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Jon Kareaga, de Bask Brand: “Lo más sostenible para vestirnos es lo que ya tenemos en el armario”

De izquierda a derecha: Jon Kareaga, Maddi Bercianos y Mikel Izurieta, miembros de Bask Brand

Raúl Novoa

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La industria de la moda fast fashion es la responsable de un 10% de la contaminación total mundial. Este tipo de datos fueron los que, tras un viaje a Bangladés en 2019 en el que vieron la explotación infantil o la desigualdad climática por la industria de la moda, se removiesen las conciencias de Jon Kareaga, Maddri Bercianos y Mikel Bercianos como para crear Bask Brand. Una marca de ropa que busca cambiar “las cosas desde dentro” y generar espacios seguros dentro del sistema capitalista.

“Demostrar que la moda es una herramienta de transformación social a partir de la concienciación sobre los daños medioambientales, sociales y mentales del consumismo”. Así resume Jon Kareaga, responsable de comunicación de Bask, los objetivos de esta marca vasca. 

Y es que Bask Brand es ya un referente de sostenibilidad en el Estado español, siendo una de las primeras marcas en publicar todos sus costes de producción o de evitar reproducir el imperativo capitalista de: “¡compra!”. Para ellos, la sostenibilidad no solo tiene que ver con usar materiales que no dañen el planeta, sino también con la justicia climática en el sentido de no dañar a los países más afectados por el cambio climático, ser un espacio seguro para los colectivos oprimidos, ser transparentes y dar una comunicación responsable y, por último, tener una sostenibilidad económica para evitar su autoprecarización. 

“Algo cobramos, pero todavía no vivimos de ello”; responde Jon al ser preguntados por si ya pueden dedicarse al 100% a Bask. Sin embargo, han realizado diferentes campañas de concienciación: la recogida de plásticos del océano, un crowfunding para crear un taller de costura social o cerrar su web durante el Black Friday para hacer reflexionar sobre el impacto climático de estas fechas.

La industria de la moda fast fashion es la segunda que más agua contamina del mundo. Además de este, ¿cuáles serían algunos de sus costes?

La industria de la moda también es la responsable del 24% de los pesticidas más utilizados en el mundo. A nivel social nos encontramos con realidades muy diferentes dependiendo el país donde pongamos el foco. En Bangladés, por ejemplo, hemos visto a niños de entre 9 y 16 años trabajando en las fábricas por dos dólares el día durante más de 10 horas al día. Tenemos aquí un problema sistémico donde los fabricantes, gobiernos y consumidores tienen su responsabilidad. 

No podemos culpabilizar al consumidor como gran responsable de lo que está sucediendo, pero sí pedir responsabilidad

En grados de responsabilidad, ¿quién es el mayor culpable?

Ir a Bangladés me cambió la forma de verlo. Hay un primer responsable que es el sistema basado en el consumismo extremo y que no entiende que las personas y el planeta tenemos un límite. Veo a las empresas como máximas responsables, pero detrás de ella hay un gobierno y unos organismos internacionales que permiten que se den este tipo de prácticas. En Bangladés, la industria de la moda representa la mayor parte de su PIB, por lo que las grandes multinacionales presionan con eso y el gobierno no aumenta el salario mínimo de 82,5 euros al mes porque subirían los costes de producción. 

Los consumidores compran el producto muchas veces sin necesitarlo y siendo conscientes de esta explotación. También decidimos con nuestro voto qué empresas serán parte de nuestro futuro. ¿Cómo podemos permitir que nuestras prendas las cosa un niño que no ha podido ir a la escuela y no tendrá educación en su vida? La industria de la moda genera unas ganas de consumo indecentes con estereotipos inalcanzables, que generan carencias individuales que se sacian a base de la propuesta de consumo. No podemos culpabilizar al consumidor como gran responsable de lo que está sucediendo, pero sí pedir responsabilidad. 

¿Qué se le dice a una persona con escasos recursos económicos que no puede permitirse prendas sostenibles?

Ser sostenible no es un privilegio. El privilegio es la información y ser consciente del sistema en el que vivimos. Para ello, necesitamos tiempo de reflexión y salir de nuestra frenética rutina para analizar qué papel tenemos en la sociedad, lo cual consideramos un privilegio. Lo más sostenible para vestirnos es lo que ya tenemos en el armario. Muchas veces no necesitamos comprar. Propongo abrir el armario y ver qué cosas no utilizamos. Da igual que sean de marcas viejas. Lo más sostenible es seguir utilizando lo que ya tenemos. Y, aunque hay que tener en cuenta la compra de segunda mano, debemos tener cuidado con que no se reproduzca el fast fashion con la ropa de segunda mano, como ya está pasando con la moda vintage. Antes de comprar siempre debemos preguntarnos: ¿realmente necesito esto?

Entonces, teniendo una línea de ropa, ¿cómo se evita ser hipócrita si criticas el consumismo y al final elaboras un bien de consumo?

Lo que primero decimos nosotros es “no compres si no necesitas”. Si necesitas, elige de una forma sostenible y responsable. Creemos y queremos que Bask sea una de esas opciones. Venderíamos mucho más con el discurso del ‘¡Compra, compra!’, pero no seríamos coherentes por mucho material ecológico que usemos. Por eso consideramos tan importante la transparencia y el modelo de negocio en esta industria. 

