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“Las mujeres en la industria más que techo tenemos tubo de cristal. No solo nos cuesta subir, nos cuesta entrar”

Natalia Maeso en el BEC durante la Bienal de Máquina-Herramienta.

Belén Ferreras

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Es un hecho que a la mujer le cuesta subir en el escalafón de las empresas. Es ese llamado “techo de cristal”, tantas veces denunciado, que impide que mujeres preparadas y con currículums perfectamente válidos lleguen a los puestos de mayor responsabilidad y hace que se queden, con suerte, en la segunda línea de un mando ocupado mayoritariamente por hombres, siguiendo una regla no escrita que la realidad demuestra que es muy difícil cambiar y que afecta casi por igual a todos los sectores productivos.

Esta realidad se agrava aún más en el sector industrial. Un sector “altamente masculinizado” donde las mujeres constituyen todavía casi una excepción, no solo en los puestos de responsabilidad, sino en todos los estamentos. “Solo el 24,6% de las personas que trabajan en la industria son mujeres. Eso supone que solo hay una mujer por cada tres hombres empleados en este sector”, dice Natalia Maeso, vicepresidenta de PWN (Profesional Women’s Network), una red internacional que trabaja por el avance de la carrera profesional de las mujeres y la igualdad de género en las empresas. “Las mujeres en la industria más que un techo de cristal tenemos un tubo de cristal. No es que nos cueste subir, que también, es que nos cuesta entrar”, dice.

Un paseo por la Bienal de la Máquina-Herramienta en el BEC de Barakaldo, la feria que se ha clausurado este viernes, y que constituye un magnífico escaparate del sector industrial, es una demostración palpable de que es un sector mayoritariamente masculino. Las mujeres son una clara minoría, en los stands y también entre los visitantes“. Por eso, no es casual que se haya elegido este entorno para debatir sobre el papel de la mujer en la industria en unas jornadas organizadas por PWN con el apoyo del BEC y de la AFM, centradas en la necesidad de dar la vuelta a una realidad tozuda en el sector, con una muy baja presencia femenina que se acrecienta a medida que se sube en el escalafón de responsabilidad. ”Si en general la presencia de mujeres es de un 24,5%, a nivel de mandos intermedios no supera el 15% y a nivel de directivas, un 9% en todo el Estado, que en el caso de Euskadi baja 5%, por el tipo de industria que existe“, dice Natalia Maeso. ”No es lo mismo una industria del sector servicios, que una de máquina-herramienta“, advierte.

Hay pocas, y a las mujeres que han llegado a la cima les ha costado como norma general “mucho más esfuerzo” que a sus compañeros varones. “Generalmente, las mujeres para llegar a sus puestos hacen el doble o el triple de esfuerzo que los hombres”, señala Maeso. “Sin embargo se extiende la sensación de que esa mujer está en un puesto directivo porque se trata de una cuota o de lo que ahora se puede entender como más políticamente correcto”. Esta sensación de que la mujer forma parte de una cuota lleva a que se las trate con una “cierta condescendencia”. “Si en una reunión directiva o en la nave de una fábrica eres la única mujer, muchos pensarán que formas parte de una cuota, aunque el currículo de esa mujer le de cien vueltas al de otros candidatos”. “Es muy triste porque detrás de esas mujeres directivas hay mucho trabajo que no siempre se reconoce”, asegura y eso hay que cambiarlo.

El cambio tiene que llegar desde la base, desde la educación, dice, para atraer cada vez más jóvenes a este sector, y para ello es fundamental contar con “mujeres líderes, que tengan visibilidad, que se las escuche, y que cuenten su experiencia profesional, no tanto en el sentido de lo que les ha costado llegar, sino de lo poderosas que son en su ámbito profesional sea cual y que tienen las mismas capacidades, si no más que los hombres para desenvolverse en este sector”. Hay que conseguirlo porque, como recuerda, no se trata solo de una cuestión de igualdad o de exigencia de derechos, sino de que se está dejando escapar el talento de la mitad de la población. Por no hablar de que supone que las mujeres pierden en la ámbito salarial, porque “en los sectores industriales se paga más que en sector servicios”. 

Lo cierto es que todavía queda mucho camino por delante, pese a los esfuerzos de las administraciones para captar jóvenes a las carreras técnicas, ingenierías o formaciones profesionales destinadas a la industria. De hecho, la responsable de PWN reconoce que les ha costado completar el panel de mujeres para las jornadas que se han desarrollado en el marco de Bienal bajo el título ‘Women in Industry’ (WIN).

En la medida en que las niñas tengan más referentes femeninos en estos sectores ahora tan masculinizados será más fácil ir rompiendo poco a poco “el tubo”, porque habrá más mujeres dirigiendo estas empresas. Ahora la industria está “mayoritariamente capitaneada por hombres que, generalmente, y a veces de forma inconsciente, si tienen que elegir a un hombre o una mujer para un puesto, optan por el hombre porque se sienten más reflejados y se sienten más cómodos con ellos”. Además, considera que los tradicionalmente los hombres han tejido una red de contactos, muy eficiente a la hora de optar a puestos directivos que se han gestado al margen del horario laboral -“en el fútbol, en el txoko”- y de esa red tradicionalmente la mujer se ha quedado fuera hasta ahora. Porque las mujeres generalmente, ocupamos nuestro tiempo con otro tipo de tareas o con otro tipo de funciones“.

De ahí surge precisamente la necesidad de crear esta red PWN, que tiene presencia en 23 ciudades del mundo, entre ellas Bilbao, para “generar un espacio de relaciones y contactos y que las mujeres tengan por fin su espacio en todos los sectores”. Pero para ello, recuerda es fundamental la colaboración de los hombres, señala. De hecho en la organización tienen un espacio de think tank que se llama ‘Hombres a bordo’, que “trata de identificar buenas prácticas e iniciativas que se pueden desarrollar por parte de las empresas” para “ser más igualitarios y eliminar sesgos inconscientes también en los hombres”.

“Mujeres y hombres tenemos que  trabajar conjuntamente”, recuerda, para cambiar los parámetros de una industria que “se diseñó por hombres, para hombres y para dejar fuera a las mujeres”.

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