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Chile ante una segunda vuelta presidencial polarizada

Delegados de mesa en el conteo de votos a finales de noviembre en el Liceo Juan Pablo Duarte, en Santiago (Chile).

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Desde que en octubre de 2019 comenzaron las revueltas sociales, se han sucedido una serie de acontecimientos cruciales para el futuro de Chile que han tenido su reflejo en las elecciones presidenciales celebradas, su primera vuelta, el pasado domingo 21 de noviembre, junto a la renovación parcial del Senado, Congreso y representantes en el equivalente a las diputaciones en España.

Primero fue que la presión social llevó a que ambas cámaras aceptaran la necesidad de una nueva Constitución y que el proceso pasara por un doble referéndum que dilucidara si se quería o no una nueva Constitución, y, en caso de que fuera afirmativo, decidir si debía hacerse mediante una renovación parcial de las cámaras existentes o con una específica Asamblea Constituyente. Incluso se consiguió otorgar para este último caso condiciones excepcionales de representatividad, dejando un espacio específico para los pueblos originales (siempre marginados fueran Mapuche, Aymara y tantos otros) y determinar que la representación fuera paritaria entre hombres y mujeres. Y así, hace poco más de un año, se llevó a cabo dicho plebiscito con un resultado abrumador para la renovación y a través de una asamblea específicamente elegida, cosa que se realizó a mitad de mayo del presente año.

Este proceso ha marcado desde un principio la precampaña y la posterior campaña para las presidenciales, que deben elegir un nuevo presidente para el periodo 2022-26. Las candidaturas tardaron en definirse e incluso se pasó por un periodo de primarias oficiales entre julio y agosto durante las que se decidieron varias de las candidaturas que debían llegar a la elección en primera vuelta. De los 20 iniciales, llegaron 7 a ese primer enfrentamiento donde partidos tradicionales, coaliciones en descenso, populistas y moderados se enfrentaban a la opción de la extrema derecha de José Antonio Kast, y la de los movimientos alternativos (mucho más amplia que la de Unidas Podemos en España).

Finalmente, el próximo 19 de diciembre competirán estas dos últimas para definir al nuevo presidente que tendrá unas cámaras prácticamente divididas al 50% entre las fuerzas más conservadoras y las progresistas. Pero esa división tendrá efectos diferentes según quien salga elegido. En caso de que fuera Kast, a parte de contar con apenas un puñado de diputados y senadores de su propia organización, tendría en muchos casos al 90% de las cámaras en contra. Un ejemplo sería la reciente aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario, en la que la mayoría de la derecha votó a favor. En caso de que fuera Boric, que cuenta con una fuerza importante de diputados y senadoras, serían algunas de sus propuestas más complejas en economía, como la extensión del ferrocarril frente al transporte por carretera, las que traerían posiciones contrarias entre demócratas cristianos y socialdemócratas.

Pero sin duda, el factor más relevante, el de más peso interno, que más controversias ha traído en el equipo del candidato Gabriel Boric, es el punto que debía centrar su campaña electoral. Hay que recordar que desde la Democracia Cristiana, no solo de sus nombres más importantes, sino desde sus órganos de gobierno, han pedido ya el voto por Boric, así como todo el arco de partidos desde ellos hacia la izquierda, y restaría saber la posición final de algunas de las alternativas verdes, de los Humanistas (con un peso importante en los movimientos sociales), y de dos de los candidatos que, junto a Boric, se podrían situar a la izquierda, Enriquez Ominami y Artés. Ese punto es el de centrarse en el antifascismo o en la esperanza.

Desde que hace un año anunció que se presentaría a las primarias que las organizaciones de los movimientos sociales querían apoyar, Boric ha centrado su campaña en la esperanza de llevar los reclamos de las movilizaciones de finales de 2019 al Palacio de la Moneda. Se había conseguido comenzar a redactar una nueva Constitución, obligando al gobierno de Sebastián Piñera a aceptar severos golpes al sistema de pensiones privado (AFP) y a presentar la Ley de Matrimonio Igualitario. Ahora quedaba dotar al país de un gobierno que pudiera canalizar esa esperanza hacia el tema legislativo que permita una nueva Constitución que tiene muchas posibilidades de ser de las más avanzadas y renovadoras del planeta. Esa esperanza se ha estado transmitiendo a través de las nuevas formas de trabajar, de visibilizar a las regiones más alejadas del centralismo de Santiago (Boric es natural de la región de Magallanes, la más Austral, y fue diputado por esa región también), de relacionarse con las otras fuerzas políticas. También con los pequeños detalles de su vida personal, como el árbol donde acostumbraba a subirse a pensar, cuestión no menor en un país donde es la primera vez que un menor de 40 años puede presentarse a la elección, que además no usa corbata y no tiene un título universitario. 

La Democracia Cristiana, los Socialdemócratas y parte de los Comunistas han decidido centrarse en el miedo a la ultraderecha. El antifascismo como bandera electoral no ha tenido ningún efecto positivo, y me arriesgaría a pensar que ha sido lo contrario. Brasil y España son dos ejemplos. El triunfo de Bolsonaro se produjo con el más intenso ejemplo de campaña antifascista. En España, cuanto más crece esa motivación, más aumenta el número de votos que recibe Vox. Y eso no solo es un posible error de cálculo, sino que es la demostración de la ausencia de un proyecto ilusionante que pueda unificar a una parte importante de la población votante. Es el refugio de la falta de acuerdo y voluntad de transformación. Afortunadamente, ese error no se ha cometido desde el equipo de campaña de Boric que, tras unas dudas iniciales, decidió centrarse en las propuestas, en la visión positiva de un Chile transformado, dejando de lado la confrontación “macroideológica”, la polarización sin más.

Como chileno en el extranjero, inscrito en los padrones electorales, iré a votar en la segunda vuelta el próximo 19 de diciembre, con la esperanza a flor de piel.

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