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Un viaje de mil años al pasado descubre una Álava llena de pequeños pueblos con topónimos ya reconocibles

El documento, confeccionado en el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla, está expuesto en el Archivo de Álava

Rubén Pereda

Vitoria —

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Cuando uno accede al Archivo Histórico de Álava, se encuentra a sus pies con un mapa relativamente moderno, que contiene las denominaciones actuales de decenas y decenas de sus pueblos. Muchos de los topónimos han asistido al paso del tiempo, año tras año, sin perder sus señas de identidad más reconocibles. A lo largo de este mes de octubre, en una sala contigua, se puede visitar una exposición sobre un documento titulado 'De ferro de Alaua'. Confeccionado en circunstancias no muy claras por monjes del monasterio riojano de San Millán de la Cogolla, está datado en 1025.

Escrito sobre piel de becerro, este documento administrativo tenía como propósito plasmar el número de rejas de hierro que en concepto de diezmos había de abonar cada localidad. En él se intuyen ya —en algunos casos con más facilidad que en otros— los lugares que constituyen una porción importante de la geografía alavesa. Si bien la datación ha sido siempre aproximada y nunca exacta —pues las copias eran práctica común y es posible que la reja sea la unificación de varias listas esbozadas previamente—, la efeméride está sirviendo como excusa para que lugares que figuran en el documento, sean ahora pueblos o barrios, celebren el milenario de su primera aparición en un documento escrito.

Son en total cuatro páginas escritas hacia el año 1025 en el monasterio de San Millán de la Cogolla, uno de los cenobios más importantes del medievo, con un radio de influencia que alcanzaba rincones de las actuales provincias de Álava, La Rioja, Burgos, Soria y Palencia. No caían dentro de ese perímetro, sin embargo, varias zonas que conforman la actual Álava, como Ayala, parte de la Montaña Alavesa y la Rioja Alavesa. En el documento, aun así, están recogidos más de tres centenares de nombres, incluido el de 'Gastehiz', lugar en torno al que con el tiempo iría creciendo la actual Vitoria. “Un territorio con más de trescientas aldeas, lo que pone de manifiesto que se trataba de un paisaje densamente ocupado por pequeños núcleos. Eran aldeas de pocos habitantes, con huertas, estables y otras dependencias auxiliares, sin una planificación clara, y construidas, por lo general, con arcilla y madera, tal y como muestra la arqueología”, se explica en el folleto que sirve de guía a la exposición.

En la sala de la exposición dedicada a este asunto, dos voces intercaladas van leyendo en alto todos los topónimos que figuran en la reja. En el documento, cada uno de ellos va acompañado del pago que ha de hacer, medido en rejas de arado (regga) o bien, en un limitado número de casos, en corderos (andoscos). En ocasiones, es una unión de aldeas la que paga un reja. “A pesar de ser muy escueto y carecer de retórica, justificación, narración o alusión a autoridad alguna, constituye una fuente de gran valor para conocer cómo eran las gentes y las tierras de Álava hace mil años. Nos acerca tanto a la organización del territorio como a las lenguas que se hablaban. La toponimia, mayoritariamente vasca, que recoge La Reja es para los lingüistas uno de los testimonios más importantes del euskera en la Alta Edad Media”, se dice. Es una visión compartida por la filóloga e investigadora Elena Martínez de Madina, que ha dedicado décadas de investigación a la toponimia de Vitoria y sus pueblos. “Ha sido muy importante no solo filológicamente, sino también a nivel de toponimia”, dijo sobre la reja, preguntada por este periódico.

La reja fue rescatada por Fidel Fita para la Real Academia de la Historia en 1883. Hace unos años fue digitalizado, a partir de un trabajo colaborativo llevado a cabo por la Universidad pública vasca (EHU) e investigadores del Centro Internacional de Investigación de la Lengua Española, el becerro galicano de San Millán de la Cogolla, un cartulario de 255 hojas de pergamino que incluye tanto la reja como otros siete centenares de documentos más. Pueden consultarse sus folios en este enlace. A continuación, se incluye también una tabla con buscador en la que figuran todos los lugares que se encuentran en la reja, tal y como han sido transcritos por el Archivo Histórico Provincial de Álava. Se indica en la columna de al lado qué ha sido de ese lugar, si sigue estándo poblado o si, por el contrario, ha pasado a ser un despoblado o mortuorio, una palabra alavesa que viene definida por el 'Diccionario' de la RAE como “lugar en el cual hubo una población que ha desaparecido por completo”.

