clases alta y baja, del mismo modo que si existe la clase trabajadora será porque exista la clase holgazana, ya sea porque trabajaron para forjarse una jubilación, o porque el mal llamado “mercado laboral” les ha cerrado las puertas.

La ministra utilizaba estos términos para explicar, subrayándolo incluso con énfasis, que la fiscalidad va a respetar, no introduciendo cambios, a los ingresos de hasta 130.000 euros. Este modo de discernir es seriamente equivocado en un país en el que los salarios medios están por debajo de la tercera parte de dicha cantidad. Ahora que, al mismo tiempo, debatimos en torno a un salario mínimo de 900 euros, es decir de menos de 13.000 euros anuales, exhibir tanta prevención con los salarios de 130.000 euros anuales es una procacidad. Son más bien pocos los 'trabajadores' que perciben esa cantidad que la ministra ha subrayado como cifra mínima a respetar, en todo caso el lenguaje resulta perverso y el significado de las palabras se muestra caprichoso para proteger a los más poderosos o, como mínimo, a los menos afectados por la pobreza y la precariedad.

La economía, que es una “pseudociencia” antojadiza que se presta a demasiadas interpretaciones, nos impone sus reglas, y aunque se refleje en números que siempre son exactos, se presta a explicaciones diversas y caprichosas que manejan los especialistas a su antojo. Los ciudadanos de a pie saben lo que es un rico y lo que es un pobre, saben qué es lo que se entiende como generación de riqueza y saben lo que es una crisis económica, sobre todo por el modo como les afecta cada cosa, casi siempre sometiéndoles a los rigores propios de la escasez, que los especialistas solo sufren al leer las cuentas en los papeles y documentos oficiales, pero los humildes sufren cuando sienten que en sus bolsillos las monedas apenas retiñen.

Y bien, no faltará quien me diga que mi escueto análisis es superficial. Tal vez sí lo sea, pero no es de recibo que también la nomenclatura y el lenguaje se hayan puesto del lado de los abundantes, de los que sienten a la riqueza de su lado y la empuñan ante las carencias que sufren los pobres con demasiado descaro. Hoy en día esgrimir como mérito el hecho de que las rentas de 130.000 euros no van a ver aumentada su fiscalidad es algo gratuito y descarado. Yo no voy a decir aquí qué fiscalidad es la idónea, aparte de que una fiscalidad mal explicada, o mal interpretada, puede afectar a la continuidad de un Gobierno que ha de ser, si no el mejor, sí el menos malo o el más conveniente. La fiscalidad es el instrumento más eficaz para extender la equidad y la igualdad entre los ciudadanos… Siempre y cuando usemos un lenguaje que no incite a engaños o cambalaches.

En aras a ello conviene puntualizar que las clases sociales siguen vigentes aún, pero no solo como clase media o clase trabajadora. No, existe la clase alta, la media y la baja. Existen la clase trabajadora (cuyos miembros pueden pertenecer a cualquiera de los rangos nombrados anteriormente), y existe la clase pasiva, sea por la edad o por estar fuera del mercado de trabajo si bien involuntariamente (incapacidad o desempleo). Existen al fin los ricos y los pobres, que lo son en muchos casos en contra o a pesar de su voluntad, sobre todo en el caso de los pobres.

Deberíamos usar las palabras en su justa medida, porque usarlas al antojo de las ocasiones, propicias o no, no es lo más constructivo. La fiscalidad debe conseguir que no haya ricos y pobres estructurales, es decir, que las rentas estén equilibradas. ¿Por qué son tan pocos los que tienen muchísimo, y son muchísimos los que tienen tan poco?

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