'Flores en el asfalto', 28 testimonios para denunciar los distintos tipos de violencia que sufren las mujeres
El feminicidio de su hija tras una agresión sexual en una fiesta, una violación por parte de un conocido, un caso de maltrato familiar por ser lesbiana o una detención hospitalaria por aborto son algunas de las 28 historias de violencia que han sufrido las protagonistas de la investigación 'Flores en el asfalto' realizada por la ONG Mugarik Gabe con el objetivo de detectar las causas y el impacto de las violencias machistas.
La investigación recopila los testimonios de mujeres de entre 20 y 84 años de países como Colombia, Guatemala, El Salvador y España. 22 de ellas son madres, en uno de cada tres casos han vivido la violencia desde niñas y, en su mayoría, han criado solas a sus hijas. En nueve de las historias recopiladas los agresores o violadores han sido sus propias parejas.
Entre los testimonios se encuentran, siempre de forma anónima salvo en alguna ocasión, relatos realmente duros en los que se relata violencia física, económica o institucional. “Yo iba a visitar a mi mamá, cuando era muy pequeña y éramos mi hermanita y yo como de dos y tres años. Nos metía a los bares a pedir plata y todos esos borrachos nos tocaban y yo no sé qué había en la cabeza de ella que hacía todo eso. Entrábamos ella y yo y nos daban mucha plata, pero claro, a cambio de qué”, cuenta una de las protagonistas de la investigación, de 55 años de Colombia, quien a raíz de la violencia ha sufrido depresión y ansiedad.
Otra de las víctimas, procedente de Madrid cuenta que fue obligada a casarse con 20 años con un hombre extremadamente violento. Debido a los ataques que sufrían tanto ella como su hija, ambas huyeron de su casa. Ahí comenzó su lucha para evitar que el agresor siguiera teniendo visitas no vigiladas con la pequeña. La justicia seguía permitiendo que el padre se llevara a la niña sin ningún tipo de control pese a que la maltrataba porque el no permitirlo “obstaculizaba el derecho a visitas” del padre. “Yo denunciaba, denunciaba y no me cansaba de denunciar, porque pensé que denunciándolo tanto alguien nos llamaría para preguntarnos, pero ahí no había ningún tipo de movimiento (...) Yo veía que no me creían ni los jueces, ni las trabajadoras sociales, mientras esta persona se la seguía llevando y la seguía manipulando, amenazando, acosando y nadie hacía ni decía nada. Llegó un momento en el que les decía, pero ¿para qué vengo a contaros todo lo que está pasando si no estáis haciendo nada de nada?”, relata la víctima.
Finalmente, el agresor y padre de la menor terminó matándola cuando esta tenía seis años en una de las visitas no supervisadas que su madre tanto trató de evitar. Un caso de violencia machista a la que se le incluye la violencia vicaria por matar a la hija de ambos para hacer sufrir a la madre, además de una violencia institucional por no haber creído a la víctima a pesar de haber denunciado el maltrato en reiteradas ocasiones.
La violencia machista no es un hecho puntual, sino que es algo que ocurre de forma continua en la vida de las mujeres y hay que entender qué impacto tiene para sus vidas
“Tratamos de explicar con este estudio en el que juntamos voces de personas de edades, países y realidad distintas que la violencia machista no es un hecho puntual, sino que es algo que ocurre de forma continua en la vida de las mujeres y hay que entender qué impacto tiene para sus vidas”, explica Lidia Ruiz Gómez, miembro de Mugarik Gabe.
Para Ruiz, la violencia machista no se basa tan solo en los golpes. “No es solo la agresión física dentro de una pareja. También son los piropos en la calle, la discriminación salarial en las empresas o el cuestionamiento a las voces de las mujeres y de la existencia de la violencia machista. Toda una serie de engranaje cultural que hace posible que haya violencias mucho más extremas como son los feminicidios”, detalla.
Cuando la violencia es institucional
Uno de los casos que se relatan en el estudio 'Flores en el asfalto' con nombres y apellidos es la violencia machista que vivió Asun Casasola por parte de la justicia y de los medios de comunicación tras el asesinato de su hija Nagore Laffage. Laffage fue brutalmente asesinada por José Diego Yllanes en Pamplona en 2008. Más allá de la violencia que sufrió la joven, que por aquel entonces tenía 20 años, la investigación recoge que la justicia no declaró que se tratase de un caso de violencia de género, ya que el asesino no era pareja de la víctima. También incide en el hecho de que lo juzgara un jurado popular y lo declarara culpable de homicidio en lugar de asesinato, con lo que Yllanes fue condenado a 15 años de cárcel, una pena que después se redujo a 12 años. 9 años después el asesino logró la libertad condicional y desde 2020 puede ejercer como psiquiatra en la sanidad pública.
Es importante que todas las personas que traten con víctimas de violencia machista tengan un enfoque y estudios feministas, desde la policía, hasta los médicos y jueces
Casasola sostiene en su relato que en el fallo del jurado influyó el tratamiento mediático que retrataba al asesino como “un buen chico, de buena familia y que se vio aturdido por el alcohol y acorralado por una joven que le amenazaba”. Durante su relato, la madre de Laffage destaca que por momentos el propio jurado inició un juicio moral contra la joven, preguntándole a la madre si su hija era ligona. También cuenta cómo algunos artículos en periódicos y programas de televisión responsabilizaban a Laffage de lo que ocurrió por haber subido al piso de Yllanes.
“Los medios de comunicación pueden contribuir a cambiar el imaginario social que existe respecto a las mujeres víctimas de violencia y ser aliados, pero a la vez, con una mala práctica periodística, pueden ser agentes que ejercen violencia y revictimizarlas. Pueden llegar a cuestionar sus relatos y dar más voz al agresor. En el caso de Asun es muy relevante porque no solo asesinan a su hija por decir que no, sino que también le falla la justicia y le falla el sistema”, indica Ruiz.
“Las instituciones son hijas de una cultura machista. La conforman mujeres y hombres que tienen sus criterios y estereotipos. Por ello es importante que todas las personas que traten con víctimas de violencia machista tengan un enfoque y estudios feministas, desde la policía, hasta los médicos y jueces”, asegura.
Por todo ello, 'Flores en el asfalto' busca rescatar las voces que quedan invisibilizadas por la historia oficial y a las que los distintos ejes del sistema ha dado de lado. “El sistema capitalista y heteropatriarcal nos quiere hacer creer que la realidad es una, por eso se invisibilizan estas historias que permanecen en los márgenes de la sociedad. Queríamos jugar con ese simbolismo de que el sistema trate de silenciar y tapar las voces de las mujeres, pero que a pesar de ello, nosotras siempre vamos a aprovechar las grietas que quedan para poder salir, al igual que lo hacen las flores”, concluye Ruiz.
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