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Cuando el 'quédate en casa' te pone en peligro: así ha agudizado la violencia machista el confinamiento

Imagen de archivo de una concentración contra la violencia machista

Maialen Ferreira

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Puede que el confinamiento no haya creado en sí mismo nuevas formas de violencia, pero sí que ha agudizado violencias que ya existían. Al menos, eso es lo que la psicóloga feminista Norma Vázquez analiza desde Sortzen, consultoría que asesora, da asistencia técnica y realiza formaciones especializadas en la prevención y atención de la violencia machista. Para Vázquez, el confinamiento por el coronavirus afectó a las mujeres que eran conscientes de su situación de violencia, pero agudizó el malestar de aquellas que no son conscientes de que son víctimas de violencia machista. En ambos casos, lo que esta psicóloga explica es que la estrategia de 'quédate en casa' suponía más un problema para ellas que una solución.

“La estrategia sanitaria de 'quédate en casa' daba por hecho que la casa era un lugar seguro para las mujeres y eso es un error porque sabemos que la casa no es un lugar seguro para todas las mujeres. ¿Cómo podemos pedir a las mujeres que se queden en casa si sabemos que no están en un lugar seguro? Esta estrategia sanitaria hizo emerger otras violencias que no tenían por qué ver con la pareja o la expareja”, ha explicado Vázquez en su conferencia en la Fundación Sabino Arana en Bilbao sobre la transformación de la violencia machista durante la pandemia.

En concreto, esta psicóloga nacida en México, pero afincada en Bilbao, se refiere al colectivo de mujeres migradas que en muchas ocasiones no cuentan con una casa u habitación propia y alquilan las llamadas “camas calientes” para dormir algunas horas. Para ellas, acceder a servicios de prevención de violencia machista que otorgan ayuntamientos o el Gobierno vasco resultaba imposible si no contaban con acceso a Internet y no podían salir a la calle.

Otro colectivo de mujeres al que el confinamiento trajo consigo malestar y tensiones fueron las mujeres mayores que viven en pueblos rurales. Según explica la psicóloga, las mujeres en situación de ruralidad que han requerido de sus servicios denunciaban que la situación en sus casas se volvía insostenible por la sobreprotección de sus hijos, que en muchos casos al tratarse de personas mayores y ser un colectivo de riesgo para el virus, limitaban más su movilidad y su vida en general.

“Algunas veces el amor tiraniza, porque algunas lo que no aguantaban era que sus hijos estuvieran constantemente encima de ellas o les dijeran lo que tenían que hacer. Una se quejaba porque me dijo 'se llevaron hasta a mi perro'. El perro, que era lo único que le permitía salir a dar un paseo, con esa idea de protegerla se lo llevaron. ¿Qué pasa? Que esta situación lo único que consigue es generar tristeza y aislamiento para algunas personas que lo único que hacen a lo largo del día es ver la televisión. Esta mujer me decía 'así estoy peor porque además de que estoy sola, estoy todo el rato viendo la televisión y oyendo que los viejos nos vamos a morir y esto me da mucha tristeza'. Este tipo de mujeres no nos habla de una violencia explícita, pero sí de un aislamiento y de sentirse tristes y solas y eso las pone en situación de mayor vulnerabilidad y al sentirse así, los conflictos con la pareja eran más fáciles de crearse”, explica Vázquez.

Para poder enfrentar a la violencia machista o al malestar, la psicóloga hace hincapié en la importancia del proyecto vital propio de la mujer. “Cuando el proyecto de las mujeres es atender y cuidar y ven que no pueden estar constantemente limpiando o cuidando de las personas que le rodean se dan cuenta de que su proyecto vital es muy pobre y eso es triste y genera estrés emocional”, apunta.

Según Vázquez, estrategias como Mascarilla 19, la clave que las mujeres durante el confinamiento tenían que decir en farmacias y comercios para denunciar la situación de violencia que estaban viviendo en sus casas o el hecho de anunciar en redes sociales y televisión que los servicios en contra de la violencia de género seguían en marcha funciona para aquellas mujeres que son conscientes de que están viviendo una situación de violencia, pero no para aquellas que no le ponen a su caso el nombre de “violencia”, pero que sí que saben que están viviendo un malestar.

“Ponerle en nombre de 'violencia' significa una consciencia a la que muchas mujeres no quieren llegar. Los servicios dedicados a las mujeres que son conscientes de la violencia que están viviendo están bien y tienen que seguir poniéndose en marcha pero también necesitamos una atención que pudiera contener toda la tensión que generaba y que sigue generando esta época de incertidumbre. Porque si hay algo que nos está afectando a todos en esta época es la incertidumbre”, incide Vázquez.

Los datos publicados por el Instituto Vasco de la Mujer- Emakunde apuntaban que en el periodo del confinamiento más estricto las denuncias por violencia de género se redujeron a la mitad en comparación con el mismo periodo de años anteriores. Lejos de ser positivos, el Instituto Vasco de la Mujer (Emakunde) achacó estos datos a las “dificultades y el miedo a denunciar” mientras se está viviendo con el agresor. Sobre esta situación Vázquez recomienda formas de comunicación alternativas con las víctimas que han cogido fuerza durante este periodo, como WhatsApp. “Desde algunos ayuntamientos dispusieron teléfonos particulares y WhatsApp y en lo que a nosotras se refiere, este sistema fue el más utilizado para las mujeres. ¿Por qué? Porque era más seguro que una llamada telefónica porque yo, por ejemplo, atendía a mujeres que se encerraban en el baño, que era el único momento que tenían para poder ya no denunciar, sino simplemente hablar, decir lo que sentían y poder enfrentar en un momento dado la tensión que estaban viviendo”, concluye esta psicóloga.

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