Una falsa alarma obliga a desalojar la sede de Presidencia en Vitoria en medio de una rueda de prensa
La consejera de Salud, Nekane Murga, miraba con incredulidad a los periodistas. ¿Qué significaban esos molestos avisos por megafonía que le interrumpían sus explicaciones sobre el nuevo foco de COVID-19 en Ordizia? A los dos primeros no se les ha dado importancia. “Sigan, sigan”. Pero el tercero, con mensaje de advertencia en euskera y castellano, ha obligado ya a desalojar la sala de prensa de la sede de la Presidencia vasca, donde comparecía Murga como tantas y tantas veces desde que el coronavirus se empadronó en Euskadi el 28 de febrero. No, no era un simulacro.
La sala de prensa y, en general, todo el complejo de oficinas de Lehendakaritza ha tenido que ser vaciado. Altos cargos -pero no el lehendakari, Iñigo Urkullu, que se había ido a un acto de campaña electoral-, asesores, funcionarios, personal de mantenimiento o de limpieza y también Murga y los informadores han tenido que abandonar el recinto y aguardar en la entrada hasta que se resolviera la incidencia. Allí esperaba también un buen grupo de jóvenes que se examinaba de Selectividad en el instituto Ekialdea. Los móviles echaban humo.
Finalmente, unos minutos después el enigma se ha resuelto. Ha saltado un detector de humos aunque no había ocurrido nada grave. Todo el mundo ha podido volver a sus puestos y Murga ha podido retomar su comparecencia de prensa. “Podremos contar esta anécdota”, ha sonreído la consejera. Falsa alarma. Solamente un susto.
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