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La sociedad vasca es tolerante y abierta... pero mantiene episodios de discriminación hacia mujeres, extranjeros y gitanos

Dos migrantes esperan junto a la frontera francesa en Irún

Iker Rioja Andueza

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La sociedad vasca se dice abierta y tolerante y, de hecho, obtiene 72,7 de 100 puntos en la escala BOPI (Basque Open-mindness Index), lo cual es indicativo de actitudes “abiertas” o “inclusivas”. Pero esa anhelada diversidad tiene lunares. En lo cuantitativo, el 24,4% de la población declara haber sido discriminado, según una encuesta asociada al estudio 'Discriminación y diversidad en la CAE: perspectivas, ámbitos y colectivos' elaborado por el observatorio Ikuspegi en colaboración con el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Y, en lo cualitativo, en los casos prácticos, las mujeres tienen techos en sus carreras laborales, los magrebíes denuncian dificultades para alquilar una vivienda y la edad o el peso son condicionantes en algunos ámbitos. Y, desde luego, la suma de factores de riesgo como ser mujer, lesbiana y extranjera hacen que se incrementen las posibilidad de sufrir problemas.

“Si nos circunscribimos a la población de origen inmigrante, las experiencias de discriminación múltiple se incrementan notoriamente. Sobre todo, cuando se es de otro origen étnico o racial. Al origen étnico se suman la distintividad por género (en contra de las mujeres) y la edad de la persona, además de sus recursos económicos.[...] La xenofobia, el racismo, el machismo, el edadismo y la aporofobia (o clasismo) se entremezclan en la discriminación y otras manifestaciones de intolerancia”, se puede leer en uno de los apartados del trabajo, que ha sido coordinado por Julia Shershneva e Iraide Fernández Aragón con participación de Oier Ochoa de Aspuru, Udane Hermosilla, Maddalen Epelde, María Ángeles Cea D'Ancona, Lia González, Beatriz Otero, Arkaitz Fullaondo, Gorka Moreno, Irune Ruiz, Maite Fouassier, José Antonio Oleaga, Taide Arteta e Imanol Zubero. A este documento le sigue una jornada técnica que tendrá lugar en Bilbao para presentar tanto la encuesta como las conclusiones de los capítulos concretos del trabajo.

La encuesta revela claramente que las mujeres sufren más discriminación que los varones. Si la media es del 24,4%, entre ellas sube al 28,9%. Una de cada tres mujeres encuestadas sostiene que el sexismo es “bastante o muy frecuente” y esa percepción es menor entre los hombres. Un 42,5% de las mujeres considera que su condición de mujer es perjudicial para encontrar un empleo y un 55,5% que lo es para acceder a cargos de responsabilidad. Una de las conclusiones es que estas sensaciones son más entre las personas más jóvenes y concienciadas con el feminismo y entre las que tienen mayor nivel formativo.

“En general, entre las mujeres más jóvenes hay un mayor porcentaje de mujeres que percibe que en Euskadi hay discriminación sexista, siendo especialmente significativo el porcentaje de mujeres más jóvenes (de 18 a 29 años) que considera que ser mujer es un motivo de discriminación para acceder a un puesto de responsabilidad. Por otro lado, las mujeres sin estudios consideran en menor medida que existe discriminación por razón de sexo/género que aquellas con estudios. Además, son las mujeres con un mayor nivel de estudios y un estatus socioeconómico más alto las que consideran en mayor medida que existe una discriminación por sexo/género para acceder a puestos de responsabilidad, tal vez debido a que son estas mujeres las que pueden llegar a sentirse más interpeladas directamente por dicha realidad. El análisis de datos realizado nos permite extraer varias conclusiones. Una de ellas es que, aun con el auge de la lucha feminista de los últimos años, en el imaginario de las mujeres vascas la percepción del sexismo no adquiere actualmente un peso especialmente destacado en comparación con otros tipos de discriminación en Euskadi. Los datos evidencian que el origen racial, la nacionalidad, tener pocos recursos económicos o tener alguna enfermedad mental son motivos de discriminación más frecuentes que el de ser mujer. Asimismo, aunque el sexismo sea el tipo de discriminación vivida más mencionado entre las mujeres, el porcentaje total de mujeres que declara haber sufrido personalmente alguna forma de discriminación sexista no llega al 20%”, se puede leer.

La sociedad vasca es más tolerante que la media europea, por ejemplo, en lo tocante a los matrimonios entre personas del mismo sexo. Pero lo es menos con dos colectivos concretos, como la población gitana y las personas de origen extranjero. Estos grupos “se perciben también como los más afectados en el acceso al ámbito residencial”, explica el trabajo. “A la vista de estos y otros resultados, se torna imprescindible subrayar la necesidad de considerar la vivienda como un derecho y no como un producto. Un derecho subjetivo que debe ser garantizado a toda la sociedad y que, bajo ninguna circunstancia, puede excluir a las personas jóvenes, migrantes o gitanas”, explican los autores de la investigación. Y añaden: “Las consecuencias de no corregir la desigualdad en materia de vivienda constituyen un precio que, como sociedad democrática y justa, no podemos asumir. Además de las consecuencias personales que la discriminación residencial tiene en las personas que la sufren; las sociales podrían acarrear una diferenciación o segregación espacial y una exclusión de parte de la sociedad a un derecho fundamental”.

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