La plaza de abastos de Mérida
El viejo Mercado de Calatrava, arraigado en el corazón de la ciudad desde hace más de un siglo y cuarto, está de actualidad. No solo por su manifiesta pérdida de funcionalidad, sino más bien por las urgencias del gobierno municipal para privatizarlo.
El asunto exige, no obstante, una reflexión serena por las cuestiones que están en juego. La primera es la innecesaria descalificación de los actuales industriales del mercado. Ellos están ubicados allí por la lógica de unas concesiones, que nacen de un servicio que presta la administración municipal desde hace ciento treinta años. Tienen dos “hándicaps” en contra para prestarlo de manera óptima: una, la dura competencia de las grandes superficies, y otra el deterioro que sufre el mercado, cuya última reforma es del año 1983. Es evidente, por tanto, que las condiciones para prestar un servicio moderno y competitivo son inadecuadas y procede, en consecuencia, su remodelación.
Llegados a este punto se pretende tomar el camino más fácil para la Administración, la privatización, ese modelo tan habitual, ahora, de solventar las incompetencias o la carencia de ideas para enriquecer, al final, a unos pocos a costa del patrimonio de todos. No sorprende demasiado, porque es el mismo modelo que ha terminado arruinando a Europa: transfiriendo la producción a los países emergentes, con salarios basura, ha hundido la productividad y el empleo propios, hasta generar una crisis social de proporciones gigantescas. Todo ello en aras de unos postulados de liberalismo a ultranza, en la misma medida con la que se ignoran los intereses y los derechos del común y el imperativo de redistribuir por abajo los recursos de todos.
Resulta obligado, en esta comba reflexiva, dejar muy nítido el nudo gordiano de este asunto: No es otro que explicitar, contundentemente, que no es el mercado el que tira del centro comercial de la ciudad. En absoluto. Es el Centro Comercial Abierto de Mérida – con más de trescientas titularidades mercantiles y casi mil empleos – el que tira y puede seguir tirando del mercado. Hay que añadir además que esta potente área comercial tiene vocación de extenderse, como mancha de aceite, a sus calles y plazas aledañas, propiciando así recursos a quienes en muchos casos invirtieron sus ahorros, muy especialmente personas mayores, para complementar sus limitadas pensiones. Por ello, dado el carácter poblacional tan tradicional y envejecido de este histórico espacio urbano, se requiere mucha delicadeza y proyección de resultados – básicamente de interés social amplio y redistribuidor – en la toma de decisiones.
Así es que convendría calibrar todos los movimientos en asunto de tanta trascendencia para el futuro económico – y social, sin duda – del centro histórico/comercial de la ciudad, en el que se incardinan los flujos ciudadanos en la mayor dimensión de una urbe con sesenta mil habitantes, con aportaciones aluviales de carácter administrativo/turístico y comarcal. Pensando siempre en el empleo y en los derechos acumulados, por tantos, a lo largo de mucho tiempo.
La conclusión es simple: el Mercado de Abastos de Mérida, que antes fuera convento, es un elemento referencial del meollo urbano, un edificio singular que puede seguir desempeñando una función destacad, dentro del nuevo papel geopolítico de la capital de Extremadura. Que dicha vocación de servicio debe desarrollarse desde el ámbito público y no privado. Fundamentalmente porque, siendo los alquileres de Santa Eulalia y adyacentes muy altos, el mercado se convertiría en un competidor y dada su enorme superficie disponible, se constituiría en un universo comercial polivalente que afectaría negativamente a la actual relación de intereses en el espacio del centro comercial abierto y su expansión futura.
Procede por tanto gestionar y buscar los recursos públicos – como han hecho otros ayuntamientos – para reformarlo y ponerlo en operatividad correcta y funcional, desde una logística de defender los intereses de la inmensa mayoría. Es exigible poner prudencia en este envite. Nada de compulsiones con apariencia de modernidad innovadora. Basta mirar la generalidad, ver lo que está pasando en otros ámbitos. En Europa, por ejemplo, con las ideas progresistas en almoneda, por los suelos. Y es que llegados a un punto límite en el que incluso nuestro Mercado de Abastos ya no fuera necesario, siempre podríamos buscarle otros usos de interés general. Antes que - valga la metáfora - meter la zorra a cuidar nuestras gallinas.