300 pueblos divididos en alfoces

El documento con los lugares de Álava está escrito en minúscula carolingia, que se describe en el folleto de la exposición como una escritura “de formas redondeadas y trazo claro y legible, que se utilizó principalmente en documentos religiosos y administrativos hasta el siglo XIII, cuando fue sustituida por la escritura gótica”. Las localidades vienen agrupadas en veintiún alfoces, que en algunos casos tienen traducción en comarcas actuales, pero en otros no. Estas merindades son Ubarundia, Camboa, Harhazua, Malizhaeza, Hiraszaeza, Hegiraz, Alfozes, Barrandiz, Langrares, De Murielles, Ossingani, Alfoce de Fornello, Rivo de Ivita, Harrahia y Divina. “Dentro de cada alfoz, las localidades siguen un orden geográfico: en algunos casos, de un extremo a otro; en otros, siguiendo trayectorias circulares. Se ha sugerido incluso que, en ciertos casos, el listado reproduce el itinerario del recaudador”, se explica.

Las circunstancias en las que estos topónimos se plasmaron sobre la piel de becerro no están, sin embargo, muy claras. En el folleto de la exposición se especula incluso con la posibilidad de que esos tributos ya no rigiesen, de modo que la documentación habría tenido la mera intención de “conservar la memoria de un derecho que el monasterio había ejercido en el siglo XI, pero que ya había dejado de estar en vigor”. Se apunta también a la posibilidad de que la significación del impuesto estribase en su capacidad de reconocimiento y no tanto en su valor impositivo. “Paradójicamente, es muy posible que esta tributación no fuera, estrictamente, un privilegio concedido al monasterio de San Millán, sino a otra autoridad. Se trata de un tributo generalizado, colectivo, de fácil contabilidad y almacenamiento, y de escaso valor material: una reja de hierro no representaba gran cosa para una aldea entera, por pequeña que fuese (cualquier yunta gastaba más de una reja por temporada). Es un censo que parece tener un carácter de reconocimiento de autoridad”, se dice.

Al calor del milenario que supone figurar en la reja de San Millán y ser existiendo, algunos lugares están aprovechando este 2025 para celebrar (al menos) mil años de historia. Uno de ellos ha sido Adurza. Figura como Adurzaha y pagaba tres rejas de la mano de Mendiolha (la actual Mendiola) y Hollarruizu (Olárizu, un despoblado ahora ocupado por campas). Fue aldea en su momento y ahora es parte de Vitoria, como uno de sus barrios meridionales. “En aquella época, Adurzaha era una aldea, formada por unas diez casas. A partir del siglo XV, a medida que Gasteiz se iba fortaleciendo como ciudad, las aldeas de alrededor iban perdiendo derechos y poder y se iban vaciando, como ocurrió en Adurza. Aunque no desapareció del todo, ya que su nombre perduró como topónimo y apellido. Y poco a poco fue otra vez llenándose de gente, esta vez convertido en barrio de Gasteiz, pero separado, a su vez, por las vías del tren. Esa separación ha hecho posible que el barrio tenga una identidad propia y sus habitantes un fuerte sentimiento de comunidad”, ha señalado con motivo del milenario Adurtzakoak, la asociación de vecinos del barrio.

La Diputación de Álava ya organizó en verano una exposición en la plaza de la Provincia, en Vitoria. Ahora, a lo largo del mes de octubre, el becerro galicano se puede contemplar en el Archivo Histórico Provincial. En marzo, EH Bildu instó al Ayuntamiento de Vitoria, gobernado por el PSE-EE en coalición con el PNV, a “poner en valor la importancia social y cultural de la primera aparición escrita del topónimo de 'Gastehiz'”. El pleno del Ayuntamiento dio luz verde a “aprovechar este milenario” para “difundir entre la ciudadanía la importancia de la toponimia”. “Este momento nos invita a reflexionar sobre nuestro legado, sobre lo que hemos sido y, por supuesto, lo que queremos ser. Una ciudad con historia, con un patrimonio cultural envidiable, verde, viva, abierta y moderna”, señaló entonces María Nanclares, concejala de Promoción Económica.

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