¿Qué es lo que veis que podéis cambiar como marca?

Nosotros mismos nos hemos encontrado problemas a la hora de ser sostenibles. En un inicio llevamos la producción a un taller de Mataró, donde vimos la realidad de las condiciones laborales y rompimos nuestra relación con ellos. No siempre detrás de la etiqueta ‘Made in Spain’ hay sostenibilidad. Este proceso nos ha ayudado a definir la sostenibilidad. Nosotros la englobamos alrededor de la transparencia en toda la cadena de producción. Fuimos los primeros en el Estado español en poner desglosados todos nuestros costes de producción y explicar por qué una sudadera nuestra vale 64 euros. Ponemos hasta las coordenadas de donde se fabrica. Ha habido más marcas que han puesto sus costes de producción en sus páginas. Con estas cosas podemos hacer que la industria de la moda cambie. 

Durante el Black Friday, habéis llegado a cerrar vuestra página web. ¿Por qué?

La palabra sostenibilidad está muy humillada por las empresas. Todo el mundo dice ser sostenible cuando siguen las mismas lógicas de siempre, es márketing. Por una manera de operar diferente, también a nivel comunicativo, queríamos ser sostenibles y cambiar ese discurso de ‘¡Compra, compra!’ e intentar que la gente se parase a pensar por un minuto. El Black Friday es una fecha en la que se incita a un consumo inconsciente e innecesario con grandes descuentos y, además, basado en unas condiciones laborales abusivas. Cada vez que compramos en estas empresas, las estamos favoreciendo. Como cooperativa por el cambio no queremos ser parte de ello. No va alineado a nuestros valores. 

Habéis hecho un taller de costura social en Bangladés. ¿Cómo ha sido exactamente?

Hicimos una campaña de crowfunding con la que conseguimos viajar a Bangladés para crear un taller de costura social allí. Nace de la idea de la justicia climática, de la necesidad de sostenibilidad en cuanto a que los habitantes de los países más desfavorecidos es también donde más afectan las consecuencias de la crisis climática. Bangladés es uno de los países más afectados, donde al año mueren unas 100.000 personas por enfermedades derivadas de la contaminación en el aire. Queríamos crear empleo sostenible y con condiciones laborales justas allí a partir de un trabajo que ya saben hacer. Queremos trasladar la producción a una forma local y que la gente de allí sean agentes del cambio, no mandarles nosotros de una forma paternalista y neocolonialista. El problema es que fuimos a principios de 2020 y estalló la pandemia y ahora mismo está parado. 

También habéis hecho campañas de limpieza de océanos y demás. ¿En qué se han basado?

Llevábamos tiempo organizando limpiezas de basura. Este año queríamos darle un punch más. Cogimos una furgoneta por toda la costa vasca y recogimos residuos para hacer bañadores en verano de 2022. Sacamos un montón de residuos, concentramos a muchísima gente para colaborar y creo que también hemos hecho muchísimo ruido que era el objetivo principal. 

Marcas como NWHR, Panteras o Top Manta, del sindicato de Manteros, ya producen de una forma sostenible y defienden unos valores incluso anticapitalistas. ¿Cómo lo consideráis?

La verdad es que hay pocas marcas que hagan bien las cosas e intenten cambiar lo que hay. Es importante que cada vez haya más y seamos aliados. Somos anticapitalistas, pero conscientes de que estamos generando espacios seguros dentro del sistema. Que salgan proyectos así es algo genial. La clave es diferenciarnos de las marcas que dicen que son sostenibles pero que no lo son. Además, dentro del capitalismo es imposible ser 100% sostenible, pero sí podemos ser 100% honestos. 

Primark coge a un influencer, lo pone a limpiar la playa y tras ello dice que es una marca sostenible. ¿Cómo competimos contra esa campaña publicitaria?

En la otra cara de la moneda, están esas multinacionales que, si ya bien se apropian de eslóganes reivindicativos, parece ser que la sostenibilidad es también rentable. 

Sí. También remarcar como personas públicas o influencers hacen que se siga humillando este mensaje de sostenibilidad. Primark coge a un influencer, lo pone a limpiar la playa y tras ello dice que es una marca sostenible. ¿Cómo competimos contra esa campaña publicitaria? Por eso decimos que la información es importantísima. 

Con la muerte de Virgil Abloh, diseñador de Louis Vuitton se ha traído de nuevo su discurso en el que reivindicaba la moda urbana y su influencia social en las clases bajar, ¿estáis de acuerdo con que se den estos mensajes desde las marcas de lujo?

La industria de la moda de lujo es super clasista y súper responsable de generar estereotipos en base a sus intereses económicos. Es un antónimo de lo que queremos conseguir teniendo en cuenta cómo vemos nosotros la sostenibilidad. La moda de lujo no tiene en cuenta el planeta, los consumidores ni a la mayor parte de sus trabajadores. No podemos considerarlos aliados. 

¿Es posible el crecimiento constante del capitalismo y la explotación de recursos?

No. Los científicos afirman por activa y por pasiva que el planeta no puede más y de que necesitamos un cambio radical. Si cuesta tanto encontrar soluciones dentro de este sistema, igual hay que plantearse salir de él. Se han celebrado 26 Cumbres por el clima y poco ha cambiado.

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