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El Gobierno de Urkullu se resiste a aclarar si habrá restricciones contra la COVID-19 más allá del fin de semana

Un pasaporte Covid ante un local hostelero en Bilbao

Iker Rioja Andueza

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El Gobierno de Iñigo Urkullu se está resistiendo a aclarar qué hará con las restricciones de la COVID-19. Las limitaciones de horarios y aforos se acaban el 28 de enero y el pasaporte COVID expira el 31 de enero. El único mensaje oficial es que “esta semana” habrá una reunión de la mesa de crisis de la emergencia sanitaria, el órgano conocido como Labi, y que “día a día” la comisión técnica asesora del Departamento de Salud analiza la evolución epidemiológica. Este paquete se puso en marcha justo antes de Nochevieja y de manera coordinada con comunidades vecinas como Cantabria, Navarra o La Rioja. En el caso navarro ya se ha explicitado la voluntad de mantener esta posición similar, aunque Euskadi tampoco se moja a este respecto. Las dudas son tales que, en principio, ahora mismo podrían celebrarse partidos de deporte escolar este fin de semana salvo que haya una decisión expresa de prorrogar la controvertida prohibición.

En el caso del pasaporte COVID, su puesta en marcha requirió autorización judicial, un trámite que en otras ocasiones ha requerido de al menos cuatro o cinco días y que obligaría a tomar una decisión más o menos inmediata. Eso sí, zonas como Cantabria ya lo han descartado. Este martes, el consejero de Turismo, Comercio y Consumo vasco, el socialista Javier Hurtado, ha insistido en el mensaje de que su activación en otoño impulsó algunas primovacunaciones pero ha admitido que, de sus contactos con el sector, se deduce que su cumplimiento en la hostelería es “diferenciado”. Este periódico comprobó que en muchos locales había desaparecido la solicitud completamente.

En cuanto a la evolución estadística de la pandemia, formalmente la incidencia sigue cayendo -ya está por debajo de los 4.000 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días cuando llegó a un pico de 7.000 dos semanas atrás- pero la propia consejera de Salud, Gotzone Sagardui, ha admitido dos cosas, que los casos nuevos que aparecen (al margen de que no se rastree ya a los contactos estrechos o no se recaben todos los datos de los autotest) son muy altos (5.412 en las últimas 24 horas) y que hay indicadores que requieren de especial atención. El R0, por ejemplo, ha presentado varios días de evolución negativa, aunque siga en valores inferiores a 1, que es el umbral crítico. Mide cuántos positivos origina cada infectado. Además, la tasa de positividad está en el 40%, al mismo nivel o incluso más alta que cuando se hacían muchísimas más pruebas antes de los cambios de protocolos.

“Tendremos que ver la evolución de la pandemia… Hoy tenemos por encima de 5.000 nuevos contagiados y son muchos. Una buena parte terminará en los hospitales, incluso puede que requiera de la UCI. Insisto, vuelven a ser más de 5.000. La pandemia está decreciendo pero eso no quita que [el dato] no siga siendo muy alto”, ha enfatizado Sagardui, que ha insistido en el mensaje de que la caída de la ola es “lenta” y no fulminante como algunas teorías sobre ómicron habían alentado semanas atrás. “Insisto en el llamamiento a la prudencia”, ha recalcado.

En todo caso, sí ha destacado la mejoría paulatina en la situación hospitalaria. Ha hablado de un descenso de los ingresos del 7% (este lunes lo había cuantificado en un 25%, eso sí) y ha indicado que hay 790 ingresadas en total, ya por debajo de los peores niveles desde el confinamiento que se han vivido en estas semanas. Así las cosas, en un contexto de al menos “estabilización” de la presión de la COVID-19, Sagardui ha confiado en ir recuperando paulatinamente parte de la actividad ordinaria suspendida desde que el 7 de diciembre se decretaron las primeras medidas extraordinarias por la subida de contagios de coronavirus.

“Osakidetza está intentando retomar la actividad quirúrgica. Estamos al 80%-100% en horario de mañana. Es un avance. Poco a poco, si la buena evolución continúa, esperamos recupera la actividad vespertina”, ha explicado. Eso sí, ha admitido que el recorte de operaciones no urgentes no respondía solamente a la mayor demanda de pacientes con COVID-19 sino a la falta de personal en períodos vacacionales, porque ha asegurado que ahora “tras las Navidades disponemos de la plantilla” más completa que semanas atrás.

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